Capítulo 02.

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Uno de los señores de negro, el más bajo de estatura y con menos músculos, conducía la camioneta negra mientras el otro, que era más alto y más corpulento solo miraba de vez en cuando para saber qué estaba haciendo yo.

El señor de aproximadamente treinta y cinco años había conducido cerca de una hora y ahora en el camino solo se divisaba soledad pura y completa.

De pronto, la camioneta fue reduciendo su velocidad. Él señor más joven miro los retrovisores, tal vez queriendo averiguar si nadie los había seguido. Entonces, asintió y el conductor se desvió por una carretera vieja entre la nada que apenas se podía ver. El resto de viaje fue sólo unos pocos minutos antes de llegar a una especie de bodega mal cuidada y maltratada por fuera. Era un sitio gigante que nunca jamás en mi vida había creído que existía. De seguro nadie, a excepción de los trabajadores de aquí, sabía que existía este sitio.

Al entrar a aquel lugar la sorpresa llegó a mí.

Era demasiado diferente por dentro. Era un lugar amplio, no con muchas cosas, pero con lo necesario para que pareciera apropiado. Las paredes y casi todos los muebles blancos. Era un lugar bien cuidado por dentro.

Las apariencias engañan.

— Señorita —llamó uno de los hombres que se encontraban adentro. También vestía de negro como todos los que se encontraban allí. Estaban parados esperando un par de chicas jóvenes, tal vez con la misma edad que yo—. Le ofrecemos que deje sus cosas por acá y vaya a cambiarse —dijo con una amabilidad notable. Supuse entonces, que tal vez todas las chicas habían llegado en todas las condiciones en las que lo había hecho yo.

Asentí y lo seguí por un largo pasillo hasta llegar a una habitación pequeña que contenía por lo menos veinte vestidos, todos de color negro, blanco o gris. Les gustaba lo opaco y lo apagado, de eso no cabía duda.

— Gracias —respondí con la misma amabilidad. Él solo sonrió y al instante salió de la habitación.

Mi mirada se posó en un vestido color negro, que demostraba elegancia a mis ojos. Era demasiado hermoso y combinaba con unos tacones demasiado altos que había debajo de los vestidos.

Cuando estuve lista traté de arreglar un poco mi cabello suelto, no era la gran cosa, pero había quedado al menos pasable.

Pasados quince minutos más, estaba con otras diez chicas esperando al igual que yo. Todas demostraban estar felices y se comportaban como señoritas.

Yo, había cruzado un par de palabras con la chica que estaba a mi lado, era bastante amable y dos años mayor que yo. Me había hablado de lo que tenía que hacer adentro, eran como un tipo de "audiciones", eso me había dicho ella. Al escucharla, no pude evitar soltar una pequeña risita, ¿quién haría audiciones para trabajar con uno de los mafiosos más grandes de Estados Unidos? Ésta clase de cosas era lo que hacíamos muchas personas por necesidad.

La chica y yo reíamos mientras estábamos a la espera de lo próximo que pasaría. Según algunos murmullos de los trabajadores de Bieber, él ya se encontraba preparando todo lo necesario para recibir a la chica "elegida".

Pasaron unos cuantos minutos, y entonces, un señor alto y corpulento? entró en la habitación en la que todas estamos esperando. De inmediato, la habitación se quedó en silencio y algunas chicas se pusieron rígidas al instante. Lo único que yo hice, fue sonreír al sentir su mirada fija en mi rostro.

— Chicas hermosas —dijo él. De inmediato reconocí el rostro de uno de los jóvenes mafiosos más peligrosos de Nueva York. Él rió mirando a cada chica de arriba abajo. "Justin Bieber" era realmente guapo. Un joven, según la chica que me acompañaba, de apenas veinticuatro años entrenado por su padre y su tío para hacer lo que ahora hace. Se había convertido en un profesional en poco tiempo. Ahora era por así decirlo, unos de los traficantes de drogas más importantes en todo Estados Unidos, con alianzas de varios países de Latino América. – Demasiado hermosas.... —suspiró y le pidió a uno de los hombres que le acompañaban que le dieran un trago de whisky doble.

Siguió mirando a cada chica con mucho cuidado. Su mirada se había posado en mi demasiado rápido, pues había sido el primer rostro contemplado por sus ojos mieles.

Caminó al rededor de las diez chicas y llegó hasta donde estaba yo.

— Una de mis favoritas —sonrió con amargura y miró mi cuerpo nuevamente.— Me encanta ese vestido negro —sonreí queriendo darle las gracias. Él cogió mi mano e hizo que girara sobre mi eje—. Victoire, ¿verdad? —preguntó por mi nombre, un pequeño rubor se apoderó de mis mejillas al instante. Estaba claro que ya sabia de mi lo suficiente para saber mi nombre completo—. Ven conmigo.

Mis piernas reaccionaron inmediatamente y siguieron caminando a la par con las suyas, siendo los pasos de él más largos, procuré no tardarme tanto en seguirlo.

De inmediato, dos hombres también caminaron detrás de nosotros dos.

Princess of the mafia. [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora