- ¿Eso es lo que queréis?- Lexa miró a todos sus embajadores, intentando encontrar una respuesta en sus miradas, que estaban realmente confusas. Sabían perfectamente que aunque la paz se hubiese impuesto, aunque las cosas parecieran ir mejor, los suyos siempre buscarían algo para hacer posible que la sangre llamase a la sangre. Pero no iba a permitirlo. Fuese o no una traidora, seguía siendo Heda. Se tuviese que enfrentar o no a un juicio, ella era la Comandante. - ¿Queréis votar para quitarme la vida a mí o al que ha sido vuestro Comandante durante seis meses? 

    Los embajadores se miraron entre sí, comentando en voz baja y volviendo a mirar a su Comandante con miedo. Cuando se ponía en esa postura, ciertamente imponía bastante, aunque todos allí sabían que no estaba en postura de infundir ningún temor porque quizás, hasta sus propios guardias estaban en su contra. Había traicionado a los suyos, mintiéndoles en algo tan sagrado como es la vida de una Comandante. Había roto la traición de que su espíritu pasase al siguiente, cediéndole su poder a un chico que no había sido elegido correctamente como líder absoluto de los trece clanes. Todo eso era un grave delito para los suyos y era algo que Lexa tenía muy en mente al comenzar a hablar. 

    - Decidme, ¿de que sirve matarme a mí o a Aden? Sí, mi espíritu elegirá un nuevo Comandante. ¿Y entonces qué? ¿Lo empujáreis también para que tome el camino de la sangre y la venganza? ¿Eso es lo que realmente queréis, una guerra entre clanes? 

    La duda comenzó a sembrarse en la sala. Todos los embajadores crearon un pequeño revuelo tras escuchar a Lexa decir aquello. Clarke simplemente, guardó silencio, intentando escuchar a Lexa con toda la atención posible. Ciertamente tenía un don de la palabra que le sorprendía y después de haberla escuchado decir eso, tenía claro porque le aconsejó que esperasen a que las soluciones se presentasen por sí solas. Lexa tenía desde el principio la seguridad que le proporcionaba la postura de Heda. 

    Fue entonces cuando el embajador de la Nación del Hielo se alzó ante ella, abandonando su silla y acercándose con superioridad. Lexa le mantuvo la mirada firme desde el primer momento, intentando dejarle claro que aunque la que se estuviese enfrentando a un juicio fuese ella, no tenía ningún derecho a hacer eso. Pero el tipo continuó avanzando hasta pararse justo a unos metros de la Comandante. 

   - Jus drein jus daun- dijo con firmeza, con una mirada cargada de odio

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   - Jus drein jus daun- dijo con firmeza, con una mirada cargada de odio. Lexa alzó un poco la barbilla, sosteniendo su mirada con dureza. Sabía porqué quería su muerte más que nadie. Ella mató a la Reina de la Nación del Hielo para darle el trono a su hija. Sabía que ese tipo que estaba delante de suya era uno de los amantes de la Reina Nia y sabía perfectamente que haría lo imposible por verla muerta. 

    - ¿Cuánta gente más tiene que seguir muriendo para que comprendáis que la sangre no tiene porqué tener más sangre?- preguntó haciendo oídos sordos a lo que había dicho y dirigiendo su mirada al resto de los embajadores. 

   - Aquí tenéis a vuestra Comandante- comentó él, girándose por unos segundos para mirar a sus compañeros embajadores. - Intentando salvar su vida a cualquier precio. Con engaños y debilidades. 

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