Capítulo cuatro - No puedo respirar.

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Cuatro pares de ojos me miran como si fuera un bicho raro, un extraterrestre que ha venido a invadir la Tierra. No debí haber abierto la boca, no debí. Después de cuarenta minutos exactos, porque los conté en mi mente, la Señorita Norman se aclara la voz y se acomoda los anteojos para hablar de nuevo.

--Muy bien, ahora que hemos recordado lo que nos gustaba hacer, vamos a hacer esas cosas durante esta semana. Esa será su trabajo --No, no y no. Esta mujer se va quedar esperando sentada, porque no pienso volver a nadar. Nunca más, punto--. Eso es todo por hoy --dice y me levanto para caminar fuera del salón.

****

--¿Por qué no la dejamos libre? --escucho como la voz de un hombre pregunta. No puedo ver nada, me han puesto una venda en los ojos que huele tan mal que me da náuseas.

--Cierra la boca, no vuelvas a mencionar eso --dice otra voz, reprendiendo.

--De acuerdo --responde tímidamente la primera voz.

Me duele la espalda, tengo los brazos y las piernas acalambrados por estar en la misma posición, me duelen las muñecas y los tobillos porque las tengo atadas a una especie de cama, la cual no debe estar en muy buenas condiciones porque rechina hasta cuando respiro, si es que lo hago. Cada vez que inspiro, un olor a moho y ácido me llega a la nariz, huele añejo y pesado. Muchas veces se siente movimiento debajo del colchón y es seguro de que son ratas, pero no lo pienso mucho, porque si no vomitaría allí mismo.

Escucho una puerta abrirse y luego pasos pesados. Uno, dos, uno, dos. Son sigilosos. No pasan tres segundos cuando siento una mano en mi pie. Me sobresalto y mi respiración se acelera. Es él; el tipo que me ha estado hablando en el oído los últimos tres días. Su aliento me da asco y siento escalofríos.

--Hola, Marie --dice acariciando mi mejilla. Yo tiemblo y me alejo bruscamente. Me ha estado llamando así desde que llegamos, aunque no entiendo por qué--, no te pongas arisca conmigo, bonita --dice tomándome de la barbilla con tanta fuerza, que en algún momento la escucho crujir. Yo gimo.

Ahora lo siento más cerca, su respiración me choca en la mejilla. Como no he comido en tres días no puedo devolver nada, pero estoy segura que si tuviera algo en mi estómago estaría vomitándolo ahora mismo. Respiro aceleradamente cuando siento algo áspero rozar el lado izquierdo de mi cara.

--No quiero que temas esta noche... Porque esta noche, va a ser especial para todos...

Y me despierto en un grito aterrado, el sudor me corre por la frente y estoy temblando. Y es aquí, dónde me quiero matar, quiero acabar con esto. Me levanto de la cama rápidamente y levanto el colchón. Ahí está la bolsa, la tomo y saco el papel. Tengo que comenzar a pensar en cuándo voy a intentar otra vez. Porque no puedo más. Estoy desesperada.

8. Morir de una sobredosis.

No, esa no. Ya lo intenté.

9. Morir atropellada.

Necesito salir de aquí, lo necesito ahora mismo.

Trato de calmarme porque sé que no voy a poder irme hasta dentro de un mes, tengo que mantener la compostura porque la cordura ya la he dejado botada no sé dónde. Tal vez, si me porto bien, me sacan más rápido. Eso pasa, cuándo tienes buen comportamiento te dan derecho a unas vacaciones, pero en los casos en los que deben estar internados por poco tiempo como yo, los dejan salir. Tienes que calmarte, Lisa. ¡Tienes que calmarte!, me exijo a mí misma.

Comienzo a pasarme fuertemente las manos por la cara, dónde aún siento el tacto de él. Me siento asquerosa. Tengo que salir de aquí. Miro hacia el reloj, son las cuatro de la madrugada. Tampoco es tan temprano. Camino hacia la puerta y en menos de dos minutos estoy caminando en la recepción. Doy pasos de allá para acá, puesto que estoy encerrada entre las paredes de vidrio.

11 maneras de morir.Место, где живут истории. Откройте их для себя