Capítulo 32 | Dependencia.

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— Me estás diciendo gorda.

— ¿Qué?, claro que no— corrijo al instante, verdaderamente perdido en el flujo de la conversación—. ¿De qué hablábamos?

Como predije, se semblante cambió a uno serio e imponente.

— Adam Sebastián Houchein— usando mi segundo nombre, estaba más que enojada—, ¿Qué te he dicho que hagas cuando te hablo?

— Que debo de tener los cinco sentidos sobre ti— murmuro, como única defensa hacia ella.

— Bien dicho— parece relajarse ante mi acatamiento, pero la sigo sintiendo rígida—. Te estaba preguntando, ¿Que si crees que el vestido que tengo para la fiesta me haga ver un poco gorda?

— Oh, descuida, mamá— trato de calmarla mientras mentalmente repaso el vestido largo de color turquesa que se compró en Roma, sumamente elegante—. Te queda bien.

— Gracias.

Con esas palabras pude domar a la bestia, incluso más de lo esperado, porque entre nosotros se formó un sepulcral silencio por unos minutos. Pero no uno incómodo, es más bien como aquel mutismo que surge por inconsciencia. Y no fue hasta que, cuando mamá agarró el periódico de hoy para leerlo, habló:

— Estás demasiado callado— descubre, y no quiero revelar el motivo, pero fue inevitable sacar el tema a flote: — ¿Qué pasó con Thomas?, no has dicho nada al respecto. Saliste de la clínica de un humor contrario a lo que esperaba.

—  No es que detallarlo en ese estado me haga muy feliz, aunque he visto mejoras en algunos de sus moretones y heridas— me pierdo por unos segundos en el pensamiento, dudando en decir lo siguiente, pero profesionalmente era lo correcto: — Sólo lo vi unos minutos porque su padre entró.

Mi madre se tensa por consecuencia.

— ¿Su padre?, ¿Y qué te dijo? Nadie puede entrar allí, seguro me llamarán la atención en el trabajo— como creí, su voz sonó alterada.

— Tranquilízate, mamá— le corto su repentina preocupación, mentir era la única opción en este caso, no quería arruinarle el viaje—. Le dije que era un amigo cercano y lo entendió.

— Qué alivio, creí que iba a haber un problema.

Parece calmarse por segunda vez en esta sala, pero yo no puedo estar así, necesito compartir mi preocupación interna con alguien, sino iba a explotar.

— ¿Puedo preguntarte algo?— indago, dispuesto a hablar verdaderamente con ella. Mi madre asiente ante la pregunta, que no es más que un disfraz hipotético para no revelar el núcleo de la verdad—. Si tuvieras una profesión en la cual tendrías que lastimar personas, ¿La seguirías?

— Depende.

— ¿Depende de qué?

— Hay profesiones en la cual le haces daño a la persona para restablecer su salud, incluso también para salvar a otra persona— trata de explicar, pero no logra más que multiplicar mi confusión, y ella lo nota: — Por ejemplo, mi profesión, cirujano. Al operar a las personas, les hago daño físicamente, pero es por su bien. Así como aquellas personas que donan algunas partes de sus órganos para salvar otra vida, a ellos también les hago daño, pero están bien sabiendo que están protegiendo otra vida.

Prometo encontrarme © (Completa)Where stories live. Discover now