Confianza.

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Confianza.

-Ya no tengo veneno...

Susurro de pronto, feliz por ello, escuchando los pasos de Cid y Sisyphus, quienes se acercaban a él con un paso lento, preguntando a qué se refería con eso, sorprendiendo al omega que había iniciado ese ritual con deseos de bailar valses con su alfa destinado, de festejar con ellos, pero creía que eso iba a pasar tarde o temprano, en ese momento ya no lo deseaba.

-¿A qué te refieres con eso?

Pregunto Cid, con esa frialdad que ya no le molestaba tanto, no era que le ignorara, simplemente era así, algo lejano, enfocado en su misión, que en ese momento era protegerlo, pero debía recordar lo que dijera, él le amaba, así como su amigo.

-Huele... ya no huelo a veneno, ya no mataré a mi alfa destinado cuando yo...

Cid entonces se acercó a él con un movimiento delicado, oliendo su cuello con un sonido bastante fuerte, gimiendo al sentirle tan delicioso, para observar con esa mirada de cazador, sus ojos fijos en los suyos, haciéndole sonrojar.

-Para mí, tú sigues oliendo igual... como algodón de dulce...

Le dijo entonces, viendo ahora como Sisyphus le olía, apreciando su aroma, negando eso, no era algodón de azúcar, era algo más, que le vino a la mente con una sonrisa, pensando que le encantaría probar su sabor, para saber si era tan dulce como se lo imaginaba.

-Es más bien... como manzana cubierta de caramelo o tal vez... mazapán...

De pronto Sylpheed se sonrojo demasiado, pensando que los prefería entrenando entre ellos, aspirando ahora él, pensando que esos dos alfas olian a especias, a te o alguna infusión que pensaba que ya había probado antes, llevando entonces una mano a su nariz, haciendo que ellos pensaran que olían mal.

-¿Tenemos tan mal olor?

Preguntó de pronto Sisyphus, pensando que llevaba demasiado tiempo sin darse un baño, habían entrenado, tal vez su sudor era molesto para ellos, Cid pensó lo mismo, pero él sí movió su cabeza para levantar su brazo, oliendo su axila, pero no creía que oliera tan mal.

-¡No! ¡No! ¡Claro que no! ¡Huelen bien! Ustedes huelen bien...

De nuevo al escuchar esas palabras, sonrieron, mirando a Sylpheed con una sonrisa de oreja a oreja, relamiendo sus labios con una gran sonrisa, acercándose a él con un paso lento, al mismo tiempo que el ahora sirviente de Buda, retrocedía, pensando en las palabras que les había dicho.

-¿Qué tan bien olemos?

Sylpheed tuvo que recordarse que él era un soldado, que no debía retroceder asustado de esos dos alfas que lo estaban acorralando como si fueran unos locos, pero de pronto se dio cuenta, que ellos únicamente le veían como un dulce muy sabroso.

Escuchando de pronto dos técnicas que recordaba bien, una de ellas era las Tijeras de Flores Sangrientas y la Gran Hacha Destructora, la que trataron de detener los alfaz del santuario, pero el ataque, usando su aletazo de aniquilación con toda su fuerza, con la cual pudo lanzar lejos a sus aliados, que cayeron de espaldas contra el suelo, después de ser elevados por el aire, sin que la odiosa pluma del pavo real se interpusiera en su camino.

-¿Qué?

Sorprendiéndolo demasiado, observando sus manos, comenzando a sonreír, porque eso quería decir que podía defenderse, tal vez cada uno de ellos podía defenderse y si lo sumaba al poder de la centella, tenía fácilmente el poder que poseían los tres jueces.

-¡Ya no están los sellos!

Casi gritó, viendo entonces a sus aliados que comenzaban a levantarse con dificultad, hacia los que corrió para socorrerlos, ayudando primero a Queen, después a Gordon, quienes sabía, eran amantes, pero también eran sus amigos y aunque estaba molesto con ellos, no deseaba matarlos.

El Cáliz de Hera.Where stories live. Discover now