—Hola —dice. Le sonrío con tristeza, desvío mi atención hacia la persona a su lado—. Oh, es Oliver, él es Shawn.

—Ya lo sé —respondo. Lo conozco porque una amiga de Hannah salía con él, Liam y yo tuvimos un encuentro algo violento hace tiempo, pues Oliver intentó besar a la fuerza a Mirian y nosotros la defendimos, ¿es casualidad que ande alrededor de Nat? No lo creo, después de aquello quedó cierto resentimiento—. Te veo después, preciosa.



Dos días después doy vueltas como león enjaulado en los baños del gimnasio, algunos compañeros están en las regaderas, yo estoy en el área de los casilleros observando a Harold, sus ojos parecen pelotas de ping pong siguiéndome.

—Jasmine me dijo algo —murmura mi mejor amigo, quien se retuerce en la banca. Me detengo en seco y lo enfrento, alzo la ceja—. Siento que lo hizo a propósito.

—¿Qué dijo? —pregunto, respiro profundo y exhalo.

—El chico invitó a Natalie a un concierto que dará en la cafetería «Cup» el viernes por la noche. —Aprieto los puños hasta que mis nudillos duelen. Sé cosas sobre Oliver Doms, he escuchado rumores y no voy a permitir que se le acerque más de la cuenta a Nat. No quiero que la mire ni que la sostenga ni que le sonría ni que la invite a salir, mucho menos que bese su mejilla como si tuviera el derecho de hacerlo porque es mi chica. Harold da un aplauso, animado por la expresión en mi rostro, supongo —. ¿Qué vamos a hacer?

—Impedir esa cita. —Sonrío.

Dos de nuestros compañeros salen de las regaderas, tomamos nuestras cosas y vamos a ocuparlas. Cierro los párpados cuando me meto en el chorro de agua tibia.

—¿Cómo lo haremos? —cuestiona Har.

—No lo sé, voy a pensar en algo.

Todos desocupan las regaderas excepto yo porque me quedo perdido en mis pensamientos y el tiempo se va volando. Las cosas entre Nat y yo están demasiado tensas, esta mañana me di cuenta de que estamos en la cuerda floja cuando se negó a mirarme durante la clase de matemáticas, creí que darle su espacio funcionaría, ahora no estoy tan seguro de ello, no cuando hay alguien en medio; y no pienso quedarme pasmado mirando.

Un estruendo me sobresalta.

—¿Hay alguien ahí? —pregunto a la nada, nadie responde.

Me encojo de hombros y termino de enjuagarme, cierro la llave y tomo una toalla para envolverme. Salgo de esa área y me encamino hacia el pasillo de los casilleros para ponerme la ropa que dejé en la banca, no obstante, no hay nada ahí. Frunzo el ceño, estoy seguro de que dejé ahí las prendas, siempre lo hago. Me rasco la frente y abro mi casillero, los párpados se me pegan a la frente al ver lo que hay adentro.

—Pero ¿qué demonios? —Agarro con confusión las prendas femeninas. Hay un pantalón de mezclilla, una playera con un dibujo de unicornios rodeando un arcoíris y zapatos rosados. Luego recuerdo el ruido que escuché mientras me bañaba, una idea descabellada se me viene a la mente, sin embargo, la descarto porque sé que Natalie jamás haría algo así, no a mí, ¿o sí?—. Mierda.

¿Qué hago? Busco con la mirada algo que pueda usar para salir por ayuda, mi teléfono móvil no está en donde lo dejé, así que no puedo llamarle a Harold para que me preste un poco de su ropa. Por Dios, no pienso ponerme estas cosas, quizá pueda asomar la cabeza en el pasillo y hablarle a alguien. Los nervios se concentran en mi garganta pues si alguien me ve en toalla, los directivos lo sabrán y habrá una mancha horrible en mi historial académico, lo mismo sucederá si salgo con la jodida playera.

Miradas azucaradas © ✔️ (AA #1) [EN LIBRERÍAS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora