Llave al Paraíso.

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Llave al paraíso.

Después de lo sucedido ya ninguno de los presentes creían que eso fuera algo bueno, comenzaban a temer por sus vidas, creyendo que aquello dicho en el Santuario y la Atlantida eran solo cuentos de hadas, únicamente fantasías para endulzar sus corazones.

Poseidon respiraba hondo, sin comprender muy bien la razón de aquel sacrificio, en el que no ganaban nada, así que negó eso, evitando que sus soldados dieran el paso para acercarse al cáliz, después de presenciar esa desagradable ofensa al dios Hades, ese mismo acto era un rompimiento de las reglas establecidas antaño.

-No participaremos diosa Hera, tu no puedes obligarlos a ello y lo hiciste con ese espectro, que no deseaba tu don, así que no lo haremos, nos retiraremos, eso sería lo más prudente para todos.

Hera que al fin había logrado su venganza con su fiel esposo, negó eso, únicamente deseaba darles felicidad, preguntandose porque no podían verlo, pero se los demostraría, así que observando a sus elegidos hizo que sus frutos se elevarán en el aire.

-No lo creo así Poseidon, yo soy la regente del Olimpo sin mi esposo presente, quien sabe a donde esté, probablemente fornicando con algo que produzca sombra, el solo es un animal.

Deseaba seis guerreros más, quienes nacerían de sus elegidos, esos guerreros de fuerza divina, encontrando el amor en el proceso, era un ganar, ganar, hasta que ella se levantara triunfante con sus soldados, su propia fuerza destructiva.

Poseidon trato de destruir aquellos frutos, cortarlos con su tridente, pero al igual que lo hacían las armaduras doradas, estas fueron disparadas a las manos de sus elegidos, quienes estaban pálidos, sin comprender lo que sucedía, porque Hera estaba tan furiosa con ellos.

El primero en recibir el fruto en sus pálidas manos fue Kasa, quien jadeo, dispuesto a tirarla, pero estaba hecho, había sido seleccionado por la diosa Hera, sintiendo de pronto algunas miradas en su cuerpo, poniéndolo nervioso, especialmente dos soldados que estaban situados a sus flancos.

El segundo fue Sylpheed, del ejercito de Hades, quien retrocedío asustado, no deseaba ese regalo y no quería saber que sudería despues de eso, si sus aliados querrían tomar esa oportunidad presentada o lo serían sus enemigos de antaño, sintiendo de la misma forma una mirada posada en él, una proveniente del ejercito de Athena.

El tercero en recibir aquel fruto no fue nadie más que Manigoldo, quien habia bromeado con su maestro, quien quiso protegerlo del peligro que sabía significaba esa ceremonia desquiciante, viendo como la mirada del dios de la muerte se posaba en él, mirandolo como si fuera un halcón, o cualquier ave que consumiera cangrejos, sin embargo, Albafica dio un paso, como para protegerlo de aquella mirada, algo que en vez de hacerle sentir seguro le preocupo todavía más.

El cuarto fue Shion, a su lado, quien sostuvo el fruto entre sus manos, desviando de momento la mirada, para descubrir que aquel que deseaba estaba viendo a alguien más en el ejercito enemigo, sintiéndose defraudado, sin embargo, no se dio cuenta que otro espectro le veía fijamente, que Hypnos, el dios del sueño sonreía al ver aquel fruto en sus manos, de la misma forma en que lo hacía Thanatos con Manigoldo.

El quinto fruto fue a parar en las manos impavidas de Degel, quien sería el segundo tributo de Poseidon y el tercero del santuario, un acto injusto, pero Hera siempre habia sido asi, una diosa vengativa e intolerante, un ser celoso que encarnaba los castigos más que la felicidad.

Con esos frutos ya eran seis los soldados elegidos aquel milenio, quienes veian como Radamanthys comenzaba a levantarse, pero no como lo hiciera cualquier otro, este parecia mucho más un cuerpo sin vida que acaba de resucitar, sentandose en el suelo, para poco despues ponerse de pie, como si estuviera dispuesto a atacar de nuevo a la diosa Hera.

El Cáliz de Hera.Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ