-Capítulo 17: "¿Escapar de los problemas? ¡Nunca!"-

Comenzar desde el principio
                                    

— ¿Qué sucede, P? —habló el rubio.

— ¡Eze! —la mencionada se lanzó a sus brazos, con una gran sonrisa en la cara; olvidando temporalmente lo que la tenía tan preocupada —Te extrañábamos mucho. Ju no paraba de hablar de cómo te iba aquí en Cancún.

El de los anteojos frunció el ceño ante el duradero contacto entre Paula y Ezequiel.

—Yo soy Guido —se adelantó con una cara seria y extendió la mano, razón por la que la chica tuvo que separarse y hacerse a un lado. Ese momento lo aprovechó para tomarla de la cintura firmemente y acercarla a él.

—Parece que te tienen reservada, P —dijo el nuevo integrante, divertido, a la vez que le estrechaba la mano.

—No te le acerques —lo defendió Ju, señalando a Paula.

Ella lanzó una risotada.

—Nos los dijiste a todas el día que lo conocimos: cuando teníamos ocho años más o menos.

Ambas chicas y Eze comenzaron a reír, mientras que los chicos no entendían absolutamente nada de lo que sucedía.

Guido carraspeó, interrumpiendo la escena nuevamente.

—Pau, ¿tienes algo que contarles? ¿Algo que involucra a cuatro jóvenes que se están quedando sin aire y que pueden perder la vida de un momento a otro? —dramatizó.

La aludida soltó un pequeño grito de horror.

—Me dijiste que no les pasaría nada —miró mal al joven. Se giró y encaró al resto del grupo —. Felipe, Lara, Alma y Fran se quedaron encerrados en el ascensor y debemos conseguir que los saquen.

— ¿Qué? —exclamaron todos al unísono.

—Yo voy a llamar a los técnicos, ¿de acuerdo? —dijo Ezequiel, después de apretar los hombros de una asombrada Ju—Ustedes intenten averiguar cómo están.

Los amigos asintieron y, de uno en uno, se fueron acercando a la caja de metal para tratar de oír algo.

—Acerquemos la oreja —habló Benja.

El resto obedeció en ese instante.

— ¡Sáquenme! —lloriqueaba alguien —. Soy demasiado bonito para morir. Necesito descendencia.

Pero no eran ni Lar ni Alma.

Era Felipe.

—Quiero unos tímpanos nuevos —se separó Martín —. Ahora.

~

— ¡Cállate, reina del drama! Van a sacarnos en un instante. Recuerda que Pau ya nos escuchó —exclamó Lar, tras pegarle en la nuca.

Lara y Felipe estaban sentados juntos en una pared, mientras que Alma y Fran se encontraban en el sitio de enfrente, dándoles la cara. Ambos grupos miraban a la puerta, añorando que se abriese de un momento a otro.

—Sé que me amas como soy —sonrió Feli, intentando respirar normalmente.

La chica rió.

Unos minutos más tarde, el que estaba junto a la rubia empezó a abanicarse.

— ¿Y ahora qué? —esta vez habló Fran.

— ¿Alguna vez les dije que soy claustrofóbico?

Los presentes abrieron los ojos, preocupados.

— ¿Por qué subieron al ascensor entonces? —cuestionó Al.

El dúo de varones se miró tímidamente, con un leve sonrojo.

—Queríamos perseguirlas —confesaron en un susurro.

Ellas se ruborizaron.

— ¡Son unos tiernos! —exclamó la ojiverde.

—Sí, pero la ternura me está cobrando factura ahora.

— ¿Puedo hacer algo para ayudarte? —el lado solidario de Lara acababa de salir a la luz.

—Sip —afirmó, haciéndose el enfermo y acompañando su actuación con una sonrisa angelical.

—No voy a besarte, si eso es lo que quieres.

El ascensor se empezó a mover una vez terminado el comentario de Lar.

Por el susto, las dos jóvenes se abrazaron a los chicos que estaban a su lado.

—Ey, tranquila —Fran le acarició el cabello a Al.

—Tengo miedo.

—Yo también —la acompañó Feli.

—Oigan, está complicado. Parece que la baja de tensión afectó el sistema —escucharon decir a una voz que provenía del exterior.

Un grito de sorpresa se escapó de los labios de las chicas.

La caja se detuvo.

—Ya está, vamos a morir —resolvió Felipe.

Lara llevó la mirada al techo y soltó el aire que había estado conteniendo.

Carpe diem, Lara. Carpe diem, se dijo a sí misma.

—Pues si me muero, me voy a morir feliz —farfulló. Nadie entendió lo mencionado hasta que la chica se estiró y, colocando la mano en el cuello de Feli, le plantó un beso.

Las puertas se abrieron, dejando a todo un grupo de estudiantes frente a ellos. La mayoría de ellos silbó pero, a pesar de eso, la pareja no se dio por enterada.

—Si no puedes contra ellos... —comenzó Guido, mirando a Paula —, debes unírteles —y, con eso, la acercó y la besó dulcemente.

Otra ola de chiflidos llenó el ambiente.

Habría acercado a Alma a mí, sin ningún compromiso, pensó Fran.

Pero no era el momento.

Aún no.

Lo que no entendió Franco hasta mucho más adelante fue que, tal vez, nunca sería el momento correcto.


Aunque no me prefierasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora