16. Sangre al agua

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Una experiencia podría ser memorable si tuviera algo aterrador de por medio, y la cuestión está en que sabiendo que se podría hacer algo para evitar cualquier percance, el mismo destino lo impide. Otra cosa relevante es que la compartan siete personas, encerradas como ratas en un laberinto salido de una pesadilla macabra ya que poseía ciertos muertos adornándolo.

Otro factor que había que agregar, era que el miedo rondaba en cada espacio de ese lugar, tan helado como las tinieblas que invadían, volviendo la fantasía, realidad. Y cuando un grito, tan claro y desgarrador se propagaba, sólo quedaba rogar que todo fuera un mal sueño.

—¡Natalie, André! —Las voces volvieron a resurgir ante aquel alarido—. ¡André, Natalie! —Los gritos de Yong, Albert e Igor perturbaban la mente de Drek, quien no distinguía lo que era real o producto de su imaginación.

Las paredes que delimitaban los pasillos de cada pabellón empezaron vibrar y de éstas salieron unas ruedas giratorias; estaban a punto de sellarle el paso pero se lanzó a un lado, evadiéndolas a tiempo. Vio a ambos lados, dándose cuenta que volvió al pasillo principal de la cripta, sólo que esta vez su perturbada mente lo tenía desesperado.

—No eres digno...

—No podrás con la tarea...

—No serás rey jamás... —Voces y voces le susurraban al oído, parecidas a las que oyó aquella noche en la aldea de Seret.

Veía sombras que se le acercaban bruscamente haciendo que se pusiera alerta, además, no tenía el fuego de su lado puesto que su energía se agotó.

De momento, tropezó con algo y cayó, antes de llegar a una pared que le delimita el paso.

—¡Ay! —Escuchó un quejido.

Enseguida se puso de pie de un salto y alzó la guardia. Había chocado con algo blando; trató de encender una mano en fuego consiguiendo una débil llamarada. Extendió el brazo al frente para distinguir quién era, o qué cosa era.

El mareo y la penumbra lo desconcertaban. Gracias a la luz, divisó una silueta incorporarse, una persona que se encontraba boca abajo echada en el suelo.

—¿Natalie? —preguntó inquieto, posando su otra mano en una de sus espadas, listo para desenfundarla.

—Creo, que no —contestó la otra persona entre jadeos. Se incorporó tambaleándose de un lado a otro. Drek notó un brillo particular en su cabello, entre destellos dorados y rojizos.

—¿André? —preguntó, extrañado, parpadeando un par de veces.

—Bingo —dijo ella mientras se volvía para verlo.

—No te creo —bufó el príncipe. Desenfundó rápido su espada, acercándola peligrosamente al cuello de ella, momento justo en el que André también posó su sable en el cuello de Drek.

—Ni, yo —murmuró la rubia, mirando de forma burlona a su atacante. Ella estaba peor que él, un hilo de sangre salía de su boca y el tabique de su nariz, su ojo derecho estaba enrojecido, como si acabara de recibir un golpe.

—¿Cómo saber que eres tú? —alegó el príncipe, frunciendo el entrecejo, reflejando enfado en sus ojos esmeraldas.

—No lo sé. Yo al menos, estoy segura, de que me dieron, una paliza, y que tú, eres un presumido...

—Nunca se te quita lo habladora —farfulló Drek poniendo los ojos en blanco.

—Sí, eres tú —admitió André bajando el sable al mismo tiempo—. ¿Por qué será, que últimamente, con esto del libro, siento que me van a matar?

El Intérprete y el Guardián - Parte I ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora