Combate.

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Combate.

Nadie podría negar que esos dos eran omega e hijo, eran dos monstruos en la batalla, tan agresivos como mortales, aunque nunca hubieran pensado que el dios Hefesto, el dios de la herrería podría comportarse de aquella manera.

Quien había estudiado, entrenado y practicado cada rama de combate que pudo encontrar, necesitaba defenderse, además de proteger a su cachorro, sin mencionar que le gustaba la violencia, tal vez por eso estaba prendado del dios Ares.

De los alfas de Radamanthys, el único que no le había visto peleando era Aspros, él había perdido la vida durante la guerra, cinco años antes al menos, y cuando era el patriarca oscuro no se enfrentó a él, ni siquiera pelearon en el mismo campo de batalla.

Pero al verle pensaba, que se había vuelto a enamorar de su dragón sin importar de qué color fueran sus escamas, era hermoso en la batalla y amaba ser uno de los alfas que había elegido a su lado, quienes iban a pelear a su lado, para defenderlo.

Degel se sentía algo solo, estaba acostumbrado a pelear en compañía de su amado Kardia, sin embargo, cuál fue su sorpresa cuando Hasgard e Isaac acudieron a su lado, para brindarle ayuda de necesitarla.

Hasgard al ver la sorpresa de Degel, simplemente sonrió, golpeando a uno de los demonios con su puño cerrado, sonriéndole al omega solitario de momento, que también era uno de sus amigos, uno de sus aliados, Kasa les había enviado y no iban a permitir que le hicieran daño.

-Kasa está muy preocupado por ti...

No era solo por ello, sino porque era su aliado, pero eso Degel ya lo sabía, al menos eso era lo que deseaba creer, recibiendo un asentimiento del copo de nieve, que seguía peleando sin tregua, protegiendo el santuario, así como los habitantes de Rodorio.

-El es una buena persona...

Degel podía ver que se había enamorado perdidamente de ese chico albino, con quien pudo cruzar algunas palabras antes de la guerra, cuando fueron secuestrados, el era amigo de Radamanthys, por lo que podía ver y tal vez, el dragón de Buda, era mucho más astuto de lo que le habían dado crédito.

-¿Por eso envió a dos de sus alfas a cuidarme?

Asi era, por esa razón les había enviado a cuidarlo, porque él era una buena persona y ellos eran sus aliados, eran sus hermanos, los siete omegas deben cuidarse entre sí, aunque debería decir ocho omegas, de los que siete ya estaban embarazados, pero aun así peleaban en la guerra.

-Si, además, yo también soy tu aliado.

Al mismo tiempo Kasa, Krishna e Io, atacaban coordinados, sin mostrar piedad a sus enemigos, con ellos estaba el joven Teneo, cuya protección el albino la había tomado como algo personal, era un muchacho, no debía sufrir ninguna clase de daño.

Veronica y Albafica usaban sus habilidades combinadas para proteger al santuario desde dentro, Athena oraba, creando una barrera alrededor del santuario, al mismo tiempo que los ancianos maestros, Sage y Hakurei, señalaban a sus soldados a donde atacar, peleando a su lado, dándoles fuerza, seguridad.

Albafica hubiera deseado acompañar a Manigoldo al Inframundo, pero conocía bien cuáles eran sus deberes y la fuerza del dios de la muerte no violenta, su amado estaba a salvo, era fuerte, era astuto, era un soldado sin igual, que podría llegar a ser un patriarca.

Veronica luchaba sin piedad, atacando a las huestes enemigas con sus abejas, sus avispas y sus insectos, pensando lo mismo que la rosa, le hubiera gustado luchar en compañía de Manigoldo, acompañarlo al Inframundo, pero su cangrejo era fuerte, él estaba siendo acompañado de Thanatos, debía confiar en el.

El Cáliz de Hera.Where stories live. Discover now