Castigo.

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Castigo.

Aspros estaba sentado en un cómodo sillón en un espacioso cuarto, en una biblioteca, siempre le había gustado leer todo lo que llegaba a sus manos, pero no podía concentrarse, recordando la última conversación que tuvo con su diosa, quien fue a visitarlo al templo que cuidaba su hermano.

-Radamanthys es conocido como un asesino de leones, en cada una de las guerras se ha manchado las manos con su sangre, pero lo que muchos no conocen, es que el ha sido aliado de varios géminis, que siente predilección por aquel nacido bajo la estrella de la desgracia.

El quiso hincarse frente a su diosa, sintiendo dolor y vergüenza al saber que él era la estrella de la desgracia, pero no pudo, ella no se lo permitió, colocando una mano en su hombro con delicadeza, evitandoselo, recordaba que en algunas ocasiones Radamanthys le había brindado su ayuda a ese santo dorado en particular.

Aspros era hermoso, era astuto y era poderoso, él había servido a la familia Walden, en donde Athena pensaba podía comenzar a buscar a ese espectro, uno muy importante en la guerra y al que deseaba arrebatar del ejército de su enemigo.

Ella no era ajena al deseo y podía verlo en la mirada de su amigo, del santo dorado de expresión angustiada, temeroso de caer en los brazos del enemigo, recaer en sus viejas prácticas, pero según las reglas de ese ritual, si Radamanthys le aceptaba a su lado, ella tendría otro santo, sino dorado, algo parecido a eso, tal vez un guerrero como lo era Hakurei o Albiore.

-Desear no es un pecado Aspros, así que ve por él, acude con ese hermoso omega, sedúcelo, atraerlo a ti, tienes mi permiso.

Aspros no deseaba caer, no quería regresar a ser el hombre que fue en el pasado, pero al escuchar las palabras de su diosa, que le permitía perseguir a ese soldado enemigo, pensó que eso era un acto de justicia.

-Señor caballero.

Aspros cerró el libro en sus manos, para ver a Chris, que se había tomado demasiado personal el que pudiera otorgarle una oportunidad para acercarse a Radamanthys, que era su primo y la detestaba.

-Déjeme presentarle los disfraces que usted y Radamanthys utilizaran, hacen juego...

Aspros la siguió en silencio, esperando que el dragón de Hades quisiera asistir a ese festejo en su honor, observando con detenimiento ambos trajes, que se veían hermosos, imaginando a Radamanthys con esa ropa, que tuvo que tocar para asegurarse que era tan etérea como la imaginaba, aunque lo que mas le gustaba era el antifaz, uno negro, con algunos motivos morados y rosas, al igual que su armadura.

-¿Le gustan estos trajes?

Aspros no iba a usar ese disfraz, estaba seguro que Radamanthys tampoco lo haría, pero esos antifaces, uno negro y otro dorado, esos si los iban a portar, así que asintió, con una sonrisa, tratando de no pensar en esa música o ese espectro danzando en sus brazos.

-Son hermosos...

Fue su única respuesta, viendo entonces los disfraces que estaban hechos para Valentine y para ese otro omega, el de cabello blanco, esos también eran hermosos, pero no tanto como los que no iban a usar, ni se veían tan impresionantes como sus antifaces.

-Estos antifaces, son perfectos.

No sabía como Radamanthys iba a vestirse, si trataría de presentarse con algún traje negro o con esa apariencia salvaje que tanto le gusto, el usaría su traje de viaje, uno negro, con camisa blanca de olanes, así como un pañuelo, sin duda se verían fuera de lugar, pero no le importaba demasiado, eso era lo que esperaba.

Quería que todo el mundo pudiera verlos, especialmente aquel espectro de cabello rosa, ese Valentine, deseaba mandarle un mensaje, ese espectro sería suyo.

El Cáliz de Hera.Kde žijí příběhy. Začni objevovat