25- "Madam"

29 2 0
                                    


La hermana Rosse me tomó por el codo y me arrastró por los pasillos del monasterio a un paso apresurado, constantemente su mirada se desviaba hasta el móvil que llevaba en la mano, un modelo viejo, desechable y que no poseían ninguna otra utilidad que realizar llamadas, tal vez recibiría mensajes de texto. Aunque no estaba del todo segura.

— ¿Realmente llamaron a Pappa? — Pregunté algo indignada — ¿Sabes que soy una mujer adulta, no?

— Lo eres, puedo notarlo — Dijo sin detener el ritmo mientras bajábamos las escaleras a toda prisa— Y estoy segura de que Flavio Russo también.

Tal vez debí sentirme indignada ante el comentario, pero lo cierto es, que el tono, la forma en la que había dicho aquellas palabras, no era malicioso o sarcástico. Había una sincera preocupación en su voz.

— ¿A qué te refieres? — Me detuve en seco cuando llegamos al último escalón, ella hizo una mueca y me soltó, dio un largo suspiro. La hermana Rosse no debería tener más de treinta y tantos, pero de repente, se vio demasiado cansada.

— Este monasterio se ha encargado durante décadas en dar refugio a las muchachas que han sido descartadas por la mafia como un pedazo de carne. — Dijo con una voz firme a pesar de su expresión. — He visto la forma en la que Flavio te miró… Ten cuidado.

Tragué duró ante sus palabras, ¿Mi madre había sido una de ellas? NO, Pappa había venido por ella, Pappa jamás la hubiera descartado, él la ADORABA más de lo que se consideraría sano.

— Solo está encandilado, soy un juguete nuevo en la ciudad y aunque así fuera, te puedo asegurar que no tengo ningún tipo de interés romántico en alguien como Flavio. — Ella me dio una larga mirada.

— Puede que Pappa Livierato haya sido diferente con tu madre, pero no todos los mafiosos son como él. La mayoría, si no todos, son como Flavio Russo, las mujeres son activo sexual descartable y reemplazable, no importa lo hermosa, lo inteligente o buena que seas. — Había demasiado ímpetu y preocupación en la voz…

De repente, todo tuvo sentido, no pude evitar la expresión de sorpresa, ni tampoco como mi boca casi toco el suelo. Ella desvió la mirada hacia el enorme jardín que se extendía detrás de ambas, la puerta abierta de par en par.

— Solo era una novicia, me persiguió con tanto cuidado que yo…

— No tienes que explicarme nada que no quieras. — Le aseguré rápidamente.

— Lo sé, pero me gustaría que entiendas, tu madre te sacó de ese mundo por una razón, en el corazón del mafioso solo existe una cosa. — Su mirada encontró la mía — Poder.

Quise argumentar que no todos los hombres eran así, pero tampoco tenía pruebas o argumentos contra eso. Realmente más allá de Pappa, no conocía a ninguno de los hombres que andaban por la casa, aquellos que me protegerían sin dudarlo un solo segundo, también conocía a Dante.

Error, “conocía” al pequeño Dante, aquel enorme hombre que me encandilaba más rápido que las luces fluorescentes del quirófano…

No, de aquel hombre no sabía absolutamente nada.

“Eres mía. Fin de la ecuación”.

Las palabras de Dante rebotaron con fuerza en mi cabeza. Nunca me habían molestado tanto, no por su significado, no por la dominación y exigencia de las mismas. Si no porque…

Me gustaban las cosas claras y los márgenes absolutos.

Jodido. Estúpido. Dante.

El móvil en la mano de la hermana Rosse comenzó a sonar y tomó mi mano.

Criada por la mafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora