11 maneras de morir.

Capítulo veintiséis - Tú y yo en una aventura.

El negro del vestido es insuficiente para demostrar lo que siento. Todo parece insuficiente. Las lágrimas ya no salen, he llorado desde que me enteré y aun así no puedo sacar todo el dolor.

Una mano se mueve de arriba abajo en mi brazo, pero eso tampoco es suficiente para hacerme sentir mejor.

Nos ponemos de pie cuando el sacerdote lo indica y el coro canta una canción demasiado triste. Minutos después el padre de Harry y otros familiares se acercan al cofre para levantarlo, cuando observo bien la caja, recuerdo que Harry había mencionado que quería un cofre de madera brillante; fue una de esas veces en las que nos poníamos a hablar de la muerte, de que cómo queríamos que fuera y en lo que esperábamos que hubiera “del otro lado”. Estoy segura que mi amigo estaría satisfecho con su cofre, es exactamente lo que él describió aquella vez.

Después de despedirnos de los padres de mí amigo y de que ellos nos agradecieran treinta mil veces por haber ido y por haber ayudado siempre a Harry, tía Susan  y yo nos subimos al Honda azul para partir a casa, no quiero ir al cementerio, estoy cansada y seguramente escuchar el llanto de tantas personas me va a poner mal, así que regresamos en completo silencio.

Cuando tía parquea el auto, yo salto hacia fuera y camino sintiendo las piedrillas que hay debajo de mis pies, puesto que las sandalias negras no tienen una suela gruesa. Espero a que tía Susan abra la puerta y corro escaleras arriba hasta mi habitación, donde me encierro el resto de la tarde pensando en nada.

A eso de las seis de la tarde, Fanny hace presencia en mi habitación con un emparedado de mantequilla de maní echo por ella y una caja de jugo.

——Me ha dicho mamá que estás triste hoy ——dice con su voz angelical desde el umbral con la bandeja en las manos. Sonrío de medio lado y muevo mi mano para que se acerque.

——Ven aquí, mi nena ——digo levantándola desde la cama y luego sentándola junto a mí——. ¿Esto es para mí? ——pregunto refiriéndome a la comida, ella asiente eufóricamente moviendo su cabeza rubio que está recogido con una diadema negra que combina con su pantalón del mismo color y una camisa de botones celeste. Cojo la bandeja y la pongo sobre mis piernas——. ¿Qué te parece si compartimos este delicioso emparedado? ——digo tragándome el nudo que tengo en la garganta.

——Yo ya comí, estoy llena hasta aquí ——dice levantando un dedo y colocándolo debajo de su barbilla.

——De acuerdo ——digo riendo un poquito, y a pesar de que no tengo nada de apetito, cojo el emparedado y me lo como, solo para verla feliz.

Cuando he terminado de comer, Fanny me pide que le lea uno de los cuentos que hay en el mueble de la computadora, lo hago y a eso de las ocho, tía Susan sube a mi habitación para recoger los utensilios y llevarse a Fanny porque es hora de dormir, la niña se tira a mis brazos y me da un “abrazo de oso”, como ellas los llama, para luego irse.

Como es obvio, no podré dormir esta noche, así que enciendo la computadora y me pongo a ver series en internet.

Cuando se ve que comienza a aparecer luz afuera, me meto en el baño y me doy una ducha. Me pongo un buzo gris y una sudadera del mismo tono sobre el vestido de nadar para luego agarrar la mochila con la toalla, ponerme un par de zapatos deportivos y saltar por el balcón. Corro hasta el polideportivo de siempre, tiro mi bolso en una esquina, junto con mi ropa y de un salto, sin pensármelo mucho me lanzo de clavado al agua. Mis brazos golpean el agua con enojo, todo el que he contenido durante este tiempo. Estoy enojada porque Harry no tuvo una segunda oportunidad, estoy enojada porque aquella vez que lo saqué del incendio no fue suficiente, para más que nada estoy enojada porque Harry, quién tenía todas las intenciones de vivir se ha ido y yo sigo aquí.  Después de unos minutos de nadar de allá para acá, me quedo quieta conteniendo la respiración, sumergida en el agua, de alguna manera tratando de averiguar los misterios de mi vida.