5. Larguirucho, blanco y hermoso vampiro

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  • Dedicado a Sharon Bernal
                                    

El silencio primó, ni siquiera el viento lo perturbó. Algunos soldados bajaron de las carrozas, para ver con sus propios ojos lo que acontecía. Para iluminar el sendero, el príncipe Drek con su particular afinidad, encendió sus manos para brindarles fuego a un par de hombres que recogieron ramas de árboles para hacer improvisadas antorchas. Igor y Cornelius salieron de la seguridad de su vehículo; habían desenfundado sus armas, esperando a ser atacados. André aun en lo alto de la carroza, se puso en pie para ver más lejos.

La luna se asomó sobre sus cabezas, iluminando tenue el camino. En la aldea en la lejanía se mostraba en pleno a oscuras, no había movimiento ni ruido alguno que proviniera de ese lugar.

—¿Estás segura de lo que dices? —preguntó Drek acercándose a Cornelius e Igor, enfocándose sólo en la delgada silueta de André.

—Sí, sólo que, no veo nada, no veo cuerpos, ni siquiera movimiento —declaró dubitativa.

El viento sopló, provocando un silbido suave en los oídos; André aun con la mirada clavada hacia el poblado, esperando a que algo saliera de allí. Se intimidó ante la difícil situación; podría ser una guerrera sagaz y temeraria, pero por primera vez sintió miedo, no por ella, sino por quienes estaban a su lado, en especial por alguien que juró cuidar desde pequeña.

"...Díez, once, doce, trece, catorce... ¿Catorce hombres, dos chicos muertos de miedo y yo, contra docenas de ellos?" pensó intranquila reparando de momento a sus acompañantes.

—Es mejor tomar otro camino —indicó, hablando fuerte para que la oyeran.

—¿Estás loca? Cruzando esa aldea llegaremos a Wanhander pronto, no hay otro camino hacia allá —expresó el príncipe; el esmeralda en sus ojos se opacó, algo que André notó y supo enseguida que así insistiera, la contradeciría.

—¿Qué sucede André? —Igor se aproximó, percibiendo la tensión entre los dos, sabiendo que algo no andaba bien.

André saltó de la carroza y cayó en pie, justo frente a Drek; lo vio fijo, fingiendo su mejor sonrisa. Sabía que no podía leer sus pensamientos, sólo se limitaba a sacar conclusiones. Evitó su inquisidora mirada y caminó hacia Cornelius e Igor.

—Está bien, pero lo conveniente será que caminemos hasta allá, así haremos menos ruido. —Y con esas palabras adelantó el paso y desenfundó sus sables—. Iré primero.

—Iré contigo. —Se apresuró a decir Drek, empuñando sus espadas; las giró entre sus manos y las encendió en fuego. Marchó a su lado, con la frente en alto y el pecho salido, mostrándose rudo e indiferente.

Mientras tanto, Cornelius hizo que Natalie y Tom salieran de la carroza, los dos plebeyos habían escuchado todo y les fue difícil bajarse; el sendero que conducía a la aldea se les hacía eterno de cruzar.

—¡Soldados, formación de defensa! —ordenó Delax a los soldados; éstos lo rodearon a él y a atolondrados jóvenes, mientras que Igor los encabezaba.

Avanzaban despacio pero cada paso era tenso, la oscuridad sumada al silencio era una combinación perturbadora, pero aun así no podían darse el lujo de temer, estaban a nada de llegar a Wanhander.

—Ese gusto tuyo por las armas de un filo. Son inútiles, ¿sabías? —El príncipe veía de reojo a su acompañante, detallando los sables que aún estaban manchados de sangre.

—Podrán no incrustarse en la carne pero al menos así evito untarme —profirió André vacilante, aun con la vista el frente.

Drek no pudo evitar enfadarse; sea como fuere que le dijera las cosas, por mucho que la provocara, no lo conseguía. André era una chica que a pesar de su edad, no era impulsiva, rebelde y floja sí, pero jamás se dejaba incitar, aunque, sólo si mencionaba lo que pasó aquel día...

El Intérprete y el Guardián - Parte I ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora