Capítulo diez - Curiosidad peligrosa.

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Estoy acostada en mi cama con dos edredones encima, la cabeza me vibra tanto que parece que fuera a explotar, respiro por la boca ya que mis fosas nasales están completamente tapadas por los mocos, es por eso que tengo una caja de pañuelos desechables a mi lado y hay una bandeja con un caldo de verdura sobre mis piernas. Tía Susan se había puesto más histérica de lo normal cuando se dio cuenta de que me había mojado todo el camino de vuelta a casa. No había mencionado mi temprana huida de la secundaria, ya era suficiente estrés para ella con todo lo de la enfermedad.

--Terminé --digo después de haber comido dos cucharadas, máximo.

--No, señorita. Vas a comerte todo --niega mi tía que está sentada en el borde de la cama supervisando que me alimente; pero en serio no quiero, las ganas de vomitar todo lo que en consumido me entran y hago una mueca de asco mientras estiro los brazos entregándole la bandeja.

--En serio, no me apetece --digo y tía Susan suelta un suspiro de cansancio tomando los utensilios.

--Lisa, tienes que comer. ¿Quieres que te prepare un chocolate o un té? --me pregunta pero yo niego con la cabeza.

--Estoy bien así tía. Gracias --murmuro mientras me vuelvo a acomodar bajo las cobijas.

--No te duermas todavía, que es hora de tomar la medicina --dice tía Susan saliendo. En realidad, no tengo la intención de dormirme, pues la insistencia de los sueños horribles me hace perder las ganas de dormir de inmediato. Esto que está por ocurrir es la peor parte, el remedio tiene un sabor a chicle añejo y huele peor que el moho.

Minutos después la tía entra con un frasco color blanco y una cuchara en la mano, yo arrugo mi nariz con expresión de disconformidad.

--No pongas esa cara, tienes que tomarlo --advierte antes de que arme una escenita para ingerir el jodido jarabe-- Abre la boca --ordena sosteniendo la cuchara llena de líquido rojo en frente de mi rostro. Suspiro y obedezco a su petición. Tengo que apretarme la nariz con los dedos y siento dónde el líquido viscoso me atraviesa la garganta.

--Joder, esto es muy asqueroso --me quejo aun apretando la nariz después de haber tragado, luego estiro un poco la mano para agarrar la botella con agua que hay a mi lado. Tomo un poco quitándome ese sabor horrendo.

--Lisa, no seas tan dramática. No sabe tan mal--señala tía Susan; pero no sabe de lo que habla, estoy segura que jamás ha probado una cucharada de aquél jarabe revive-muertos. Cuando la puerta se cierra y me quedo completamente sola, me acurruco en los edredones de nuevo y ojeo una de las revistas que mi tía me ha traído para mi entretenimiento, aunque no hay nada sobre la cocina, la ropa cara y el maquillaje que me pueda interesar.

Después de aburrirme unas cuantas horas con las revistas inservibles, el revoltijo en el estómago se ha disipado y el dolor en la cabeza no es tan fuerte. Al parecer, estoy mejorando, lo cual debe de ser bueno, porque después de una semana de estar en cama quiero salir corriendo de aquí.

****

--Escucha estúpida, no creo que quieras saber lo que haré si das un paso más --dice aquella voz, me volteo y entonces miro su figura por primera vez. Tiene la cara cubierta por una máscara, el cabello que se destaca es negro como la noche, la piel de los brazos está llena de tatuajes con imágenes horripilantes que se contraen mientras me apunta hacia la cabeza con una pistola. Mi corazón se detiene y un escalofrío me atraviesa todo el cuerpo cuando él carga el arma ante mis ojos. Trago con dificultad y él estira una de sus manos hacia mí para que la tome, yo en cambio le doy una mirada que refleja asco-- Vamos, Marie. Sé una buena chica y prometo que me pensaré dejarte con vida --amenaza disimuladamente, o tal vez no. Camino hacia él con lágrimas en los ojos y un nudo en la garganta.

11 maneras de morir.Where stories live. Discover now