4- La verdad

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Había puesto una alarma para despertarme exactamente seis horas después de que había decidido irme a la cama, pero aquello no fue lo que me despertó, ojalá hubiera sido la maldita alarma. No, lo que me sacó del glorioso descanso que estaba teniendo después de días de dormir, e insoportables turnos, fue la melodiosa, pero furiosa voz de mi madre y la brillante luz que había encendido, de mi habitación.

Solté un quejido lastimero y me cubrí el rostro con otra almohada.

-A la sala. Ahora.- Dijo de forma tajante y furiosa en su perfecto Italiano, costumbre desde que habíamos dejado nuestra tierra natal, en casa, no se hablaba inglés.

Ahogando un grito de frustración contra la almohada, la lancé hacia la puerta donde, solo segundos antes, había estado mi regia madre. Suspiré y me puse de pie, tomé una liga para el cabello y mediante me dirigía a mi juicio final, escaleras abajo, tomé mi frondoso y rebelde cabello rubio en una alta coleta.

Cuando llegué casi al último escalón, me permití ver a mi madre que ya estaba ahí, de pie, semi de espaldas, hacía mí, mirando hacia el jardín a través de los enormes ventanales que iban del techo al suelo, afuera la piscina estaba en calma, los rociadores eléctricos del césped encendidos y lanzaban en una suave llovizna de agua alrededor hermosas hortensias y rosas de todos colores, era un jardín hermoso, y tenían eso en común con ella, las rosas. Stella Martini era una mujer... Regia, mi hermana y yo nos parecíamos mucho a ella, altas, piernas largas, figura esbelta y cabello rubio, pero mientras nuestros ojos eran de un profundo azul, los de mi madre, al igual que los de Pappa, eran castaños, muy oscuros, enormes y hermosos pozos sin fondo, enmarcados en una mirada dura y penetrante, mi madre era hermosa, en sus cuarenta y cinco años, mantenía su piel tersa y postura dominante, unos labios llenos y una sonrisa preciosa, lástima que desde que dejamos Abruzzo, cada vez pudimos apreciar menos aquella sonrisa.

Ella se volteó hacia mí y nuestras miradas se encontraron, suspiré y bajé el último escalón para llegar hasta uno de los mullidos sofás y dejarme caer en él. Tomé uno de los pequeños cojines y lo puse en mi abdomen, finalmente, volví a levantar la mirada a ella.

-¿Me puedes explicar qué demonios está pasando por esa cabeza tuya? -Preguntó aún tranquila, pero podía ver la ira en su mirada, se estaba conteniendo, probablemente para darme la oportunidad de explicarme antes de comenzar con el verdadero griterío, somos Italianas, ¿tratar de contenernos en una discusión? Imposible. -¿Desde cuándo eres una cobarde?

-¿Cobarde? - Oh, no... Esto se iba a poner feo. Apreté la mandíbula y la fulminé.

-Haces un escándalo en el hospital y luego pides cartas de recomendación para un intercambio. -Aclaró ella - Si no estás escapando de la situación, sinceramente no le encuentro lógica a todo este estúpido asunto.

-¡No estoy escapando de la zo...-Una mirada de advertencia, no se maldecía delante de Stella Martini.-... De la doctora William! -Me puse de pie indignada.- Ella se equivocó y estoy segura de habérselo dejado en claro!,- Desvié la mirada, incapaz de mantenérsela, no cuando iba a mentirle,-... La solicitud de intercambio es algo que hace meses estoy meditando, buscando información, simplemente dio la casualidad de que hoy envíe la solici...

-¡Una mierda! - Exclamó mi madre con los brazos en alto.- ¡Tú lo sabes!, ¡Yo lo sé!. ¡Por el amor de Dios! ¡Hasta James lo sabe! ¡Estás escapando! ¡Te asusta la reacción de los doctores de planta después de lo sucedido con esa estúpida de William!

Por un mísero segundo había olvidado toda la discusión, mi madre no decía malas palabras, no maldecía, pero yo ya sabía que estaría furiosa y si bien, de cierta forma era verdad que me preocupaba la posible reacción del resto de los cirujanos de planta, después de mi maravilloso desplante con la doctora William, no era la principal razón por la que estaba solicitando el intercambio. Mi madre suspiró y deshizo la estricta coleta que llevaba hasta aquel segundo, cerró sus ojos y masajeó sus sienes en un gesto que denotaba su absoluto cansancio.

Criada por la mafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora