38. El Oráculo [Prt. I]

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En Wanhander la situación estaba fuera de control, el temblor que los murders provocaron tuvo su origen en la habitación dispuesta para los Intérpretes, formando un cráter en su centro que daba paso a un túnel profundo que conducía a una pequeña recamara. No encontraron nada salvo pergaminos en un idioma antiguo que según eruditos, databa de siglos, tal vez milenios atrás. Temieron más que nada que el libro estuviera allí.

A pesar de las peticiones de Cornelius a los reyes de las nueve provincias restantes, de preparar una campaña para ir a Borsgav y tomar en custodia a los hermanos Cedélicus, todos se negaron puesto que no querían dejar desamparadas sus tierras luego del ataque múltiple de los murders, además querían esclarecer si el libro fue encontrado por los infiltrados.

Por otra parte, en la cárcel de Gurlok, para André era una agonía cada minuto que pasaba, no dejaban de torturarla para sacarle información, pero era fuerte, prefería morir antes que abrir la boca.

—No ha dicho nada, si sigue así morirá pronto —le informó el verdugo a Cornelius.

El viejo ante la negativa se tornó pensativo, a la vez molesto. ¿Cómo podía aguantar tanto? ¿Cómo es que no se dio cuenta que lo traicionaba? Tenía que encontrar la forma de que hablara, aunque conociéndola, no sería difícil amedrentarla con lo que más quería.

—¡Cornelius! —lo llamaron desde la distancia; aquella imperante voz resonó como un eco en aquella mazmorra donde ambos hombres, tirano y verdugo, ejecutaban el interrogatorio impuesto para André.

A través de los barrotes, divisaron su fornida contextura, intimidante para cualquiera, acompañándola con un gesto sombrío que detonaba el más claro enfado. Sus ojos esmeraldas se tornaron negros, por la frustración contenida apretaba los puños. Parecía listo para una guerra portando una imponente armadura hecha a la medida por el motivo de su coronación.

A pesar de que tuvo una fuerte discusión con Cornelius, el príncipe Drek hizo omiso a sus peticiones yendo a Gurlok sin su consentimiento. Le fue difícil viajar puesto que pocos teleportadores conocían el paradero de la cárcel y los que sabían estaban fuera del castillo, acatando las órdenes de buscar murders por todo Grant Nalber. Así que como última alternativa, recurrió ir a Seret, lo que le tomó varias horas de viaje a todo galope. Estando allí, por varias monedas de oro y entregar una de sus amadas espadas, consiguió que un ex guardia de Gurlok lo llevara a esa cárcel infernal.

Fue tedioso entrar, lo que más rabia le dio fue perder tiempo valioso, llegando entrada la tarde. Discutió con la guardia, incluso por poco se agarró a golpes con varios de ellos, y aun así, manteniéndose a raya, pudo llegar a la mazmorra donde la tenían presa según le informaron, temiendo lo peor.

—¡Te dije que te quedaras en Wanhander! —sentenció Cornelius cuando se dio cuenta de quién se trataba. Salió enseguida de la mazmorra para enfrentarlo.

—¡No eres quién para decirme qué hacer! —aseveró el príncipe, señalándolo con ferocidad, para luego atajar el brazo a un lado.

—¡No me alces la voz! —exigió el viejo, furioso, sus arrugadas facciones se marcaron más debido a ello.

—¡Tú no me órdenes! ¡Que no se te olvide que soy tu futuro rey!

Quedaron frente a frente; aunque Cornelius era un poco más bajo, eso no evitó que lo encarara sin temor alguno ya que era más corpulento, aparte de ser su tutor a cargo.

—Señores, señores. Antes de que se agarren a golpes les recuerdo que acá no se puede, antes irán a prisión —intervino el verdugo quien se abrió paso entre ellos para separarlos un poco.

Se limitaron a chocar miradas, Drek incluso se le prendieron las manos y pies en fuego. Decidió ignorar al viejo, reparando en el sujeto que los apartaba.

El Intérprete y el Guardián - Parte I ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora