35. La cárcel de Gurlok

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Legiones de soldados, personas ansiosas buscando algo que temen tener. Parecía la introducción a una guerra contra un enemigo siniestro e indetectable. Los murders se escondían entre las personas con órdenes de no atacar a su adversario; La Rebelión. Nadie decía nada ni sabía qué buscaban en el castillo de Wanhander con exactitud, muchos sacaron conclusiones y sí, todas eran correctas; buscaban el Libro del Reblan.

Para André era difícil verlos a la cara a aquellos que una vez confiaron en ella y que ahora la acusaban de alta traición. Pensaba que tanto alboroto fue innecesario para llegar a ese preciso momento. No era nadie, no tenía nada, sólo era una simple soldado llevada en custodia a una de las peores cárceles. Se preguntaba a ratos por qué hizo lo que hizo y la razón era que no tuvo opción. Se consideró la mejor carnada porque no le importaba lo que le pasara.

No le era tan malo llamar la atención, al menos les dio tiempo a Alexander y a Radamanto para que huyeran. Molesta, contemplando el pabellón por el que caminaba, custodiada por varios soldados y un tirano, recordaba aquel gesto del nemuritor, indicándole que todo recaía en ella; esa mirada decidida de ojos rojizos, era la señal de que hiciera su parte. Bajó la cabeza, pensando en las maldiciones que le diría a quien orquestó la toma del castillo, obligándola a ir ese lugar llevado por el olvido, con una peste hedionda que no toleraba.

Tuvo que aguantar las miradas acusadoras, los golpes imprevistos, los insultos y agravios, todo por seguir los consejos de la mano derecha del conde Renart. Hubiese sido mejor salir de Wanhander y luego ir a la cárcel de Gurlok con la ayuda de los poderes de un nemuritor, infiltrarse en silencio, pero tuvo que imperar la palabra de un sujeto que ni siquiera había visto, terminando ella allí, en medio de un grupo de guardias que la odiaban, que cuando tenían oportunidad la trataban mal.

Un soldado que acompañaba a Cornelius, encabezando el grupo que la escoltaba, se detuvo a mitad del pabellón, se acercó a la reja de una mazmorra para abrirla. Se hizo a un lado, cediéndole paso.

—Métanla ahí adentro —ordenó el viejo, despectivo.

André lo repudió; en su interior no crecía más que desprecio total hacia ese traidor que la engañó a ella y a muchos más. "Así te pagan cinco años de servicio", pensó con amargura, bajando la cabeza mientras era guiada por Albert, un amigo suyo, quien no podía contradecir las ordenes de sus superiores.

Estando adentro de la mazmorra, el chico le quitó las ataduras que le laceraban las muñecas y tobillos; frunció el gesto de dolor por las quemaduras producidas por las cadenas que le dejaron la carne viva, roja y mallugada. A pesar de que trató de quitárselas con delicadeza, fue inevitable no lastimarla.

Echó un vistazo al recinto, pensando que ese sería su hogar de ahora y más. Dio un suspiro, dándose ánimos para salir adelante, no decaer, escuchando a su costado cómo la puerta se cerraba, asegurándola para evitar que saliera.

—Ustedes dos —señaló Cornelius a Yong y Albert—; no se moverán de acá, quiero que la vigilen hasta que venga con el verdugo —dictaminó, a lo cual ambos asintieron.

El viejo se retiró por donde vino, acompañado por el resto de escoltas, mientras que los encargados de vigilar a André se posicionaron a ambos lados de la entrada de la mazmorra, con la vista al frente y la guardia baja. Sabiendo quiénes eran sus vigilantes, se sentó en el suelo cruzando las piernas, esperando en silencio sus reclamos.

—¿Por qué haces esto? —preguntó Yong, viéndola entre la reja.

No alzó la vista, ni siquiera se atrevió a hablar, sólo mantuvo la cabeza gacha, dibujando círculos en el polvoriento y húmedo suelo.

—Mordiste la mano que te da de comer —recalcó Albert, exasperado, sin apartar la vista de enfrente.

—Bien, la ley del silencio —espetó Yong al examinar por un segundo a la chica que consideraba su amiga, que no hacía más que ignorarlos—. De todos esperé traición, hasta de este zopenco— señaló a su compañero.

El Intérprete y el Guardián - Parte I ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora