—¡Natalie! Espera, no es por eso. —Ya estoy adentro cuando ella lo dice, doy unos cuantos pasos con las manos puestas en jarras, recorriendo con la mirada todo el sitio, en búsqueda de Greg Fisher, pero lo que me encuentro es muy distinto a lo que estaba buscando.

Me quedo quieta mirando una mesa cerca del escritorio de la bibliotecaria, Shawn está mirando a Hannah, ella está dándome la espalda, él no se ha percatado de que estoy observándolos. No me gusta verlos juntos, eso es un hecho, hace que mi pecho duela porque soy insegura, más ahora que sé que ella lo quiere en su vida. Me molestaría menos si no estuvieran tan cerca, después de todo, Hannah es su amiga y no puedo convertirme en una de esas chicas celosas que controlan todo lo que sus novios hacen, ¿cierto? Y no es mi novio, pero quiero intentarlo.

Doy un paso para ir a saludarlo, pero me quedo estancada en el suelo cuando Hannah se le lanza a Shawn y lo besa. Siento como si una bala me atravesara, no puedo dejar de mirar, incluso sabiendo que estoy torturándome. Respiro profundo porque ella es la que lo ha provocado, así que espero, aguardo para que él la empuje, o se mueva, la rechace, me recuerde; pero no lo hace. Mis ojos se llenan de lágrimas porque Shawn está ahí, siguiéndole el beso. Siento como si los dos estuvieran arrebatándome el corazón para pisotearlo en el suelo.

A pesar de todo creí que Hannah era buena, que le diría solamente y dejaría que pensara, jamás que lo besaría. Es como si se me estuviera resbalando de los dedos lo que hemos vivido juntos, y todo me golpea, empiezo a recordar aunque intento no hacerlo. Se siguen besando, y a mí se me sigue partiendo más y más el corazón.

La mano de Jasmine aprieta mi hombro, parpadeo para que las lágrimas bajen pues no me dejan mirar, y las arrebato lejos de mi rostro.

—Vámonos —susurra mi mejor amiga detrás de mí, no puedo pronunciar palabras porque no encuentro mi voz, tampoco puedo moverme.

Estoy viendo la cara de Shawn mientras la besa, está perdido ahí, seguro feliz porque al final obtuvo lo que quería: a la chica de sus sueños, esa a quien siempre ha amado. Me pongo en su lugar y sé que si él me hubiera besado de la nada le habría seguido el beso porque es mi crush, mi amor platónico, así que lo entiendo, comprendo que la bese, que le guste y que quizá quiera seguir haciéndolo. Eso no hace que duela menos porque de verdad lo quiero, no es una obsesión estúpida como al principio que me la pasaba haciendo dibujitos, eso lo hacía con inocencia, pues jamás intenté acercarme. No obstante, ahora lo conozco, lo he besado, he compartido secretos con él y esto jodidamente duele.

Duele.

Me está destrozando.

Recuerdo aquel día que nos sentamos en las escaleras de mi casa, cuando conoció a mis hermanos, recuerdo nuestra conversación, ese día le pedí que no me lastimara, le dije que me daba miedo que un día se fuera, pero ¿a caso estuvo conmigo alguna vez? Tal vez siempre estuvo pensando en Hannah. Quizá solo estaba conmigo porque no podía tenerla.

Duele como el infierno, como cuando me desperté un día y papá no estaba en su alcoba, tampoco en la cocina leyendo el periódico ni en la camioneta para llevarnos a la escuela.

Duele como cuando me caí de la bicicleta a los doce y llegué llorando con mamá porque había sangre en mi rodilla. Ella me sentó en el sofá y curó mis heridas, quiero a mamá ahora, incluso cuando sé que no hay pomadas para que esto deje de doler.

Duele.

Pero sigo mirando porque todavía guardo esperanza de que va a separarse, de que va a recordar que ayer me besó afuera de mi casa antes de irse. Mi labio inferior tiembla cuando no lo hace, él sigue queriendo a Hannah. Y todo sucedió justo como creí que pasaría, yo solo fui como esas comedias románticas que ves después de caer en un abismo al ver una verdadera película.

Miradas azucaradas © ✔️ (AA #1) [EN LIBRERÍAS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora