19. Infancia perdida [Prt. I]

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Era muy de madrugada, la travesía estaba por empezar. A pesar del verano, el frío era abrumador a esas horas. El carruaje estaba listo, los voluntarios armados hasta los dientes, estaban inquietos por ser su primera misión de alto rango, aguardando la llegada de Betfor para emprender lo que denominó burlonamente el veterano de guerra como cruzada suicida.

Tom por ser el novato, con escasos meses de entrenamiento, era el blanco para que sus jóvenes acompañantes lo tomaran como tema de conversación, calificándolo en más de una ocasión como Tomto. A pesar de su timidez, no por miedo, sino porque así fue educado desde que nació, decidió ignorarlos, solo que la conversación se tornó más avivada, decidiendo integrarlo en ella.

—Es sorprendente ver a un descendiente de los Rugert —comentó Octavius alzando un poco la voz.

—Sí, sobre todo porque ellos son muy torpes en batalla. Sólo sirven para rastrear, como sabuesos en una cacería —complementó Damián, sin fijarse en que Thomas ponía atención.

—Es más, no entiendo cómo llegaron a tener familia —repuso de forma sarcástica Joshua, el joven de cabellos rizados, cuyo comentario petulante ocasionó las risas de sus colegas. Thomas trató de calmar su disgusto, respiró hondo, imperturbable se mantuvo, sentado a la orilla del carruaje, deseando que pronto llegara Betfor para no seguirlos escuchando.

—Mi abuela decía que Elena aceptó a Helector por pena —mencionó Lucy con arrogancia, controlándose de no burlarse.

—Eso escuché, tomó por esposo a un torpe, desafortunadamente —finalizó Joshua, ocasionando que se dispararan las risas. Tom se contenía lo más que ponía, aferrándose a la madera áspera de la carroza—. Míralo —espetó en voz alta, captando la mirada de Tom que estaba clavada al suelo—, ni siquiera oyendo que hablan mal de su familia es capaz de hacer algo al respecto.

Los cinco disimulaban una risa que se desbordaba poco a poco, cínica y desdeñosa. Harto de tantas burlas, decidió hacer lo que muchas veces André, su maestra en combate, le pidió llevar a cabo y que él por simple pasividad no hacía.

«Siempre hazte valer».

Por primera vez le halló razón a esas palabras, incluso se le vino una imagen a la mente de esa joven que respetaba, teniéndole cierta admiración, una chica rebelde que no le sobraban palabras para imponerse. Comprendió por qué lo decía.

«En la guerra siempre habrá quien te haga sentir inferior, así que demuestra lo contrario pero con hechos».

—No me conocen, ni a mis padres tampoco, lo que digan me tiene sin cuidado —siseó en una voz profunda, siendo indiferente, desviando la mirada de nuevo al suelo.

Las carcajadas de los cinco charlatanes fueron tan sonoras que retumbaron en eco por el desolado lugar.

—Es típico de los cobardes —mofó Joshua entre risas—, bajar la cabeza y evitar los conflictos. Pensar que este cobarde nos guiará en la expedición.

Volvieron a reír entre dientes viendo con desdén a Tom quien, nulo de paciencia, decidió poner a prueba su entrenamiento. No fue a Virs como un soldado más, en algo debió servirle el haber arado y restablecido los cultivos, después de todo, gracias a él terminaron la labor antes de lo previsto.

Se bajó de un salto de la carroza y enseguida puso su rodilla derecha en tierra al igual que su mano.

—Míralo, nos hace una reverencia. —se burló Joshua, señalándolo.

El suelo tembló y sin que pudiera siquiera reaccionar, el engreído se hundió en un agujero que lo succionó de un tirón, enterrándolo hasta la altura del cuello. Fue algo imprevisto, sus colegas se igual se hallaban enterrados bajo tierra, sólo sus cabezas quedaron a la vista. A Lucy por respeto a las mujeres, no le hizo nada.

El Intérprete y el Guardián - Parte I ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora