Capítulo treinta y cinco - Buenos y malos momentos. PARTE 1.

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Hay una frase que dice que todo estará bien al final, que si no está bien, es porque no es el final. Parece que los buenos momentos no duran nada o al menos no para alguien con mi suerte. Lo cual, de acuerdo con la oración anterior probablemente quiera decir que mi final está bastante lejos.

El buen momento. O al menos así me gustaría categorizarlo ya que no tengo muchos de esos en mi vida.

Espero el autobús impaciente, golpeando mi zapato contra el concreto, escuchando la radio local saludar a los oyentes que atrapados en las largas filas de tráfico, gastan su dinero para que los locutores lean su nombre o el de su madre. Cambio la emisora harta ya de tanta babosada.

Veo al Señor Laredo doblar en la esquina de mi cuadra, por fin. Me pongo de pie y camino hasta el borde de la calle para que me pueda ver, el bus estaciona justo frente a mí, me subo y sin dedicar ninguna mirada a nadie más que al conductor, me dirijo hasta el último par de asientos, lo cuales ocupo. Me deslizo hasta estar contra la ventana y coloco mi mochila en el sillón de la par.

Una cabeza se balancea rápidamente, Ryan llega corriendo, se sube al transporte y camina hasta atrás. Cuando está lo suficientemente cerca me sonríe, sus ojos achinados, el pelo más oscuro por lo mojado, lleva puestos un par de pantalones de mezclilla junto con una camisa blanca y una chaqueta de gris de tela ligera, los audífonos rojos están guidando de su cuello.

——Hola ——saluda con la voz ronca cuando se sienta en el par de asientos que hay en la otra fila.

Su pelo está en punta, ni siquiera ha tenido tiempo de peinarse, pero claro, eso a él no le importa mucho, no es como si se lo cepillara cada día.

——Hola ——sonrío de vuelta.

Una idea me cruza la cabeza.

Tomo mi mochila y la meto en el  espacio que hay entre mis piernas y el asiento de en frente.

Lo miro, Ryan está revisando algo en su teléfono. Me estiro hasta que logro tocar su brazo, vuelvo a mi posición vertical inmediatamente, él me mira con el ceño fruncido.

Doy un par de palmaditas al asiento cubierto de un material negro, acto seguido él se ríe negando con la cabeza y de un salto se pasa de campo.

La última vez que estuvimos así, yo tuve un ataque de pánico, es extraño ver como todo ha cambiado, sentir lo que siento al saber que él está junto a mí, existe una diferencia grande entre lo que solía ser en ese entonces y lo que soy ahora, eso es seguro.

——¿Cómo has estado? ——cuestiona a pesar de que nos vimos ayer.

——En las diez horas que hemos pasado separados... No me puedo quejar ——contesto. No es la clase de respuesta que tengo la mayoría de tiempo en mi cabeza. En realidad es una frase que nunca pensé que diría, mucho menos a un chico.

Ryan suelta una carcajada y se acerca a mí; no me aparto. Me da un beso en la sien y vuelve a hablar.

——Quiero darte algo, ¿puedes venir a mi casa hoy por la tarde? ——dice sacando un cuaderno de su bolso, luego saca un lapicero y comienza a escribir algo. Me mira esperando una respuesta, asiento.

Recuesto mi cabeza contra el respaldar y le dedico una mirada, él me observa también.

Es bueno en esto, en comunicación con la mirada, quedarse callado y solo escanear. Sus ojos hoy están más oscuros.

——Entonces, cuando un león se come una cebra, ¿qué es eso? ——lee.

——¿Depredación? ——trato de responder, sin embargo no es que haya puesto más atención en biología de la que he puesto en química.

11 maneras de morir.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora