Capítulo 38 | Dones.

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Cuando siento que choco contra un roble detrás de mí, Luke se desplaza, a través de un gran salto de la laguna, hacia mi persona, descendiendo a través de una levitación que no hizo más que hipnotizarme. Sin embargo, parece que el vampiro se distrajo por un instante y no aterrizó del todo bien; revolcándose entre las piedras de la zona y escuchando un fuerte sonido de impacto en el trayecto.

Por un segundo, y gracias a mí humanismo, me preocupé. Pero todo sentimiento se disipó cuando se levantó como si nada y con una de sus características sonrisas resplandecientes.

— Me distraje con los patos— señaló el grupo de animales en la laguna, su diversión siempre estaba presente en su voz—. Vi que le tomaste foto al cisne, por lo que no voy tan mal, llevo unas setenta fotos de diferentes animales de distintos colores. Cuando tenga unas cien, iré con mamá y reclamaré mi premio. Lo que me recuerda qué…— hizo una pausa mientras agarraba su cámara y le tomaba una foto a mi tigre. Luego vio la pantalla del aparato y las comisuras de sus labios se elevaron de nuevo—. Apresúrate, Houchein, vas un poco lento ante nosotros.

Y con eso, volvió a desaparecer, dejándome a mí con una extrañeza y fascinación increíble. Era la primera vez que me mezclaba en esta naturaleza sobrenatural; que los veía correr con tan asombrosa habilidad, que admiraba cada uno de sus grandes saltos y descubría un sinfín de cosas de ellos. Como, por ejemplo, el hecho de que podían levitar. Eso pudo hacerlo Daniela cuando bajamos de la torre, pero tenía los ojos cerrados cuando lo hizo.

Me obligué a mí mismo a no prestarle mucha atención por ahora, ya que el tiempo no corría a mi favor. Me subí otra vez en el tigre, y él hizo un leve rugido mientras le indicaba que siguiera, lo cual me dejó estupefacto por un tiempo, pero finalmente sonreí ante la adrenalina que transcendía todo mi cuerpo, y, en menor efecto, por la brisa que me atosigaba con el olor a pino.

El consecuente animal era rápido y pequeño, poseía unas grandes orejas con sentidos de audición súper agudos. Por lo que la discreción no era del todo factible, porque nosotros, por más que lo intentemos, no éramos muy silenciosos. La única salida u solución que teníamos era igualarlo en su rapidez hasta que él encontrara su madriguera. No necesitaba alcanzarlo, sólo precisaba un territorio en el que no haya mucho bosque en el que pueda irrumpir a mi fotografía.

El Lepus consicanu finalmente lo conseguí en un pequeño claro oculto. Estaba comiendo una baya y la dejó botada cuando nos vio, y se echó en carrera. No obstante, y a pesar de que casi nos estrellamos con un árbol, pude tomarle la foto antes de que entrara a su hoyo.

— Lo siento, amigo— le dije a la liebre mientras asomaba su nariz en el hoyo. Parecía más asustado que cualquier otro animal que hayamos visto antes. El tigre estaba algo agitado, podía sentirlo, y por eso le acaricié su pelaje—. Sólo nos faltan tres.

La luz de la cámara no había pasado a verde, aún se mantenía en roja, por lo que el juego no ha acabado, aún nadie ha ganado. Tenía oportunidad. La hora que traía el sistema del aparato, me indicaba que íbamos a mitad de juego. Si le ponía empeño, inclusive, podría llegar a burlarme de Julián.

Sin embargo, cuando ya poseía la suficiente confianza en el felino, pasó lo que temí.

Me dejó de obedecer.

Se suponía que debíamos ir hacia las zonas donde las hojas de los árboles estaban caídas a sus pies, donde un reptil peligrosamente venenoso podía esconderse para asechar a su víctima; como lo eran las viperas latasti. Pero el tigre tal parece que tiene otro ideal, puesto que su camino nos dirigía a la copa de una de las montañas que rodea el pueblo.

Prometo encontrarme © (Completa)Where stories live. Discover now