Capítulo 30

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Me retuerzo en la banca y rasco mi nunca porque no sé qué hacer conmigo misma, frente a mí está Hannah Carson luciendo como una linda Barbie con un montón de color rosa y diamantina encima, es como esa chica de la película Legalmente rubia, incluso siento que en cualquier momento sacará un perrito de su bolso vestido con lo mismo que trae puesto; yo soy más como un pequeño troll de cabellos multicolores que adora comprar su ropa en rebajas.

Me le quedo mirando porque no tengo idea de qué podría querer hablar una chica como ella con alguien como yo, ¿me va a pedir que le pase las respuestas del examen de Artes? Si eso es lo que pretende voy a estar encantada de decirle que le ayudaré, siempre y cuando se coma una hamburguesa doble del señor Pimiento.

Se aclara la garganta y lanza un suspiro, sus hombros descienden, luce nerviosa, así que empiezo a inquietarme.

—Estoy un poco nerviosa, lo siento —susurra con sus comisuras decaídas.

Mi frente se arruga, ¿se va a poner a llorar? Espero que no. Las únicas lágrimas que tolero son las de Jasmine, no me gusta ser un pañuelo limpia mocos.

—Está bien, dime qué pasa. —Sus ojos celestes se detienen en los míos, por algún motivo siento que no me va a gustar lo que quiere decir, así que me pongo de pie de forma precipitada, debo escapar—. Mejor podríamos dejarlo para otra ocasión, recordé que tengo que darle de comer a mi gato, ¿sabes? Él es una gran bestia gorda y peluda que arañará mi rostro si no llego a tiempo, no debes dejar que tu gato se enoje si quieres conservar tu piel y tus vasos; además, sufre de gases cuando no come a sus horas, y no me agrada la idea de dormir en medio del olor fétido

Gracias a las patatas fritas con queso derretido que no tengo un gato obeso esperándome, y que mi alcoba no huele a nada.

Me giro y empiezo a caminar hacia la salida, debo tomar el autobús para llegar a casa de mi padre, comer lo primero que encuentre en el refrigerador e ir a mi empleo; pero por supuesto que la rubia no lo dejará escapar tan fácil.

—¡Natalie! —exclama, hago como si fuera muy entretenido mirar el estacionamiento de la escuela repleto de alumnos. Rezo para mis adentros para que aparezca Shawn y me salve de su amiga, en serio no quiero hablar con ella pues no me agrada, no puedo fingir que lo hace. Una mano se cierra en mi codo y me detiene, me quedo quieta mientras espero que se coloque frente a mí—. Mira, no tardaré, tengo crema y una vela que podrías usar para que el daño de tu gato no te afecte demasiado.

¿De verdad me ha creído eso? Espero a que se ría o haga algún gesto gracioso.

Pero ella no luce como si estuviera usando sarcasmo, en realidad me ha creído lo del puto gato pedorro, ¿qué tan mal debo sentirme? Acabo de engañar a una pobre rubia inocente, soy de lo peor, soy una bravucona aprovechada de rubias con complejo de Rosita fresita.

—De acuerdo —musito.

—Conocí a Liam cuando era pequeña pues es hijo del socio de mis padres y me enamoré de él, perdidamente. —Demonios no, ¿me va a contar también cuántas veces se cagó en los pañales a los dos años? No quiero ser mala, debo recordarme que Hannah no me ha hecho nada malo—. No he podido mirar a otros, a ningún chico a pesar de que Liam no me quiere de la misma forma, él está conmigo para que su padre no se moleste, para que nuestros padres no se molesten, ¿sabes lo jodido que es saber eso? No es feliz a mi lado, aunque intento una y otra vez enamorarlo, él odia la idea de nosotros dos juntos porque se ve obligado a tomarme la mano.

Miradas azucaradas © ✔️ (AA #1) [EN LIBRERÍAS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora