Capítulo 13 | El ministerio.

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Faltaba uno de los vampiros cegados por destruir, el cual ya se estaba acercando a la persona que estaba formando el escándalo; pero ésta fue más rápida y lo derrumbó con un hechizo.

— Dice el árbol al que le cortaste la madera con la que está hecha el escenario, que quiere venganza— bromea la persona encapuchada y apunta a la madera del escenario para que raíces salieran de él y poco a poco atrapara al vampiro hasta ser cubierto en una especie de capullo.

La hechicera miró a ambos lados para asegurarse de que no se acercara otro guardia. Y como no lo hacían, empezó a liberar al prisionero.

— ¡Minuéndo!— hechizó las cadenas para que se volvieran polvo.

— Gracias— emitió el prisionero a la vez que le enseñaba una cansada sonrisa, mostrando tal vez que llevaban días torturándolo para que finalmente muriera en esta ocasión. Lastima para ellos que no sucedió como esperaban.

— No hay de qué. Ahora te llevaré a un valle en el que puedas descansar— informó la persona encapuchada, para luego conjurar: — Teleportium— y que el prisionero se fuera en un vórtice que lo llevó a algún lugar sano y seguro.

Antes de que la persona de la capucha pudiera reaccionar a la buena acción que hizo hoy, ya tenía a otros dos guardias encima y otro le quitó la varita. Con la multitud teniendo sentimientos comparados con la confusión, el miedo y horror ante el desastre que dejó el suceso, los guardias llevan a la persona de la capucha al castillo. Tal y como quería.

— ¡Se acabó el espectáculo. Hoy quisimos darles una ceremonia especial, ya acabó!— mintió uno de los guardias en el escenario, para explicar a la multitud lo que acaba de suceder y no formar una muchedumbre. Algo que alguien inteligente no hubiera creído, pero las personas del pueblo eran ignorantes y simplemente creían en los seguidores de su rey.

Los pueblerinos empezaron a irse y esparcirse, sin discutir ni rumorear lo que acaba de suceder. Eso también, en parte, hubiera ofendido a la memoria del Rey Mathew, y les provocaría indudablemente la muerte.

Mientras tanto, en el gran castillo, los guardias estaban llevando a la persona de la capucha ante el actual rey y sus consejeros, para que proclamen su condena al violar la ley de una forma catastrófica.

Por dentro, el castillo era igual de antiguo y gótico que por fuera. Estaban caminando por un gran pasillo que carecía de vida y las antorchas eran la sensación, hasta que llegaron a un ascensor con una reja abierta. Se adentraron, el guardia apretó un botón y la reja se cerró para que así empezaran a subir. Una vez que el ascensor se detuvo al piso más alto, las rejas se abrieron. Y los guardias empujaron a su prisionero para que saliera.

— No me empujes, puedo caminar— se quejó la persona de la capucha al sentir como la trataban.

— Eso es lo último que mereces— fue lo único que dijo el guardia. Y es verdad, la condena que le pueden dar es la peor. Ya que nunca nadie ha hecho lo que la persona de la capucha acaba de hacer.

— ¡Era lo justo!— gritó—. Ustedes no tienen derecho a darle una condena a un hechicero, así el crimen sea muy grave. De eso se encarga el Consejo de magia y hechicería. Sí ellos se enteran de lo que hacen, se formará una guerra entre hechiceros y vampiros.

— Tú cállate si no quieres que te matemos aquí mismo— amenazó el guardia.

— Además, sí hay una posible guerra, sabes que ganarán los vampiros— dijo serio, pero seguro, el otro guardia.

— No nos subestimes— le dijo la persona con cólera al verlos llamado débiles.

Los guardias no contestaron a su rabieta, ya habían llegado a una gran puerta hecha de madera y con figuras que tal vez un artista podría leer. Había un guardia a cada lado de la ésta.

Prometo encontrarme © (Completa)Where stories live. Discover now