Me limpio las lágrimas, aunque siento que es inútil ya que no paro de llorar, el agua sale de mis ojos y no puedo controlarlo. De pronto, escucho ruido afuera, la puerta se abre y alguien entra a trompicones.

—¿Quién es? —pregunto, no logro ver quién ha entrado, está muy oscuro y no traigo los lentes de contacto encima.

—¿No adivinas? —Escucho pasos, alguien aparece en mi campo de visión, solo que no logro identificarlo por más que enfoco. Él se aproxima lo suficiente como para que lo reconozca, hago una mueca—. ¿Qué? ¿Esperabas a alguien más? ¿A Liam? No lo creo, Hannah, está muy entretenido manoseando a otra en la sala principal.

Ignoro su comentario y la punzada de dolor que este me provoca, delante de la gente es fácil fingir, cuando estoy sola es el problema.

Oliver Doms se deja caer en el sofá, así que me alejo todo lo que puedo, ¿por qué Natalie tuvo que traer precisamente a este sujeto? No lo conozco demasiado, pero todo el mundo sabe de su mala fama, es lo opuesto a lo que quiero tener a mi alrededor, y no nos soportamos. Tuve la mala fortuna de conocerlo hace tiempo debido a que dirigía la radio de la escuela y yo, como parte de la sociedad de alumnos, tenía que tener contacto con él. Al principio fue divertido, era un experto en música y siempre sabía qué decir; pero él obligó a Mirian a besarlo, después el director cerró la radio escolar pues habían atrapado a Oliver pintando bardas con sus amigos, desde ese día supe que era un vándalo.

—¿Qué haces aquí? —cuestiono, todavía esperando que se haya equivocado de puerta.

—No creas que me hace feliz estar con alguien como tú, le estoy haciendo un favor a una amiga.

—¿Alguien como yo? —Él se encoge de hombros y chasquea la lengua con disgusto, estira las piernas y recuesta la cabeza en el respaldo, después cierra los párpados—. ¿Estás ebrio? Dios, no me importa, no necesito un niñero, así que puedes irte con tus amigos a asaltar un banco, romperte la cara en tu horrible patineta o ir por ahí a besar chicas a la fuerza...

Detengo mi apasionado discurso en seco cuando él se mueve con violencia, su nariz topa con la mía y sus ojos furiosos me observan. Trago saliva con nerviosismo, ¿debería correr? No se ve muy contento.

—No sabes cuándo cerrar la boca, ¿verdad? —De la nada, una de sus comisuras se eleva, no me tranquiliza, pues el brillo en sus ojos es peligroso y me hace temblar—. Quizá pueda enseñarte a no hablar cuando estás con un extraño, Han, estamos solos y nadie te escucharía, ni siquiera tu amado Liam. ¿Quién podrá defender a la damisela del malvado ladrón?

—Podría gritar —digo, desafiante. Sé que debería empujarlo y correr, sin embargo, no estoy dispuesta a que vea lo débil y cobarde que soy. Su risotada burlona se me estampa en el rostro.

—¿Y quién escuchará? ¿Tus amigas borrachas? ¿Liam y su zorra? Dime quién, Hannah. Eres patética, ¿sabes? Siempre aparentando ser alguien que no eres, actuando delante de todo el mundo y mostrando una felicidad que no sientes, al final del día siempre acabas sola, ¿o me equivoco? Llorando justo como ahora y lamentándote porque tu amado novio se acuesta con cualquier escoba con pies, en vez de preocuparte por cosas reales. —Me quedo en silencio, sintiendo la rabia recorriéndome, quiero darle una palmada en la mejilla, pero una idea descabellada se instala en mi mente.

Oh, que alguien me ayude. El corazón se me acelera tanto que puedo escucharlo, siento que saldrá por mi boca en cualquier momento, ni siquiera sé qué es lo que está pasando. Veo a Oliver a los ojos, él frunce el ceño con confusión. Antes de que pueda echarse hacia atrás, rodeo su cuello con mis brazos y lo jalo, estampo mis labios en los suyos en un impulso. La sorpresa no le permite regresarme el beso, no hasta después de unos segundos, entonces empieza a devorarme con ganas, con un hambre que me sorprende. Yo lo beso de la misma forma, como si quisiera demostrarle y demostrarme que no necesito a Liam ni a ningún otro, que puedo besar a cualquiera. El intercambio se intensifica, tanto que mis pensamientos se vuelven borrosos, Oliver introduce su lengua en mi boca y saca todo de mí.

Me echo hacia atrás un tanto aturdida, sus ojos oscuros me regresan la mirada.

—Ladrón que roba a ladrón... —murmuro.

Me pongo de pie y camino hacia la salida sin detenerme.


* * *

* * *

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Miradas azucaradas © ✔️ (AA #1) [EN LIBRERÍAS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora