28. Según los planes

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El amanecer parecía tranquilo y silencioso, los guardias en la fortaleza de Wanhander patrullaban las impenetrables murallas, sin espera novedades. Sólo hasta que a lo lejos, sobre los tejados de las casas, divisaron a alguien que saltaba con una agilidad y destreza impresionante.

—¡Es André! —enunció un soldado que observaba la situación en lo más alto de la segunda muralla que resguardaba el castillo.

—¡Sí, es ella! —afirmó otro que lo acompañaba.

Los guardias dieron la orden de abrir las puertas. Al llegar, André pasó sin dejar de correr ni reparar en ninguno de los vigilantes que algo abrumados la siguieron con la mirada; no entendían qué le pasaba.

Algo agitada, fue directo al castillo, atravesando sus puertas cerradas como un fantasma ya que absorbió el don de un nemuritor, aquella especie de inmortales maldecida por los Supremos.

Preocupada de no alcanzar su objetivo, llegó a la habitación de Natalie pero no la vio. Resolvió buscarla en la cocina, estando allí halló a un hombre joven de castaña cabellera, cuerpo fornido y atrapantes ojos esmeraldas, quien divertido dialogaba con una joven de ondulados cabellos pardos, cuyos ojos ambarinos no se apartaban de él. Al aparecer ante ellos, él de inmediato dejó de enrollar sus dedos en el cabello de su acompañante, severo se irguió en su asiento.

—¿Dónde está Natalie? —preguntó André entre jadeos al acercarse a la mesa donde departían, reparando en Drek y luego en Lucy.

—No lo sé —respondió el príncipe, siendo altanero.

Lucy frunció el ceño, la analizó de arriba abajo. Le tenía un cierto hastío, más aún cuando Drek no la perdía de vista ni por un segundo. La recién llegada entornó la mirada a un costado, fijándose en una mujer regordeta de cabellos claros al fondo de la cocina. Ignorándolos fue hacia su nana para hacerle la misma pregunta.

—¡Hola, Margo! ¿Has visto a Natalie? —Aquella mujer se sorprendió por su llegada, notando su impaciencia; no le dio tiempo de saludar.

—La escuché decir que iría al lago, en medio del bosque. ¿Pasa algo, mi niña? Te ves agotada.

—No es nada. —Se le encogió el pecho, odiaba dejar a quienes tanto quería sin explicarles el motivo—. Margo... —continuó con amargura— me iré. Mil gracias por todo —se despidió, abrazándola fuerte. La mujer estupefacta recibió el gesto.

—¿A dónde? ¿Por qué te vas? —preguntó, preocupada, alejando a la muchacha un poco de ella.

—¿Cómo que te vas? —El reclamó de Drek tras ellas las tomó por sorpresa—. Recuerda lo que te prohibió Cornelius.

—Es algo que no entenderían —explicó André volviéndose para encararlo, topándose con su mirada acusante.

Sin mediar más palabras caminó a un lado de él, se fue corriendo a la salida de la cocina que daba hacia al bosque.

—¡André! —Escuchó gritar a Drek pero no prestó atención, hasta que sintió que la jalaron del brazo—. ¡No iras a ningún lado!

Abrió los ojos de par en par, asombrada por tal actitud; aunque quería preguntarle por qué le interesaba tanto su bienestar, no tenía tiempo para una discusión, menos con él. No sabía con exactitud si estaba preocupado o enojado, sin embargo decidió ser cortante para que la dejara hacer lo que tenía planeado.

—Sólo iré a ver a Natalie es todo —aseveró, halando del brazo para liberarse.

—¿Crees que no sé qué ella sabe teletrasportar? —Su reproche la hizo alarmarse pero se mantuvo inexpresiva y firme.

El Intérprete y el Guardián - Parte I ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora