Capítulo 33

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Silencio es lo que prevalece después de que se aleja, salgo de mi aturdimiento apenas escucho el portazo retumbando en las paredes, me pongo de pie con rapidez; sin comprobar a nadie, ya tendré tiempo para mandarlos a todos al carajo. Me apresuro, después de salir no cierro la puerta, solo busco hacia dónde se fue, sé que debe estar cerca porque la traje yo. Veo su melena rubia bailando por el viento, no dudo en seguirla, está caminando muy rápido hacia la avenida principal de la colonia.

—¡Natalie! —grito a todo volumen, sé que me escuchó pues, en vez de detenerse, aumenta el ritmo de sus pasos. Luego empieza a correr, suelto una maldición ya que la he cagado tanto que está corriendo lejos de mí. Sigo sus pasos acelerando el ritmo, trotando—. ¡Natalie, espera! ¡Por favor!

Pero no lo hace, ella da la vuelta en una esquina, corro lo más rápido que puedo pues sé que de ese lado está la parada de autobuses. Llego en segundos, la encuentro mirando hacia todas partes, se tensa pues mi respiración pesada me delata, me mira por encima de su hombro y salta, otra vez se gira para alejarse. No obstante, corro lo que me falta antes de que pueda hacerlo, me aproximo y agarro su codo.

No tiene más remedio que detenerse, aun así se demora en enfrentarme. Me enfrenta con lentitud, pero no me mira, ella simplemente no lo hace, está enfocada en un punto de la acera; quiero pedirle que se concentre en mis ojos, quiero levantar su barbilla y obligarla, sin embargo, no lo hago. Respiro profundo cuando me doy cuenta de que sus mejillas están empapadas, lágrimas salen y yo no sé qué hacer para detenerlas. Algo dentro de mí se estruja, es mi culpa que esté así, no quise lastimarla, de verdad no quería.

Estaba tan furioso por el comportamiento de mis padres, de los padres de Hannah; quería gritarle a mamá que se callara, que dejara de ser tan hiriente y cruel, ni siquiera sé por qué estaba actuando de esa forma con mi cita en la mesa. Estoy tan decepcionado porque hicieron todo para hacerla sentir mal sin razón alguna. Quería que pasáramos un rato divertido, había pensado en enseñarle mi cuarto, mis trofeos. Solo quería presentársela a mis padres porque tenía la esperanza de que se alegrarían porque por primera vez estoy haciendo las cosas que quiero, con Nat. Solo quería que dejaran de joderla, debí gritar, el regaño de papá habría sido mejor que ver las lágrimas de Natalie, que ver la mueca de disgusto en sus labios por tenerme cerca.

Siento el impulso de abrazarla, de apretujarla contra mi cuerpo para que refugie su pequeña nariz en mi cuello. Le doy un jalón que la sorprende, suelta un jadeo de asombro que detiene el flujo de tristeza que sale de sus ojos. La envuelvo con mis brazos, pero Nat no hunde su nariz en mi cuello como otras veces ni rodea mi cintura ni sonríe en mi pecho; en cambio, pone sus brazos en mis clavículas y me empuja para separarnos.

La dureza de sus gestos resquebraja mi corazón.

—No me abraces. —Trago saliva pues mi boca comienza a secarse, nunca he visto a Natalie de este modo, no la conozco enojada y no tengo la menor idea de qué decir a pesar de que tengo una explicación. Doy un paso, pues en verdad quiero abrazarla y pedirle que me escuche, sin embargo, se echa hacia atrás. Eso lo siento como una dura bofetada—. Te dije que no, Shawn, es obvio que estás avergonzado por estar conmigo, no voy a fingir delante de tus padres.

Miradas azucaradas © ✔️ (AA #1) [EN LIBRERÍAS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora