Capítulo treinta y nueve - El chico inglés.

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No siempre fui así de imbécil. Hubo un tiempo en el que tenía amigas y era invitada a pijamadas, donde dejaban que me trenzaran el pelo e incluso yo les trenzaba el cabello a ello. Recuerdo a Melanie Jackson, mi mejor amiga por siempre en el mundo mundial; éramos uña y mugre. Tenía el pelo rubio, largo y suave, como una princesa; así la llamaba su madre. Todos las amaban, era la niña más dulce y simpática que jamás he conocido, era demasiado perfecta para ser mi mejor amiga, porque yo era la niña que cambia de carácter con rapidez, era insolente y parecía como si tuviera un limón en la boca todo el tiempo. Supongo que en realidad la genética si golpea fuerte y en mi caso, lo había hecho con todas las ganas del planeta.

Después de todo, Melanie se había ido de la ciudad y nuestro por siempre había sido más corto de lo que pensábamos. La única relación tan cercana que he tenido desde entonces, ha sido Ryan. Él se fue metiendo, poco a poco y cuando me enteré ya estábamos sentados en la sala viendo películas de Indiana Jones.

-¡Uno, dos, tres! -escucho gritar a Fanny. Salgo a toda velocidad moviendo las piernas arriba y abajo. Oigo mi respiración rítmica. Probablemente el sentimiento de poder estar en control de todo cuando nado, es la razón por la cual me encanta. Segundos después, doy vuelta con una facilidad casi innata. Cuando llego al otro lado y me quito los lentes, puedo ver a Ryan nadar el último par de metros.

-Hice lo mejor que pude... pero contigo no... se puede -dice entrecortado, recuperando el aliento.

-Es lo mejor que hago -digo arrugando la nariz. Ryan sonríe negando con la cabeza.

-¡Choca esos cinco por ser la campeona de hoy! -grita Fanny estirando su brazo hacia mi. Le choco la mano con una sonrisa.

-¿Una zambullida antes de irnos? -le pregunto a la nena y ella asiente con euforia.

Fanny se sienta en la orilla de la piscina para que yo la pueda agarrar y meterla. Tiene puestos los flotadores pero pronto no los necesitará más. Tía Susan nos había prometido que durante las vacaciones iríamos a pasear por las playas de Florida, entonces Fanny se puso el objetivo de aprender a nadar y hemos estado practicando desde entonces, se ha vuelto muy buena y a pesar de que yo me negaba a soltarla al principio, ella ahora no deja que la toque, con la condición de que se mantendrá cerca y no se quitará los flotadores.

Cuando salimos de la piscina, tomo a Fanny de una mano y ella de inmediato coje a Ryan con la otra. Le cae bien y eso a veces me pone nerviosa, porque cuando a mi prima le gusta alguien puede hablar por horas de cualquier cosa, desde la mínima tontería hasta cómo salvar al mundo, lo cual a Ryan le encanta porque él es exactamente igual, pero todavía hay muchas cosas de nuestra vida que no sabe y quiero que se quede.

-A ver, ¿qué quieres cenar? -la interrumpo mientras comenta sobre como una de sus compañeras hoy llevó a su mascota a clases y todos los niños estaban encantados con el gato Misti y no sé qué.

Fanny me ve con los ojos azul brillante. Yo conozco esa mirada mejor que nada.

-Fanny, no. A mamá no le gusta que le desobedezcas -digo negándome rotundamente a su plan malvado de comer hamburguesas con papas fritas y refrescos extra grande.

Tía Susan tenía que trabajar hasta tarde hoy y me había dejado a cargo de Fanny por la tarde. La jefa de la casa estaba muy en contra de ingerir hamburguesas a cualquier hora del día, porque causaban enfermedades crónicas. Como hoy no estaba, Fanny creía que podía salirse con la suya.

-Lisa, por favor... -reniega adorablemente, utilizando de nuevo la mirada.

-Fanny, no comeremos hamburguesas -advierto.

Menos de un segundo después mi prima se voltea hacia Ryan y lo mira con la misma mirada persuasiva; yo no lo puedo creer. Ella tiene pensado en su pequeña cabeza de siete años convencer a Ryan de estar a bordo con la mentira.

11 maneras de morir.Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora