38- Naufragio mental

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Cuando llegué al desayuno aquella mañana, sabía que él no estaría, pero aun así, fue un golpe de decepción no verlo y todo fue peor, cuando encontré a solo mi madre en la mesa. Había estado evitándola exitosamente desde la otra tarde y sus terribles revelaciones, pero era lógico que no podía evitarla para siempre, lo tenía claro, pero aun así traté de cruzar el comedor para salir. Ella, por supuesto, me detuvo.

— Deja de actuar como una malcriada y siéntate a comer, Chiara. — Soltó con la misma tranquilidad que la caracterizaba, y el mismo veneno también.

— Si soy una malcriada, no es precisamente mi culpa, madre. — Respondí, pero igualmente tomé asiento en frente de ella. No disimuló su malestar a mi comentario.

Una de las sirvientas se apresuró y me sirvió mi jugo de naranja junto a las tostadas, luego de agradecerle, se marchó rápidamente.

— Ya no eres una niña, deberías comenzar a actuar con mayor madurez — soltó ella dejando su taza en la mesa.

— Curiosas palabras de la mujer que huyó de su esposo…

— Cuida tus palabras. Pequeña Chiara… — Me cortó Pappa entrando en el comedor, su tono fue suave, pero no menos tajante, pasó a mi lado y besó la parte superior de mi cabeza antes de tomar asiento en la parte principal de la mesa. Su trono. — ¿Cuánto dura tu turno esta vez?

La sutil forma en la que había cambiado el tema era una orden clara para ambas de dejar el asunto anterior. Mamma no lo merecía. ¿Cuál sería la historia de ambos para poseer ese nivel de complicidad y apoyo?

— setenta horas. — Respondí, mi progenitora no me quitaba la mirada entrecerrada de encima.

— ¿Tu jefe de seguridad no debería estar por aquí? — Preguntó venenosamente, ella a Pappa, aunque su mirada no me había dejado. Dios santo, a veces realmente quería estrangularla.

Pappa nos dio una mirada rápida, evaluatoria.

— Dante tiene… Asuntos que atender fuera de la ciudad esta semana. — Contestó secamente Pappa.

¿Dante estaba fuera de la ciudad? ¿Dónde? ¿Para qué?

Tuve que morderme la lengua para no soltar aquellas preguntas. No me correspondían, yo lo había decidido así, pero eso no significaba que no tuviera la curiosidad, o que no me doliera molestamente el pecho cada vez que pensaba en él. Que, Últimamente, era casi todo el maldito día.

Jodido. Maldito Dante.

— Así es mejor, no me agrada, no lo quiero en la casa. — Soltó ella, una reina en su propio castillo.

— Me temo Cuore mío, que no estás en posición de exigir nada, y de igual forma, eso no lo decides tú. — Dijo Pappa tranquilamente.

— Amore mío, ahora me quedaré aquí, para siempre, debería tener el derecho de…

— No ahora, Stella. Con el tiempo, ya veremos. — Cortó él, con firmeza, pero la misma amabilidad, tomó la mano de mi madre y le dejó un suave beso en ella, mi madre hizo un puchero infantil, le brillaban los ojos cada vez que lo veía, dudar de su amor sería absurdo, pero seguía siendo igual de molesta. Aún así, mamá no insistió.

Cansada y un poco envidiosa, terminé mi jugo con un par de rápidos sorbos.

— Me voy, tengan buen día. — Señalé tomando el bolso que había dejado en el suelo junto a la silla luego de ponerme de pie.

— Chiara, tenemos que hablar. — Me cortó mi madre mientras daba los primeros pasos hacia la libertad.

No me di vuelta, simplemente la observé sobre el hombro.

— Tú y yo, no tenemos nada de qué hablar, no aún. — La corté y creí haber notado un brillo en los ojos de Pappa ante la autoridad en mi voz, la misma que me sorprendió incluso a mí. — Cuando haya decidido si te quiero lo suficiente para perdonarte, hablaremos.

Mamá no respondió, pienso que se encontró demasiado atónita para hacerlo y por lo demás, yo tampoco espere a que ideara algunas frases venenosas. Me encaminé lo más rápido posible hasta la salida, ahí Rodrigo ya esperaba junto al coche. Le sonreí y él solo me saludó con un asentimiento.


El camino en coche hasta el hospital fue tranquilo y en un cómodo silencio, era algo que necesitaba para ordenar mis ideas. Y al llegar me dejé sumir por completo en el caos del hospital, la sala de urgencias y los quirófanos, todo eso casi pudo desconcentrarme por completo, casi.

Pero aquellos felinos ojos verdes que tan bien conocía seguían viniendo a mí, una y otra vez, sin tregua. Nuestra última conversación había sido horrenda, yo había sido una perra, lo tenía absolutamente claro y si bien desde que las cosas habían cambiado de dirección en lo que respectaba a Dante, sabía que tenía que detenerlo…

La realidad no me había dado la seguridad y satisfacción que esperaba. No, solo me había llenado de una sensación agria, envuelta en una profunda ansiedad. Pero al mismo tiempo, una parte de mí, aquella que había gritado durante años por su independencia, me decía que había hecho lo correcto.

Una relación con Dante no llevaría a ninguna parte, él no iba a dejar la mafia y yo no me iba a unir a ella…

No teníamos futuro juntos.

— Has estado distraída todo el día …— La gruesa, pero amable voz del doctor De Luca me sacó de la ensoñación. Me giré hacia él con mi café en mano, el tercero aquel día. — Eso tampoco es un almuerzo decente…

Me encontré con su mirada de pozos sin fondo, oscuros como aquellos lugares egoístas de mi alma. ¿Por qué no podía sentirme atraída por él? ¿Por qué no podía desearlo cómo deseaba a Dante?

El karma era una perra…

—¿Estás bien? — Preguntó al cabo de un rato, solo entonces me di cuenta que, debí de haberme quedado mirándolo cómo idiota un buen tiempo. En su tono había una clara preocupación.

Le di la mejor sonrisa que pude formular.

— Lo estoy, lo siento, he tenido algunos días difíciles… — Traté de confesar.

— ¿Por eso no has respondido mis mensajes? — Mierda… Me había enviado algunos, unos insignificantes, “Buenos días”, “Otro turno sin topar contigo”, y dos invitaciones a salir, a cenar, en su casa.

—Si, lo siento — Me disculpé con honestidad — Escucha, creo que es mejor que…

—No — Me cortó con la misma encantadora y juguetona sonrisa que solía mantener — Si me vas a rechazar, al menos dame una sola oportunidad, en eso habíamos quedado ¿No? — Preguntó — Una cena, en mi casa, si antes de acabar el postre no quieres saber de mí, yo mismo te iré a dejar a tu casa, y al día siguiente continuaremos con la misma amistad.

Era justo, incluso si no me sentía del todo cómoda, o con ganas de tener citas casuales, al menos una cita agradable, una conversación de amigos …

No sonaba tan mal. Era un plan inofensivo. un lugar emocionalmente seguro.

— Una cita y ya. — Asentí entonces.

—Perfecto, ¿Cuándo termina tu turno?

— Mañana en la noche.

— Bien, nos iremos en mi auto de aquí. — zanjó y yo asentí. Luego se despidió rápidamente cuando su móvil comenzó a sonar.

Aún tenía que llamar y avisar a Pappa, pero no estaba dispuesta a dejar que la “Famiglia” me arruinara esto.

Yo no tenía responsabilidades con ellos.

Ni con él…




Criada por la mafiaWhere stories live. Discover now