33. La coronación

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—Lo sé mi lord, pero le repito que lo sucedido en el cumpleaños de la princesa era necesario, le juro por mi palabra que no se volverá a repetir. —La voz de Cornelius resonó por el recinto; el regordete rey, ceñudo, lo miró de pies a cabeza, desconfiado, intentando comprender la situación.

Llegó junto con el príncipe de Grant Nalber a Asturian, con el propósito de convencer al rey Bartolomé de la unión de Drek con Evereth. Se reunieron en un amplio estudio donde destacaban los estantes abarrotados de libros que casi podían tocar el techo. La luz de un gran ventanal alumbraba el escritorio donde el soberano de Asturian, arrogante, tocándose minucioso su negra barba tupida, analizaba al sujeto que solicitaba la mano de su hija.

El príncipe, cruzado de brazos, escuchaba atento la conversación. Se inquietó bastante, estaba más que ansioso, más que molesto. Odiaba llegar a ese preciso instante en donde una alianza era la mejor opción para su reino de presentarse una inoportuna guerra. Portando una armadura como lo era usual en él para mostrar su estatus como príncipe, esperó el consentimiento del rey para llevar a cabo lo que ojalá, en su pensamiento, no fuera la peor decisión en su vida.

—Lo que pasó me tiene aún muy ofendido, si me hubieran dicho que buscaban al Intérprete hubiera accedido —alegó el rey, dejando de tocar su barbilla, posando sus regordetas manos sobre la mesa frente a él. Siendo inquisitivo, analizó a Cornelius, ese hombre de cabellos blancos que una vez, sólo con su presencia, anunció problemas a su nación.

—Lo entendemos, mi lord —intervino Drek, llamando su atención—, pero recibimos informe que ese día habían presentes varios murders, no podíamos arriesgarnos ante eso.

Bartolomé aún no se desconfiaba, no solo de ellos sino también de La Rebelión, aunque por otro lado, no podía negarse ante tal petición. Unirse con otro reino igual de prospero que el suyo era una gran ventaja, si se hablara de oro. Luego de un largo silencio en donde meditó las consecuencias de la alianza de Asturian y Grant Nalber al fin intervino.

—Está bien. —Ante eso, Cornelius vitoreó internamente, reflejando cierta satisfacción.

En ese momento, las puertas del estudio se abrieron, produciendo un sonido seco. Irrumpió una doncella de ondulados cabellos de ébano; estaba furiosa, su bello rostro tenía irritadas sus facciones, enrojecida la piel, lágrimas de frustración surcaban sus mejillas.

—¡Papá, no es justo, yo lo amo, no me niegues a unirme con él!

—Evereth —advirtió Bartolomé, torciendo los ojos, fastidiado de que su hija se comportara de esa manera.

—Sé que estás furioso por lo que pasó en mi cumpleaños, pero déjalo ya en el pasado —alegó, secándose con el brazo los sollozos.

—Evereth.

—Además es un reino digno, tiene su propio ejército como el nuestro, ellos no van...

—¡Evereth! —exclamó el padre casi gritando, logrando acallarla—. Ya di mi consentimiento; la unión de Grant Nalber y Asturian es un hecho.

En los finos labios de la joven se dibujó una sonrisa anhelante. Emocionada, al encontrar a su futuro rey quien atendía severo la situación, se fue corriendo a sus brazos. Drek no esperó tal acto tan precipitado, fue tanta su incomodidad que recibió aquel gesto con rigidez y cierto hastió, sin cambiar su dura expresión. El fuerte sonido de la tos fingida de Cornelius hizo que la princesa se alejara, encontrándose con la cara reprobatoria de su padre.

—Lo siento, me deje llevar —murmuró apenada, bajando la mirada, riendo con nerviosismo.

—Sí, claro —reprochó su padre, enojado, cruzándose de brazos.

El Intérprete y el Guardián - Parte I ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora