Extra

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No voy a deprimirme, no voy a deprimirme, no voy a deprimirme.

Piensa en caritas felices, Natalie, en cosas divertidas como Frank pegando sus mocos debajo de la mesa.

Eso me digo mientras camino por el supermercado con pasos apretados y la mente hecha un caos. Ayer por la noche Shawn me marcó un montón de veces, no me atreví a contestar porque no podía dejar de pensar en lo que había dicho Hannah. Él se iba a dar cuenta de que algo ocurría, y la verdad no tengo ganas de ser yo la que le diga que su crush se ha dado cuenta de que lo quiere.

No... no resistiría escuchar cómo babea del otro lado del teléfono.

Quiere recuperarlo como si yo lo tuviera amarrado a la pata de la cama, eso no suena tan mal pensándolo bien, de hecho se escucha muy interesante y tentador. Podría raptarlo, llevarlo a Alaska para que solo pueda hablar conmigo y los pingüinos.

No puedo evitar preguntarme qué hará, ¿le dirá directamente sus sentimientos? ¿Shawn ya lo sabe? ¿Por eso me llamaba? Quizá quería mandarme a la mierda para irse con esa chica.

Apresuro el paso debido al enojo y me interno en el pasillo cinco, los estantes llenos de tintes me saludan, las modelos en las tapas sonríen demasiado, ¿será divertido que le tomen fotografías a tu pelo?

No tengo idea de qué marca es buena y cuál no lo es, mi cabello es virgen, cien por ciento puritano, libre de tentaciones y pecados, nadie lo ha profanado. Hago como siempre, elijo el que tiene la caja que más llama mi atención, es de color verde y tiene a una rubia sonriendo en la portada, si se divierte tanto seguramente es porque su tinte le gustó... o tal vez es como yo y prefiere reír a llorar, no lo sé.

Lanzo un suspiro melancólico y me encamino a la panadería, tomo una charola metálica y unas pinzas. Hay mucha gente alrededor, así que tengo que ponerme de puntitas para encontrar el pan favorito de mamá: es un pastelillo con piña en medio, la he visto atragantarse con esos muchas veces.

La verdad es que tenía planeado algo súper genial para regalarle en este día, pero después de lo que pasó ayer con Hannah, me convertí en un zombie y olvidé que se acercaba el día de las madres. Escuché a papá hablando por teléfono con la florería esta mañana, ahí fue cuando mi mente hizo conexión y recordé que se me había olvidado hacer el regalo. ¡Alto! ¡No se atrevan a preguntar por qué mi padre hablaba con la florería y pedía un ramo enorme de rosas! Mucho menos pregunten por qué daba la dirección de casa, hice como si no hubiera escuchado nada, deberían hacer lo mismo, descarados.

Encuentro los pastelillos, arrugo el rostro como una pasa al ver que solo quedan cuatro, quería llevarle seis. De pronto, veo a una niña que se acerca justo a ese lugar, ¡oh no! ¡Que no se le ocurra tomar mis panes! Me apresuro, esquivando a la gente que no se da cuenta de que está a punto de robarme los pasteles.

Ella extiende la pinza, pero se le cae al suelo, casi quiero saltar de la felicidad. Me acerco y deposito rápidamente todos los panes en la charola. Mi mirada cae en la pequeña niña que observa con los ojos llorosos todo el suceso, me mira como si fuera un monstruo malvado.

Miradas azucaradas © ✔️ (AA #1) [EN LIBRERÍAS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora