El interior estaba a oscuras, apenas una tenue luz iluminaba el final de la sala gracias a una puerta entreabierta, se dirigió a ella mientras replegaba de nuevo sus alas pero una voz en la oscuridad la detuvo.

-Suelta las armas- la voz era fuerte y autoritaria, Raquel se giró alrededor de ella misma buscando la procedencia pero no era capaz de ubicarla.

-Vengo desarmada, solo quiero hablar- trató de mostrarse imponente pero un ligero temblor de miedo se asomó en su voz, oyó unos pasos metálicos unos metros por encima de ella pero la oscuridad evitaba que la encontrase.

-Pretendes que crea que has venido a mí solo para hablar después de saber que estaba buscándote- una silueta enmarcada por la luz de la puerta aterrizó delante de ella, la serafina dio un repentino salto hacia atrás tratando de establecer algo de distancia con la mujer.

-Sí- titubeó mientras pensaba que debería haberse preparado algún discurso o algo con lo que convencerla, la mujer se le acercó lentamente, sus ojos brillaban en la oscuridad marcando el iris plateado de la mujer.

-¿Y qué hay de la magia que tenéis los ángeles?- la rodeó mientras la observaba atentamente, Raquel trataba de enfocar la vista para reconocer algún rasgo pero era imposible.

-No tengo magia- una carcajada sonó por su parte.

-Lo de antes podía ser creíble, ahora sé que mientes- con un movimiento rápido la Overlord levantó la pierna apuntando directamente a la garganta de la ángel, una afilada zapatilla de ballet estaba a unos centímetros de su cuello, recordaba lo que Alastor le había dicho de Carmine, que usaba sus zapatos y movimientos como armas, los ojos de la serafina se abrieron mientras aguantaba la respiración temiendo por su vida.

-Te estoy diciendo la verdad, ¿para qué te mentiría?- notó como los ojos de Carmilla brillaban mientras la analizaban.

-Para atacar cuando bajase la guardia como hacéis todos los de tu especie- escupió con asco, Raquel sintió que estaba perdida hasta que una segunda voz sobresaltó a las dos mujeres haciendo que la tensión se dispersase.

-Carmilla, deberías dejar que se explique- era una voz grave y profunda, desde lo alto unos ojos y boca verdes brillaban en la oscuridad.

-Zestial, has llegado rápido- el zapato se alejó de ella y la ángel dirigió una mano a su garganta de forma inconsciente, había aguantado la respiración sin darse cuenta y por fin volvía a entrar el oxígeno en sus pulmones.

-Por supuesto, esto parecía importante y por lo que veo no me equivocaba- la serafina sintió como los ojos del nuevo demonio se posaban en ella- deja el teatro y enciende las luces querida amiga, no creo que sea peligrosa- un bufido sonó por parte de la Suprema y con dos palmadas la luz se hizo en la sala, a unos metros de ella y con cara de pocos amigos se encontraba Carmilla Carmine, era sumamente alta y el hecho de que andase de puntillas lo acentuaba más, la miraba con los brazos cruzados tratando de analizarla; por otro lado, en el segundo piso, asomado a una barandilla se encontraba un demonio alto y sumamente delgado, llevaba una capa larga y negra con el cuello elevado y su rostro era extraño, sus ojos y sonrisa resplandecían con una luz verde, debía ser Zestial, a diferencia de Carmilla, él le sonreía observándola con curiosidad.

-¿Y qué quieres que hagamos?- gruñó la mujer sin apartar la mirada de la chica, Zestial aterrizó detrás de ella mientras mantenía su sonrisa.

-Creo que deberíamos hablar con ella, en el fondo ha decidido acudir por su propio pie y desarmada, escuchemos lo que tiene que decir- Raquel tragó saliva mientras observaba como Carmilla asentía antes de darse la vuelta dirigiéndose hacia la puerta y el demonio le hacía un gesto para que la siguiese, caminó en su dirección con el corazón bombeándole fuertemente en el pecho.

La serafina (Alastor y tu)Where stories live. Discover now