Capítulo cinco - Libertad.

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Me duele la sien y siento la boca del estómago obstruida, me arde, tengo acidez. Reconozco el olor inmediatamente, este olor se está volviendo tan común como el mío propio. Abro los ojos un poco y puedo distinguir el celeste que está cubriendo las paredes. Volteo la cabeza un poco, a pesar de que me duele con solo respirar, y puedo reconocer una figura familiar recostada en el sillón color crema que está contra la pared. Suspiro; tengo que salir de aquí y encontrar a Harry, tengo que ver cómo y dónde está, pero creo que tendrá que ser después, porque en este momento estoy tan molida que ni siquiera estoy segura de poder respirar. Hago mi mayor esfuerzo y me apoyo en mis manos, para recostarme mejor y quedar sentada, el movimiento despierta a la tía Susan y se levanta rápidamente para acercarse a mi cama.

--Oh, Lisa. Gracias a Dios despertaste. Estaba tan preocupada --dice y me toma una mano, yo la miro inexpresiva.

--Hierba mala nunca muere, tía --murmuro después de unos segundos y levanto una de las comisuras de mi boca en una media sonrisa.

--Muy graciosa --dice y finge una risa.

--¿Dónde está Harry? ¿Está bien? --pregunto; el temor me está matando.

--Él está bien... --dice-- Lisa... tú le salvaste la vida --menciona con un tono de admiración y a pesar de todo, no me siento como una heroína, porque sé que hice lo que tenía que hacer y que cualquier persona habría hecho lo mismo. No digo nada, no me muevo, ni siquiera estoy segura de estar viva en este momento--. Volveremos a casa lo más pronto posible, ¿sí? No más hospital --dice y sigo con la misma serenidad que antes. Ella solo me ha dejado volver a casa porque el hospital está hecho cenizas, sino, volvería derechito allá.

--De acuerdo --susurro.

--Debo ir a buscar al doctor --dice, retirándose. El sonido del aparato que marca los latidos de mi corazón me está taladrando la cabeza, entonces estiro la mano y aprieto todos los botones que tengo a la vista. El sonido se vuelve cada vez menor para finalmente, callarse.

La paz que inunda la habitación es agradable; cierro los ojos y respiro tranquilamente. Escucho murmullos fuera e incluso se logra apreciar los llamados que les hacen a los funcionarios del hospital por el alto parlante, pero me desconecto, me desconecto de todo sonido en el exterior y me concentro en el latido lento de mi corazón. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete... La puerta se abre e inmediatamente abro mis ojos. Un hombre corpulento de unos treinta años entra y se acerca, me hago para atrás instintivamente y se me seca la garganta.

La tía Susan entra.

--Oh. No, Doctor Zukkerman, a Lisa le incomoda mucho la cercanía de la gente --explica y el tal Zukkerman retrocede. Me relajo un poco, pero no bajo la guardia.

--¿Cómo se supone que la revise entonces? --¿No se supone que usted ya debía haber pensado en eso, gusano?

--Vaya doctor --susurro solo para mí mirando hacia otro lado.

--¿Disculpe? --pregunta el hombre con una ceja enarcada.

--Que si quiere busque a una doctora o algo por el estilo --sugiero llevando mi mirada de tía Susan, a la cara del genio de la medicina aquí presente.

El hombre da media vuelta y sale sin decir nada más.

--Que humor... --murmuro.

--¡Lisa, compórtate! --me reprende mi tía.

--No es mi culpa que el Doctor cara-de-Ken tenga ese carácter --respondo.

--Lisa... --dice de nuevo con un dejo de advertencia en la voz.

--Bueno, bueno --digo levantando mis dos manos en forma de rendición.

Un unos treinta minutos después entra un mujer; es la doctora sustituta, ya que tiene la bata blanca puesta. Lleva el cabello amarrado en una cola de caballo y sus ojos color miel me miran con interés. En realidad, me da miedo. Sus pómulos están rosados y las cejas delgadas. Me sonríe y yo trago, porque siento que el Guasón acaba de encontrarme.

11 maneras de morir.Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang