Es lo correcto

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POV Leo

Si hubiera acertado al primer intento, me habría enojado aún más con Ares, quizá habría estallado en furia, y lo digo literalmente; sin embargo, para suerte de él y de todos los demás, Zestia movió su daga con una rapidez maestra y desvío mi ataque.

La batalla era brutal, yo parecía un experto con la espada y eso me tenía preocupado. Cualquiera que me conociera sabía que era pésimo en este tema.

- ¡Detente! - Le grite a la espada. Los presentes me miran con ojos abiertos. - Está espada se mueve sola - Traté de explicar.

- ¿Y qué? - Para mi sorpresa fue Zestia quien contestó. Levantó su daga justo a tiempo para detener un golpe directo de mi parte.

Se veía tan diferente que me costaba reconocerla; no era solo su aspecto físico, ese aire cálido y el brillo que la rodeaban antes habían dejado libre lo que suponía era su verdadero ser. Oscura, fría, peligrosa y tan malditamente ardiente. Sabía que no era el momento pero no podía dejar de pensar en besarla.

Dioses, ese brillo travieso en sus ojos y la forma en que sacaba sonrisas torcidas mientras esquivaba todos mis ataques, eran hermosa y genial. En verdad volvía a pensar en ella como un ninja. Yo, en cambio, movía mis brazos con agilidad, lo que es bastante fácil cuando tienes una espada hechizada en tus manos, sin embargo, mis pies eran otra historia. Se movían lenta y torpemente.

- Leo - Zestia se movió con rapidez, dejando unos metros entre nuestros cuerpos. - ¿Cuál es tu mayor sueño? -.

- ¿Qué? - No podía comprender a qué venía esa pregunta. Es decir, ella sabía la respuesta, me había preguntado lo mismo hace poco. Podía sentir los cientos de ojos sobre mi. El campamento completo y los dioses a la espera de mi respuesta.

- Lo sabes - Dije con el ceño fruncido.

- Quiero escucharlo de nuevo -.

- No creo que sea el lugar correcto - La espada jaló de mi. Traté de frenar pero no tenía la fuerza. Para variar.

Zestia golpeó el suelo con su bota, una grieta profunda se abrió en mi dirección. Había visto a Nico hacer lo mismo pero jamás con tal rapidez, con tanta fuerza. Por poco caigo en ese horrible agujero, que a diferencia de lo que hacía Nico, llamando a sus calaveras y todo eso, este no mostraba nada y me refiero a la forma más peligrosa de "nada". Solo era oscuridad y muerte, se sentía en el aire que salía de la grieta.

- Wow, se supone que debo morir y eso pero esto es demasiado, ¿no crees? - Le pregunté a la pelinegra.

- ¿Cuál es tu sueño? - Volvió a preguntar. Apretaba los dientes y me miraba desafiante.

- ¡No tengo uno por ahora! - Respondí. - ¡Pero haremos uno juntos! -. Comenzaba a sentirme molesto, tendría algo que ver con Ares, estaba seguro, pero eso no cambiaba el hecho de que realmente me estaba poniendo furioso. Pequeñas chispas comenzaban a aparecer en mi cabeza. Escuché a medias un murmullo, era un "Awww", seguramente de las hijas de Afrodita. Decidí ignorarlas.

Un segundo después, casi pierdo un pie. Gracias a los reflejos de semidiós, logré no caer en una pequeña grieta sin fondo. Miré a Zestia con el ceño fruncido, se encogí de hombres, acto que me hizo enloquecer. Mis manos se prendieron en fuego, llegando hasta la espada, convirtiéndola en una hoja de fuego. Ataqué sin pensar.

- ¿Sabes cómo se llama esa espada? - Me preguntó, evitaba cada uno de mis ataques sin mucha dificultad. Movió su daga con gracia y me hizo un pequeño corte en el antebrazo izquierdo. Grité frustrado.

- ¿A quién le importa una estúpida espada? - Respondí entre dientes.

- ¡Leo! - La voz de Jason resonó en mis oídos. - ¡Thymós! La espada de la ira. Debes soltarla -. Lo busqué entre el público, recién caía en cuenta el rostro lleno de terror, nervios y emoción que tenían los campistas que nos observaban.

- ¡No puedes!, esa espada no se detendrá hasta que se bañe en sangre - Artemisa tenía los ojos en llamas, su furia era algo extraño y sin embargo sabía que no miraba la batalla sino a su hermano. La sonrisa de satisfacción de este último, me volvía loco.

- Basta de charlas, la batalla debe continuar - Dijo con aburrimiento Dionisio.

Zestia suspiró y corrió hacia mi, la espada se agitó hacia su cabeza pero ella derrapó por el suelo en el último segundo y me hizo un corte en la pierna. - ¡Diablos, deja de hacer eso! - Le grité.

- ¿Sabes?, cuando era a penas una mortal - Comenzó a hablar mientras se ponía el pie, giré hacia ella. Golpeó el suelo un pie y una nueva grieta se abrió a mi lado derecho.  - Tuve un sueño distinto a mi labor junto a mi padre -. Continuó hablando, dio otro golpe y una segunda grieta apareció a mi lado izquierdo.

- ¿A qué viene esto? - Pregunté tratando de luchar contra la furia cegadora que causaba esa maldiga espada, debería haber sospechado más de los dioses antes de recibirla.

- Deseaba tener una familia, crecer y crear un pueblo, un lugar para todos los semidioses -. Apreté los ojos con fuerza y negué con la cabeza. ¿Para que me contaba eso?

Un humo negro surgió de las grietas, pensé que tomarían la forma de calaveras o algo por el estilo pero el humo se enredó lentamente por mis tobillos.

- En este lugar, los semidioses aprenderían a defenderse, a honrar a los dioses pero sobre todo descubrirían el amor y la amistad -.

Las sombras se solidificaron de pronto, eran como garras que tiraron de mi arrojándome contra el suelo; forcejé pero solo logre liberar una mano. La espada, por otro lado, se hundía en la oscuridad. - ¡Basta! ¿Qué es esto? -.

Me retorcí tratando de escapar pero esa oscuridad me atraía al suelo con mayor fuerza. Zestia corrió y se colocó sobre mi. Apretó el mango de su daga contra mi mano.

- Leo, me di cuenta que ese sueño, aunque se ha construido en cierta manera con el campamento, no es para mí -.

Abrí los ojos como platos, podía imaginarme lo que planeaba; esa sonrisa torcida, ese brillo en sus ojos, esa melancolía que la cubría.

- No, podemos estar juntos. El campamento será nuestro hogar y lo haremos nuestra familia. Todos aquí estaremos juntos -. Apretó su mano contra la mía y me obligó a apuntar la daga a su pecho. - ¡No lo hagas! ¡No te atrevas! - Grité desesperado, me faltaba fuerza, la oscuridad no me permitía hacer nada.

Un grito colectivo comenzó, el campamento entero pedía que se detuviera, podía escuchar golpes y quejas, pero nadie llego a nuestro lado, nadie nos detuvo.

- Yo no pertenezco aquí -. Empujó la daga contra su pecho, mi mano comenzó a sentirse húmeda y cálida.

- No, no, diablos, no - Repetí.

La fuerza sobre la daga y mi mano se hizo menor, el cuerpo de Zestia se relajó sobre el mío y el humo de oscuridad comenzó a desaparecer.

- Leo, tienes un hermoso futuro, haz realidad tus sueños -. Susurró y el mundo perdió todo color para mi.

Por lo menos una vez (Leo Valdez)Where stories live. Discover now