39. El verdadero Intérprete [Prt. II]

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André se recompuso, desplomándose en el trono, mirando el libro que se paseaba frente a su bien parecido clon. Era demasiada información para procesar y aunque fuera raro, creyó todo lo que le mostró, pero aún había dudas.

—Bueno... —El Oráculo habló de repente retomando la conversación—. Ya sabes de dónde vienes y sobre quién eres, ahora viene la gran pregunta...

—Espera. —André acalló sus palabras, extendiendo al frente la mano en señal de alto—. ¿Me dices que soy descendiente de un supremo?

—Si —afirmó, asintiendo con la cabeza.

—Que según mi jodido destino, debo destruir el mundo, según vi —preguntó, siendo irónica.

—Sí; qué bueno que captaras eso de inmediato —felicitó, esta vez sonriendo.

—Según ese destino, no tengo Guardián —confirmó la joven.

—Aja.

—¿Qué papel juega el Guardián si lo llego a encontrar? —El Oráculo rio por lo bajo, denotándola con malicia.

—Así tengas a un Guardián no servirá de nada —contestó con desdén.

—Eso no fue lo que te pregunté —aseveró, frunciendo el entrecejo.

Por primera vez en todo lo que llevó conversando con el Oráculo, éste se mostró serio. El libro dejó de moverse, aun flotaba en el aire pero se mantuvo quieto; en definitiva fue una pregunta crucial.

—No tengo información alguna sobre qué papel juega el Guardián con el Intérprete, pero tu padre lo dedujo... —André iba a protestar pero la silenció con el mismo gesto de alto—. Si quieres ver lo que pasa cuando encuentras al Guardián primero tendrás que tener el libro para saberlo, no me corresponde inmiscuirme en los asuntos de los supremos.

El Oráculo relajó el semblante, esbozan esa sonrisa perspicaz con la intención de provocar. El libro retomó su movimiento, pasando sus hojas mientras fingía leerlas.

—¿Y bien? —indagó André, impaciente.

—¿Estás lista para portar el libro? —La pregunta la tomó por sorpresa, se le había olvidado por un momento ese asunto.

—Si —respondió casi en un susurro frunciendo un poco los labios por la duda al aceptar.

—No te oigo muy convencida. Te lo pondré así...

La espesa niebla blanca envolvió su alrededor. André quedó en pie, aun con las cadenas atadas a sus extremidades; la bruma se fue disipando hacia las rejas doradas que estaban abiertas. Ella caminó hacia la salida; al lado suyo andaba el Oráculo, aun siendo su clon, arrastrando las cadenas que ataban sus pies y manos. La toga que llevaba puesta bailaba en el aire como si un viento inexistente la soplara. Se pararon atrás de cuatro hombres, uno alto de piel morena, corpulento; Radamanto. Otro joven, de cabello alborotado y fornida contextura; Alexander. Un tercero, escuálido, de rostro cadavérico; Vladdar y un príncipe que portaba una armadura plateada. Lo particular en ellos era que tenían la guardia arriba, empuñando sus armas, listos para recibir al enemigo; una docena de soldados de La Rebelión, entre ellos dos amigos que André conocía bien; Yong y Albert.

Su primera impresión fue pavor, pero luego pasó a desconcierto ya que todos se movían a una velocidad extremadamente lenta.

—Te lo pongo de este modo —habló el Oráculo sin mover los labios; esta vez André sintió su voz como un murmullo pero que parecía un eco que retumbaba en su mente—. Sabes cómo son Radamanto, Alex y Vladdar, con tal de defenderse, matan sin piedad. Drek igual, solo que ahí donde está, duda sobre qué hacer ya que tú estás con ellos. Por otro lado están los del otro bando... —Señaló a lo lejos a los soldados que se acercaban—, tus excompañeros; su prioridad es cazar a Radamanto y sus secuaces pero sé que no dejarás que perezcan. ¿Tú qué harías si tuvieras esto? —Dada la pregunta, de la nada se materializó entre las manos del Oráculo, el libro.

El Intérprete y el Guardián - Parte I ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora