Lluvia de sangre.

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Lluvia de sangre.

De pronto, comenzó a llover a mitad de aquella discusión, una lluvia atípica que no debería suceder en esa época del año, gotas de sangre que comenzaron a pintar el suelo de rojo, Manigoldo fue el primero en salir del templo de Virgo, estirando la mano, después lo hizo Radamanthys, recordando que esas lluvias eran un presagio del dios Zeus, el que auguraba una masacre, un acto funesto.

-Sangre...

Susurro extendiendola entre sus dedos índice y pulgar, sintiendo como algunas otras caían sobre su rostro, así como el cuerpo de Manigoldo o cualquiera de los que estuvieran allí afuera, observando con horror las piedras blancas pintadas de carmesí.

-Esto es sangre...

Manigoldo asintio, era una lluvia de sangre y no sabía cual era el significado de esa lluvia, mas alla del miedo que deseaban instaurar en sus corazones, observando el cielo que iba oscureciendose, como si estuviera llenandose de cenizas, haciendo que la lluvia cambiara de color, ya no era roja como la sangre, sino, negra como el carbon.

-¿Qué es esto?

Unas gotas cayeron en la mano de Radamanthys, que dio dos pasos, alejándose del templo, escuchando de pronto la voz de Degel, que tomandolos a ambos de los brazos, les hizo retroceder, para que no fueran mojados por esa lluvia.

-Es veneno... es alguna clase de contaminante... y la otra lluvia, no era sangre, eran minerales... algunos teóricos piensan que son las arenas del desierto empujadas por el viento...

Radamanthys limpio las manchas de sus dedos en su ropa sin mucha ceremonia, observando fijamente a Degel, él era un soldado, un guerrero, pero podía ver que Degel era un soldado y un erudito, era muy inteligente, muy estudiado, se dijo en silencio impresionado.

-Algo pasó en esa dirección que provocó esta lluvia, que no puede durar demasiado.

Radamanthys no sabía que podía ser eso que provocó esa lluvia que se acabó demasiado rápido, pero dejó manchadas las piedras del santuario, temiendo que muy pronto otros soldados quisieran entregarlos, pensando que esa era una señal de los dioses.

-Esa dirección...

Susurro de pronto, pensando en el castillo Heinstein, este se encontraba en esa dirección y se preguntaba si aun estaba en pie, si esas dos lluvias tenían que ver con su derrumbe.

-El castillo Heinstein... allí es donde habita el dios Hades... no, no el dios Hades, sino Alone...

Manigoldo suponía que había sucedido algún combate de proporciones impresionantes, por eso se sintió esos tres cosmos aterradores, el que afectó a los tres omegas que habían tenido las pesadillas, tal vez, eran los elegidos del triunvirato del Olimpo, no entendia la razon de sus suposiciones, pero el siempre sabia cosas, las adivinaba.

-Pero... qué haremos ahora... cómo proteger el Santuario.

Susurro Shion observando hacia la dirección que mencionaba Radamanthys, quien no supo qué responderle, no entendía de qué forma podían enfrentarse con esos tres dioses o sus ejércitos, aunque debía recordarse que en el Inframundo habían perdido cuatro, no, seis soldados de élite, en el ejercito de poseidon si tenía suerte aún tenía dos soldados que valieran la pena, respecto al dios Zeus, él no poseía un ejército propio, era Athena quien siempre peleaba por el.

-No importa lo que suceda, yo voy a protegerlos, especialmente a ti...

Pronunciaron a sus espaldas, era el joven león, Regulus, que al ver que estaban los tres omegas del Santuario se sonrojo inmediatamente, desviando la mirada, sonrojándose demasiado, escuchando una risa de Manigoldo, quien llevó su brazo a sus hombros.

El Cáliz de Hera.حيث تعيش القصص. اكتشف الآن