Capítulo 29 | Vínculo.

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— No tiene sentido que vayas tras una persona que es superior a ti en todas las formas posibles— me recuerda ella—. Tampoco es culpa de Lydia, ni de Thomas. Esto ya viene desde hace generaciones.

— ¿A qué te refieres?— cuestiono. Su toque puede que me haya calmado un poco, lo suficiente para escuchar su voz.

Daniela abrió la boca para decirme algo, pero luego la cerró arrepentida. Hizo eso como unas tres veces, creí que estaba buscando las palabras adecuadas, pero no.

— Eso es algo que no te puedo decir yo— habla dubitativa—. Si quieres saber, pregúntale a Lydia. Es un tema algo delicado, y tiene que ver con su transformación.

— Pero ella tiene que pagar.

— Lo hará— afirma—, pero mamá y papá se encargarán de eso a su manera. Sólo tienes que comprenderla— su voz suena como un ruego, y por eso declino mi veredicto. Pero no por ella, ni Lydia. Sino porque no creo que ha Thomas le guste eso.

— De acuerdo— accedo—. Pero si Thomas no llega a despertar, créeme que me importará poco ese tema delicado— dejé esa amenaza en el aire, un recuerdo entre nosotros dos que sé que, de alguna forma, cumpliré.

Los guardias de la sala llegaron para decirnos que debíamos irnos, y tuvimos que obedecer por obligación. No sin antes ver por última vez al rubio con un mal sentimiento y agrio.

«Volveré pronto, Thomas»

(...)

— No puedo creer que hayas salido de la cama sin que primero los doctores te hicieran un último chequeo—me regaña mamá.

Es casi de noche, se puede admirar un bonito atardecer desde la ventana del auto. Ya salimos de esa espantosa clínica, me habían dado de alta y estábamos en el auto camino a casa. Daniela ya se había ido antes de que sucediera todo eso, diciendo que tenía cosas qué hacer.

Me dijeron que sorprendentemente me encontraba bien, aunque para asegurarse, me enviaron algunos medicamentos; la mayoría son vitaminas. También pude huir con la influencia de la doctora que tengo a mi lado, la cual les aseguró que me cuidaría.

— Quería ver a mi amigo, estaba preocupado por él— trato de explicarle.

— Esa no es una excusa— me dice con la vista en la carretera—. Ni siquiera tenías autorización para verlo. Está en cuidados intensivos, Adam, eso es muy delicado.

— Perdón por ser como soy— le digo mirando las calles pasar por la ventana del auto.

Puedo escuchar como ella suspira.

— No te regaño por ser como eres— explica—, sólo te digo que hay mejores formas para conseguir lo que quieres. Me hubieras dicho a mí, yo podría encontrar la forma para hacerte pasar a cuidados intensivos sin problemas. Piensa para la próxima.

El problema aquí era que el pensamiento y la razón eran los últimos recursos que estaba utilizando cuando corría hacia la habitación de Thomas. Lo que me recuerda que básicamente no sé nada de él, más que todos los moretones, rasguños y aparatos que tiene.

— ¿Tú sabes algo del estado de Thomas?— le cuestiono al instante. Ella frunce los labios, acto que hace cuando duda en decir algo,

— Es delicado— responde con una voz sincera y suave—. El diagnóstico indicó que perdió mucha sangre y recibió un muy fuerte golpe en la cabeza. No sabemos cómo despertará; confundido, con pérdida de memoria, lagunas mentales, no sabemos nada. Sólo se sabrá cuando despierte.

Yo trato de digerir eso, pero tardo en procesarlo. No puedo pensar que precisamente él muera, al menos no así. Él tiene mucho que disfrutar.

— ¿Tú crees que despierte bien?— busco un aliento.

Prometo encontrarme © (Completa)Where stories live. Discover now