—Lo hago, Shawn, te juro que te entiendo. Comprendo que has estado enamorado de esta chica por mucho tiempo, es tu amiga, todos saben que es perfecta y yo soy simpática, y a tus padres les agrada, a mí ni siquiera me pudieron ofrecer un vaso de agua —susurro con un nudo en la garganta robándome el aliento.

—No me estás escuchando, Nat, te estoy diciendo que te quiero —dice, todavía sosteniendo mi cara, acaricia con sus pulgares mis mejillas. De pronto, no quiero sentir sus manos tocándome, tampoco quiero que se acerque demasiado.

—No lo creo, lo lamento, pero no puedo creerte ya, Shawn, seguramente ella planea volver con Liam y tú te enteraste, por eso piensas que me quieres. —Shawn niega con la frente arrugada.

—No sé nada de Hannah desde que pasó eso, preciosa, te juro que las cosas no son como las piensas. Por todos los cielos, te quiero, de verdad te quiero. —Sus palabras suenan desesperadas, doy un paso atrás, creo que ya tuve suficiente de esto, ya no quiero seguir escuchando, quiero hacer cualquier cosa menos ver sus ojos. Quiero hacer cualquier cosa menos mirarlo.

—Pero la amas a ella —contesto—. Está bien, Shawn, inténtalo con Hannah, yo haría lo mismo, ¿sabes? Elegiría al amor de mi vida, no al que puede convertirse en el.

Me giro y empiezo a caminar hacia la salida un tanto desesperada, no obstante, toma mi codo y me da vuelta, todo me da vueltas. Se inclina para besarme, muevo la cabeza para que no pueda hacerlo y aplano mis labios tan fuerte que me duele.

Cuando se da cuenta de lo que está pasando, de que lo he rechazado, suspira y cierra los ojos con pesadez. Luce triste, dolido y cansado, quizá le duele haberme lastimado.

—Te lo voy a repetir una y otra vez hasta que me creas —murmura.

Le doy una mirada de pocos amigos antes de sacudirme, Shawn me suelta, yo me doy la vuelta y me voy.




El día siguiente llego más temprano de lo normal, entro al aula de matemáticas para buscar un asiento, no quiero que el destino juegue en mi contra y me amarre a él toda la maldita clase. Encuentro con la mirada un asiento vacío a lado de una chica, me apresuro a sentarme ahí. Ella ni se inmuta, tiene puestos unos auriculares. Suelto el aire que estaba conteniendo, lo único malo es que estoy en la parte de adelante, extrañaré sentarme en mi linda banca del centro. Me siento aliviada cuando todos los asientos a mi alrededor se ocupan, al menos no lo tendré cerca ni podré verlo.

Sé cuándo entra porque siento sus ojos sobre mí todo el tiempo, miro por el rabillo del ojo que se sienta y clava sus pupilas en las mías. Me pongo nerviosa, así que inhalo y exhalo para calmarme. El profesor entra, intento distraerme apuntando los problemas que pone en el pizarrón.

Cuando el timbre suena, soy la primera en levantarme y salir como un rayo del salón.

A la hora del almuerzo, Jasmine y yo nos formamos en la fila para obtener el nuestro. Me la he pasado escabulléndome en los pasillos, sintiéndome como una fugitiva, todo para no topármelo. Llegamos al área donde están las tinajas con la comida, observo todo con el ceño fruncido, miro un caldo que se parece a aquel que le tiré encima a Shawn, ¿por qué todo tiene que recordármelo?

—Esa cosa es horrible, chica cuervo, yo que tú no pedía el caldo. —Busco a la persona que está hablándome y me encuentro con el chico que vi afuera del gimnasio el día de ayer.

—No era cuervo, era zopilote —digo con el ceño fruncido—. No vuelvas a llamarme así si no quieres que te llame chico flamingo delante de todos.

—De acuerdo —contesta soltando una risotada—. No te pongas violenta, Natalie.

Observo cómo sonríe al decir mi nombre, por alguna razón empiezo a sudar, así que le quito la vista de encima y selecciono un puré de papa y un trozo de pollo. Me alejo siguiendo a Jas con rapidez, ni siquiera entiendo por qué me siento a la defensiva cuando ese tal Oliver aparece en mi camino.

Nos sentamos en una mesa, en completo silencio picoteo con el tenedor la masa amarilla de mi plato, entretanto observo por debajo de mis pestañas al muchacho. Es lindo, su altura es como la mía, el día de hoy lleva un gorro gris en la cabeza y una playera con un estampado extraño, parece un chico en onda y relajado. Luego, su mirada verde contacta con la mía, doy un salto y me agacho, empiezo a comer con el corazón a mil por hora porque me ha descubierto espiándolo.

—¿Qué demonios te pasa a ti? —Jasmine se carcajea—. ¿Ahora te gusta enterrar la cara en la comida?

—¿Quién es el chico de la gorra gris que está en la mesa pegada a la pared? ¿Lo conoces? —pregunto, todavía en la misma posición. Ella se queda en silencio, después chasquea la lengua.

—Oliver Doms, creo que es un año menor que nosotras, ¿te acuerdas de la horrible estación de radio que sonaba los viernes por las bocinas de la escuela? Él la dirigía.

Enderezo la espalda, recuerdo eso, ahora entiendo por qué se me hacía conocida su voz. Le doy otra mirada, él sigue mirándome, sus comisuras tiemblan, así que le sonrío.


* * *

Gracias por leer! Si te gusta esta historia no olvides dejar tus estrellitas y comentarios. 

Los quiero un montóooooon, gracias por todo el apoyo. Les muestro un regalito que me hizo @neaekis

 Les muestro un regalito que me hizo @neaekis

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Miradas azucaradas © ✔️ (AA #1) [EN LIBRERÍAS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora