Ninguno dijo una palabra, me concentré en mirar mi vaso fijamente mientras le daba vueltas a la pajita provocando pequeños remolinos en la superficie; él por su parte estaba completamente quieto, no lo veía porque mi pelo creaba una cortina entre ambos pero no oía ningún sonido de su parte excepto cuando levantaba y volvía a apoyar su copa. Quería disculparme con él y decirle que me había portado como una estúpida cuando él solo me había intentado ayudar y darme su opinión, pero no podía, me daba vergüenza. Estuvimos así cerca de media hora, me sumí en mis pensamientos tratando de darme valor para iniciar una conversación pero cada vez que lo intentaba, me echaba para atrás.

Al final me di por vencida y me levanté, lo miré de reojo mientras me inclinaba para dejar el vaso dentro de la barra y coger una servilleta, él se encontraba mirando al frente, sin apenas cerciorarse de mi presencia, aunque era obvio que seguía allí, cogí una de más y se la acerqué, esperando alguna respuesta por su parte, tratando de mostrar una ofrenda de paz para iniciar una conversación o al menos un acercamiento, pero esa no llegó... Estaba enfadado, era normal, debería haber dado el primer paso pero los nervios y el orgullo me habían jugado una mala pasada. Se la dejé al lado de su copa y me giré para darme la vuelta y dirigirme a cualquier otro lugar.

-Gracias- oí a mis espaldas, una sonrisa inundó mi cara al escuchar su voz y el tono neutro que usaba, me giré para buscar su rostro pero él seguía sin mirarme, aunque por ahora con eso me bastaba, seguíamos hablando por lo que nuestra amistad seguía presente... Ese sentimiento de culpa desapareció y un subidón de adrenalina inundó mi cuerpo, me dirigí a mi cuarto emocionada. Apenas tenía algunos libros que había sacado de la biblioteca junto con otros manuales, mi cuarto estaba recogido gracias a Niffty y... No había mucho más en la sala en lo que pudiese emplear mi tiempo... 

Encontré un par de papeles en los que me dispuse a escribir o dibujar algo para entretenerme, pero pasadas un par de horas mi estómago empezó a rugir, el hambre se hizo presente y al mirar el reloj vi que eran casi las 15 del mediodía, me asomé tratando de escuchar cualquier sonido que proviniese de la cocina pero todo estaba en silencio, me acerqué y vi que estaba vacía, por lo que no había nada para comer... 

-Jo- suspiré mientras mis tripas volvían a sonar- tengo hambre- entré con cuidado, de normal nunca entraba del todo pues no sabía cocinar y solía entorpecer más que ayudar, pero en este caso el hambre me estaba matando... Otra vez, como decían aquí. 

Busqué algo en los estantes que pudiese llevarme a la boca pero un gran libro cayó a mis pies "Las recetas de los nueve infiernos: Un manual de muerte para todo tipo de cocineros" lo abrí viendo cosas sumamente complejas que no habría podido hacer aunque quisiese, otras llevaban carne humana, por lo que las eliminé de la lista automáticamente, una saltó a mi vista- lasaña...- sonaba bien y la había probado en el cielo, no sabía si la receta sería la misma, aunque imaginaba que no, pero valía la pena probar... La dificultad era de dos calaveras sobre cinco, lo cual imaginaba que sería asequible. Abrí la nevera y un olor a carne salió, golpeándome el rostro, puse una mueca de asco y busqué la que estaba picada, al fondo del todo junto a lo que esperaba que no fuesen riñones había una pequeña caja con la etiqueta que buscaba y el dibujo de un cerdito, por lo que me relajé al saber su procedencia.

Empecé a cocinar siguiendo todo lo que la receta me decía, podía manejarme bastante bien en la cocina mientras lo preparaba todo, pero llegó el momento de cortar las verduras y especiar la carne... Y toda la confianza que tenía en mí misma en ese momento desapareció, me hice un par de corte en los dedos ante los cuales trataba de evitar blasfemar y la textura de la carne cuando la tenía que mezclar con la mano como decía la receta era horrible...

-Au- me quejé cuando el tomate se resbaló y el cuchillo volvió a clavarse en la yema de mi dedo, la puerta se abrió dejando entrever a cierto demonio con cuernos. Me di la vuelta yendo a lavarme la herida para que dejase de sangrar. Se apoyó en el marco de la puerta mientras observaba el espectáculo, no dijo una palabra, solo empezó a observar con una sonrisa en la cara, como siempre. Intenté disimular que no sabía lo que hacía y me dispuse a cortar una zanahorias en juliana... Espera, ¿Qué es juliana?

-¿Necesitas ayuda?- apareció a mi lado mientras observaba el banco de la cocina lleno de manchas y tomates destrozados- porque te veo algo perdida, querida- cogió suavemente mis manos y observó los cortes que me había hecho con los cuchillos- además de lastimada- rio y yo escondí mis manos detrás de mi espalda con vergüenza.

-Estoy intentando hacer esto pero no entiendo nada, la receta no funciona- él se rio.

-¿Me permites?- me hice a un lado y él se dispuso a cortar de forma rápida y eficaz el resto de los alimentos, mi cara mostró sorpresa cuando vi como se desenvolvía en la cocina. Acabó de cortar y se dirigió a la carne para terminar de prepararla, yo estaba plantada en mitad de la cocina sin saber que hacer- y cuéntame, querida- se había quitado la chaqueta para no mancharse y llevaba su camisa con los tirantes solamente, estaba de espaldas a mí mientras veía sus movimientos- qué te ha hecho decantarte por el mundo de la cocina en el día de hoy- iba a abrir la boca pero mi estómago tomó la palabra- oh, la ángel tenía hambre... entonces tendremos que darnos prisa- se rio mientras yo me sonrojaba por completo- ¿Es que en el cielo no os enseñan a cocinar?

-No- me apoyé en la pared mientras lo observaba manipular objetos que solo de pensar en hacerlo yo me perdía- a ver, sí, a los ángeles de menos rango... Pero a las serafinas nos traían la comida todos los días, no consideraban necesario que aprendiésemos a cocinar- él se rio.

-Con lo maravilloso que es cocinar- me hizo un gesto para que me acercase y me dio una especie de placas amarillas- comer algo que has hecho con tus propias manos es uno de los mejores placeres de la no-vida- le sonreí ante el comentario y cogí lo que me daba- coloca esto ahí- un recipiente rectangular estaba delante mío- forma una especie de suelo con ellas- me dispuse a hacerlo con cuidado mientras él mezclaba todos los ingredientes, estábamos el uno al lado del otro, muy cerca mientras trabajábamos, nuestros codos se chocaban a veces pero ninguno trataba de darle importancia, aunque un pequeño rubor aparecía cada vez que lo tocaba accidentalmente.

No entendía lo que me pasaba, estar cerca de él me estaba provocando una serie de emociones que no lograba reconocer, mi estómago tenía cosquillas y una sonrisa quería aparecer en mi rostro cuando recordaba lo cerca que estaba de mí, me sentía feliz de que estuviese a mi lado y sobre todo, que no se hubiese enfadado por lo de esta mañana.

Se acercó más a mi mientras volcaba parte de la mezcla en el primer piso que había formado con las placas- ahora tienes que hacer lo mismo con el siguiente- yo asentí y lo hice un poco más rápido que antes, a lo que se repitió la acción, cada vez que se disponía a rellenar el molde se acercaba aún más a mi, provocando un poco de nerviosismo y un calor que me inundaba la cara- y ya estaría- dijo después de que colocase el último piso de la lasaña en el molde. Miré la receta y vi que tenía que ir al horno, la cogí con cuidado mientras él arreglaba una serie de botones y procedí a meterla, nos apoyamos en el mueble de enfrente viendo como se hacía lentamente, mis tripas ya no rugían tanto pero sentía que el cosquilleo no desaparecía.

-Oye Alastor- rompí el silencio y él me miró, aunque yo seguía con la vista fija en el horno, notaba sus ojos observándome- respecto a lo de esta mañana...

-Olvídalo- me interrumpió desviando la mirada.

-Pero...- negó con la cabeza.

-Todo está bien, Raquel- me sonrió- no te preocupes.

La serafina (Alastor y tu)Where stories live. Discover now