Traición.

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Traición.

Hefesto había regresado a la cama y de nuevo dormía plácidamente, todo el tiempo observado por Afrodita, quien le miraba de una forma casi maternal, algo que no entendía Ares, quien debía ser reclutado por la diosa del amor para Zeus, no para la diosa Athena.

-Tu nunca has sido amable con él, porque lo estas cuidando ahora.

Afrodita cuando fue forzada a casarse con Hefesto, le odio, porque lo considero espantoso, un alfa demasiado feo por todas esas marcas cubriendo una buena parte de su cuerpo, que le causó demasiado asco.

Cuando supo que era un omega le pareció mucho más indignante todavía, ella, la diosa de la belleza, del amor y la lujuria, desposada con un omega herrero, un omega joyero, que la aburría hasta el cansancio, especialmente por esas muestras de afecto que le daba.

Pequeños regalos, objetos que creaba con sus habilidades y en cambio, ella estaba perdidamente enamorada de Ares, el epítome de la belleza masculina, un dios furioso, con un carácter contrario al que tenía Hefesto.

Ella le era infiel, tenía sexo con cualquiera, demasiadas veces tuvo sexo con Ares en sus templos, en el Olimpo, aun en el templo que habitaba Hefesto creando artilugios para los dioses, la unica razon por la cual estaba vivo, todos lo sabían, porque su madre lo lanzo del Olimpo, tratando de matarlo, pero en vez de eso aprendio ha realizar sus tareas.

Cuando ocurrió su treta con la red, fue el momento en que tocaron fondo, ambos comenzaron a transitar su propio camino, ella era mucho mayor que Hefesto y encontró divertida la humillación que sufrió a causa de eso.

Afrodita casi no le veía y él había dejado de buscarla, encerrándose en su taller, optando por crear maravillas que ayudaban a los humanos a matarse, después de todo, él sería el dios de la ciencia, el que según recordaba estuvo presente durante varias guerras.

-El me salvo...

Pronunció ella, acariciando su frente con sus dedos, frente a la mirada de Ares que cruzó sus brazos delante de su pecho, ladeando la cabeza molesto, eso no le decía demasiado.

-Zeus iba a violarme, pero él me defendió...

Fueron sus palabras, recordando lo sucedido aquel día, el dolor que la centella le provocó, a Zeus tratando de violarla, en el templo donde habitaba Hera, su desesperación y su llanto, pero, también recordaba que Hefesto escuchó sus gritos, sus llantos e intentó socorrerla, usando su martillo, con el cual una ocasión pudo rompeler la cabeza al dios del trueno.

Hefesto que era muy fuerte le hizo algo de daño, a la altura de su espalda, unas quebraduras en su cuerpo inmortal, como si fuera un objeto de cerámica, sin embargo, Zeus era por mucho más rápido, tanto que evitó que fuera golpeado una segunda ocasión, sosteniendo el mango del martillo con una sola mano.

-¡Eres un maldito estupido!

Fue su grito, golpeando a Hefesto con sus puños, quién resistió el daño mirandolo asustado, pensando que esta vez no iba a sobrevivir, tratando de apartarse de ese sitio, alejarse de la ira de Zeus, escuchando los pasos de Hera a las espaldas de su esposo, mirandola con desesperación.

-¡Madre! ¡Ayúdame!

Susurro asustado, arrastrándose, viendo como su madre, la diosa Hera, en vez de ayudarle al ver que Afrodita estaba malherida, que su esposo había tratado de violarla, le atacó, en vez de ayudar a su hijo o atacar a su esposo.

Afrodita apenas podía moverse, tratando de ponerse en pie, pero detuvo sus movimientos cuando vio que Zeus olisqueaba el cuello de Hefesto, que yacía sangrando en el suelo, mirando a su madre desesperado, quien de nuevo la atacó usando su cosmos, destruyendo sus mariposas.

El Cáliz de Hera.Onde histórias criam vida. Descubra agora