Caminos.

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Caminos.

Krishna habia dado su vida por Kasa, al destruir al dios Apolo, perdiendose en la nada, en los caminos, pero al abrir los ojos se sentia como nuevo, como si hubiera renacido en alguien mas, en algo mas, observando en todas direcciones, deteniendo su mirada en un soldado vestido de negro, una surplice.

A su lado revoloteaban moscas, demasiado desagradables como lo eran todos esos seres, a pesar de que el alfa que era rodeado por aquellas criaturas repugnantes era muy hermoso, alto y delgado, con cabello ondulado del color del oro.

-¿Tú quién eres?

Krishna siempre habia pensado que los habitantes de su pueblo eran unos dementes, que le pensaban la encarnacion de un dios, pero al ver su cuerpo, vio que utilizaba una armadura africana de colores rojos y negros, aquellos colores del señor de los caminos, el sabio Elewa.

-Mi nombre es Veronica e intente apartarte del campo de batalla para protegerte, porque los dioses del panteón griego se han olvidado de sus omegas.

Veronica había creído en las palabras de Itia, que utilizó sus celos por ese santo de piscis, odiando, porque él había abandonado su verdadera armadura, para seguir al hermoso cangrejo, a quien, en su tiempo era llamado Amapola.

-¿Porque harías algo como eso? ¿Por qué tomar algunas partes de mi cuerpo para poder salvarme?

Krishna preguntó al espectro que utilizaba moscas, quien no dejaba de verle fijamente, con una rodilla en el suelo, pensando que él, al ser un dios en su derecho, podía apartarlo del ejército del Inframundo, pero no deseaba servirle a la diosa Athena, mucho menos al dios Poseidón, porque recordaba que ellos deseaban apaciguar al dios Zeus.

-Porque deseo servirte, quiero ser algo diferente, algo digno del amor del hermoso cangrejo…

Krishna sabía que este soldado era culpable de ayudarle a Zeus a crear una treta en contra de los omegas, por lo cual estaba furioso, pero creía en sus palabras, en su arrepentimiento, cual fuera la razón de ello.

-Tu traicionaste a los omegas, tú les ayudaste a llegar a las centellas, si pudieron destruir a los soldados de Zeus, únicamente fue cuestión de suerte, asi que, porque razón debo ayudarte a ti cuando no eres más que un traidor.

Veronica desvió la mirada angustiado, no habia razon alguna para que pudiera creer en sus palabras, pero él deseaba proteger a Manigoldo, era en lo único que pensaba cuando les ayudó a encontrar las centellas, creyendo que les darían armas con que defenderse, pero en ese momento sabía que solo era una mentira, que Zeus iba a atacar a cada uno de los omegas y podía ver el deseo en Itia, quien no era un hombre de fiar, quien no se merecía la compañía del cangrejo, porque no deseaba su afecto, lo que deseaba era hacerle suyo, nada mas.

-Porque yo actúe pensando en mi amor… yo quería proteger a Manigoldo, pensando que solamente Itia podría ayudarme a eso, a mantenerlo alejado de los dioses, de Zeus, porque la diosa Athena siempre termina entregando a los omegas y sus alfas no pueden salvarlos…

Esa era la verdad, Athena cada ceremonia había entregado a los omegas a su padre, después de ofrecerles refugio, de mentirles, actuando como una celda, como una bandeja de plata de donde su padre tomaba sus tributos.

-Poniendo en peligro a todos los demás.

Veronica asintió, eso era cierto, pero ese dios, porque era un dios del panteón Yoruba, el primero de los cuatro guerreros y el mensajero de Olofi, tenía el poder para ver sus intenciones, saber cuales eran sus deseos, Elewa debía comprender que el era sincero en sus afectos.

-Pero, tu afecto es sincero y tus temores de que sean traicionados también lo son… así que… confiare en ti, necesito espías en el santuario, no quiero que Athena sepa que aun estoy vivo, si es que ha despertado por fin.

El Cáliz de Hera.Where stories live. Discover now