Siempre igual

2.4K 218 5
                                    

POV Zestia

Hazel se había ido, la broma quizá había sido demasiado pesada o quizá el hecho de tener que hablar sobre cosas tan... ¿Íntimas? No estaba segura de que esa fuera la palabra correcta pero en cualquier caso hablar conmigo no parecía haber sido lo mejor. No podía evitarlo, Artemisa no fue buena con su elección de maldición. Suspiré y me estiré sobre la cama de Nico; por fin tenía algo de paz y aunque no odiaba la presencia de mis "hermanos" ni de ninguno de los chicos en el campamento, la verdad era que tener mi espacio era bueno. Había pasado tantos años siendo yo y sólo yo que ahora me resultaba extraño el tener que convivir, aún más sabiendo que probablemente me tendría que hacer cargo de todos los niños aquí; la idea de guiarlos para ser grandes héroes o siendo aún más objetivos, orillarlos hacía su muerte, me daba repullus.

- ¿Ya aburrida? - Escuché su voz y mi cuerpo se puso alerta, mis dedos comenzaron a moverse con rapidez y un escalofrío recorrió mi espalda.

- Mi señor Apolo, aburrirse aquí es imposible - Dije mientas me ponía en pie y hacia una ligera reverencia ante él.

- Tú siempre tan cortante - Dijo con fingido pesar. - Recuerdo cuando me hablabas con naturalidad, sí, esos días en que me besabas con una sonrisa y disfrutabas de mi compañía -.

- Me extraña, mi señor, que recuerde cuántos labios le han tocado -. Le respondí con una inocencia incapaz de ocultar mi sarcasmo.

Levanté la vista justo a tiempo para verme caer sobre la cama, con el cuerpo del dios sobre mi, bien, de nuevo lo había hecho enojar. Suspiré pensando en qué clase de muerte tendría ahora, sería tedioso tener que limpiar si me mataba allí. El colchón se echaría a perder.

- ¿Por qué no lo olvidas? Han pasado siglos y sigues detrás de Alein - Me reclamó. - ¿No te das cuenta que somos perfectos juntos? -.

¿Era enserio? Conociéndolo, sí. Lo miré con una ceja levantada, Apolo siempre había sido el joven eterno, no reflexionaba y al parecer nunca aprendía de sus errores pasados. Estaba a punto de responder pero siguió hablando.

- Tú eras la noche, la tristeza, la muerte y yo, el día, la alegría y la vida -. Sus ojos parecían soñadores, como recordando buenos tiempos. Yo no dejaba de fruncir el ceño, no pudiendo controlar mi ira, tuve que morderme la lengua para no soltar una palabrota.

Como adivinando mi actuar, tomó mis muñecas y las apretó, no podría escapar.

- Si quería a alguien así, debió quedarse con su hermana - Escupí.

- ¡No seas absurda, sabes a lo que me refiero! - Me gritó. Lastimosamente lo sabía. Cuando joven también llegue a pensar en lo curiosa que era nuestra combinación. Hubo buenos tiempos, momentos divertidos y risas sinceras durante mi estancia a su lado. Incluso llegue a pensar en que al ser nombrada una diosa, podríamos seguir juntos eternamente. Pero todo eso fue antes de Alein y sobre todo, de que los celos de Apolo aumentarán hasta ser insoportables.

- Pero eso no importa - La voz masculina me sacó de mis pensamientos, dándome cuenta que me había perdido gran parte de lo que fuera que estaba diciendo. - Esta vez no te marcharas. Te he extrañado tanto... -. Sus ojos contenían a penas las lágrimas. El ciclo sin fin de nuevo, primero me retaba, me mataba y luego lloraba. - Estuve tan solo -.

No pude evitar reír un poco. - Tantos hijos lo desmienten, mi señor -.

En lugar de molestarse, el rubio sonrío con astucia; me había llegado a acostumbrar a esos cambios brutales de personalidad en los dioses pero tenía que admitir que eran complicado, ¿si fuera una dios, sería igual?

Por lo menos una vez (Leo Valdez)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora