71- Casi muerta.

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Lo primero que mis sentidos pudieron captar cuando la consciencia regresó lentamente a mí, fue el olor a antiséptico y desinfectante, lo reconocería en cualquier lugar, incluso con los ojos cerrados, el tintinear de las máquinas, el silencio de algunos pasillos, la temperatura templada…

Estaba en el hospital.

Y como si mi cuerpo quisiera corroborar aquel descubrimiento, el dolor agudo y absorbente, se desplazó por el completo de mi abdomen, provocándome un leve estremecimiento, fui a levantar mi mano hacia la zona en un mero reflejo, cuando me di cuenta de que estaba firmemente sostenida por otra, cálida, dura, segura.

Lentamente, abrí los ojos mientras dejaba que se acostumbraran a la luz de la habitación. Reconocí el espacio como uno de los cuartos privados del piso VIP de nuestro hospital, había hecho uno que otro turno en aquel pabellón, era el sector más tranquilo, ya que normalmente no albergaba más de uno o dos pacientes a la vez. Giré entonces mi rostro hacia la cálida seguridad que envolvía mi mano. Dante. Él estaba dormido, sentado en una silla al borde de mi cama, su tronco contra el colchón, su cabeza casi sobre mi pierna, me permití verlo unos segundos, dándome cuenta que estaba vestido de una manera super informal a comparación de la normalidad, llevaba una camiseta negra, ajustada de mangas cortas, sus fornidos bíceps presionaban contra la tela de una manera magnífica, sus gafas estaban junto a él, sobre la cama, quitadas y cerradas cuidadosamente, sus largas pestañas hacían poco por cubrir las aureolas oscurecidas bajo sus ojos, sus labios parecían un poco secos y la barba áspera y corta que llevaba, me decía que hacía varios días que no se había afeitado. Seguía siendo igual de guapo y hermoso, pero no podía evitar que su imagen me perturbara de mala manera, porque si estaba en aquel estado, eso significaba que todo lo sucedido con la familia de Russo no había sido hace pocas horas, tal vez, como yo recordaba.

Mi mirada buscó el reloj que siempre estaba sobre alguna pared de las habitaciones de los pacientes, cuando finalmente lo hallé, debajo de la hora, estaba la fecha, un gemido involuntario salió estrangulado entre mis labios. El movimiento hizo estragos sobre mi abdomen, soltando otra queja dolorida esta vez.

¡Habían pasado dos semanas!

— ¿Chiara? — La voz ronca y adormilada de Dante siempre había sido un delicioso placebo para mí, esta vez no fue diferente, busqué su mirada y cuando encontró la mía luego de ponerse rápidamente las gafas, se levantó y se acercó aún más a mí, sobre mí. Sus manos sujetaron mi rostro con un temblor suave y sus ojos reflejaron un profundo dolor antes de ser cerrados con fuerza, juntó su frente a la mía y sentí que me hundía, dolorida mil veces más, que de las heridas en mi abdomen, Dante… Jamás lo había visto tan… Débil, vulnerable, era como si hiciera falta un simple roce para romperlo. — Chiara, Chiara, Chiara, Chiara…

Mi nombre se repitió en sus labios una y otra vez, en una plegaria hecha susurro, ronca, desesperada…

Llevé una mano hasta una de las suyas y la apreté. Su cuerpo dio un pequeño espasmo ante el contacto, sus manos ejercieron un poco más de temblorosa presión en mi rostro y cerré los ojos, disfrutando de su aroma que me envolvía, su calor fuerte y seguro, siempre permanente, una entidad constantemente presente, un conocimiento de su presencia que me había hecho desarrollar una profunda dependencia, tal vez no fuera del todo “sano”, pero me valía una mierda, quería necesitar a Dante, me sentía bien con ello, porque sabía de la misma manera que siempre que volteara o cayera, él estaría ahí. Así que, dejé que apretara mi rostro con fuerza, para que se convenciera de lo mismo, pero su temblor no disminuyó y una gota húmeda golpeó mi mejilla, abrí los ojos con un poco de sorpresa, solo para sentir mi pecho hundirse y retorcerse de la peor forma al ver las lágrimas recorrer sus rasgos masculinos y duros, Jamás lo había visto llorar, alguna vez había apostado con Anna que él en realidad no tenía lágrimas, pero ahí…

Criada por la mafiaWhere stories live. Discover now