67- Secuestro

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— Mi hermosa madam, tus hombres se han tomado muy en serio el tema de tu seguridad ¿No?, Una pena que no pensaron en aquellos eslabones que tanto te importan. — La sonrisa de Jenny esta mañana cuando le dije que quería ir con ella por un trago… Me golpeó dolorosamente. Forcé a mi rostro a no expresar nada y simular que escuchaba a mi querida amiga. De Luca señaló con un gesto que iba a comprar una bebida, solo asentí y cuando estuvo lo suficientemente lejos de mi oído, finalmente hablé.

— Esta vez no fallaré en el tiro…

La risa de Flavio fue desquiciada.

— Tan feroz, tan perfecta… — Dijo y escuché su jadeo asqueroso al otro lado de la línea — Tu amiga está bien, pero si no vienes pronto me veré en la obligación de llevarme a ella en vez de ti. Huele bien…

— ¿Dónde estás? No la toques. — Me estaba costando mantener la voz baja, la rabia, la impotencia y el pánico, amenazaban con hacerme perder el control control de una manera que no había experimentado antes.

— No te pongas celosa, Chiara mía. — Señaló y tuve que obligar a mi cuerpo a retener la arcada. — Primer subterráneo, Piccola, no hagas nada estúpido, tengo en la mira a cada uno de los hombres que están alrededor, si veo algún movimiento raro, alguna llamada, cualquier cosa que los ponga en alerta. Le vuelo la cabeza ¿Capicci?

— Estaré ahí en seguida.

— No tardes, Chiara. Tenemos que terminar lo que empezamos con ese baile.

La llamada se cortó y mi cuerpo se estremeció al recordar la forma en que casi me besó, su aliento sobre mi boca, su erección sobre mí estómago…

— ¿Todo bien? — La voz de De Luca me obligó a volver al presente, puse la mirada llena de preocupación. No tuve que fingir mucho.

— ¿Harías algo por mí? — La sospecha se apegó en su mirada, pero aun así, asintió. — Ha pasado algo en casa, tengo que ir…

— ¿Están todos bien? — Preguntó sinceramente preocupado.

— No estoy segura aún. Pero necesito ir, es grave.

— Tomaré tu turno y pediré refuerzos, no te preocupes. — Dijo y le agradecí levantándome rápidamente. Pero aun así me obligué a tomar el paso lento, la gente de Pappa miraba las cámaras de seguridad y podía intuir si sucedía algo. No podía hacer nada que pusiera en riesgo a Jenny, si le sucedía algo más por mi culpa…

No me lo perdonaría.

Fui directamente hasta el cuarto de guardia, sabía que había una cámara ahí, rogaba que Enzo fuera tan bueno como presumía, escribí una nota en un papel y me quedé cerca de un minuto apuntando lo escrito en la cámara, luego lo dejé sobre la misma mesa y abrí mi móvil, encontrando en minúsculo chip de rastreo que Rodrigo había puesto ahí, me tomó unos segundos pensar en el lugar adecuado para ponerlo, mi ropa interior sería la opción más lógica pero…

Me estremecí al recordar una vez más el asqueroso baile que había compartido con Flavio. Apreté el pequeño chip, no era más grande que una Aspirina... Luego de armarme de valor unos segundos, fui hasta el armario médico y saqué un guante de látex, corté uno de los dedos y envolví el pequeño dispositivo en él, lo humedecí con vaselina medicinal y tomando la primera botella de agua que encontré, sin importarme de quién fuera, tragué de él sin miramientos, como si fuera una maldita pastilla.

Dios… Por favor, espero que no me rompa nada por dentro.

Una vez que pude deshacerme de los nervios y el pánico que amenazaba con volverme histérica, me encaminé hasta donde Flavio me había indicado, no era tan estúpida como para pensar que podría haberme llevado algo para usar como arma, no me arriesgaría a que en un ataque de rabieta por ello, Jenny terminara herida, eso no hizo que el pulso en mi pecho disminuyera, o que lograra tranquilizarme en lo más mínimo.

Aun así, cuando las puertas del ascensor se abrieron en el estacionamiento, logré controlar la ola de emociones para que nada se filtrara a través de mi rostro, caminé a paso lento por el estacionamiento hasta que un mercedes negro al final del pasillo, hizo cambio de luces, tomando un respiro profundo por la nariz, me encaminé más rápido hacia el vehículo, mis pasos resonaban levemente en el eco del espacio y me concentré en eso, logrando que cuando estuviera en frente, mi corazón mantuviera un pulso más tranquilo, todavía estaba jodidamente nerviosa, pero ya no creía que me diera un ataque de pánico.

Las puertas traseras del coche se abrieron luego de unos segundos de mi llegada, Flavio y otro hombre bajaron sujetando a Jenny, amordazada con una tela en la boca, se sacudía presa del terror y trataba de soltarse mientras las lágrimas caían por sus ojos, estos se abrieron en sorpresa en cuanto me vieron. Me tomó cada gramo de mi autocontrol, no correr hacia ella o tener algún grado de reacción. La empujaron hacia delante, hacia mi, quedándose a un seguro metro de distancia.

— Cugina… — Saludó Flavio con una sonrisa espeluznante, sus ojos casi brillando de una alegría morbosamente lujuriosa. — Te extrañé.

Tuve que esforzarme para contener el estremecimiento al escuchar su afirmación cargada en una voz ronca, afectada… Imposiblemente desagradable y asquerosa. Jenny trató de llamarme con su boca amordazada, no quité mi mirada de Flavio.

— Ahora estoy aquí, déjala ir. — Mi tono no podía ser más tajante, una orden seca y me alegré de que no sonara asustada, como realmente me sentía.

La sonrisa de Flavio se hizo más espeluznantemente amplia y caminó hacia mí.

— Fue increíblemente sencillo hackear las cámaras del estacionamiento, supongo que no les dieron mayor prioridad. — Comentó y levantó su mano para acomodar uno de mis mechones detrás de mi oreja. Pese a que todo mi cuerpo se tensó ante su cercanía y el asco, no me alejé ni bajé los ojos de los profundos azules suyos. Un reflejo, un espejo de los míos, la evidencia genética de lo que nos unía. — Dame tu móvil, Cugina, tendré que revisarte para saber que no traes ningún juguete por aquí.

Apreté la mandíbula, incluso más asqueada ahora, solo pensar en sus manos sobre mí... Aun así, asentí. No confiaba en mí misma para abrir la boca y evitar escupirle. Saqué mi móvil del bolsillo y se lo di, él lo tiró al suelo con fuerza y bi como la pantalla se hizo pedazos. Luego tuve que usar todo, absolutamente todo mi control, para no alejarlo cuando sus manos comenzaron a bajar por mis hombros, luego por dentro, sus manos presionaron con fuerza por el costado de mis pechos, mi cintura, mis caderas y luego mis piernas, la tela del jeans se sentía áspera ante la fuerza del roce, cuando llegó a mis tobillos, comenzó a subir por el interior de mis piernas, su mirada cargada siguió cada línea de mi cuerpo mientras lo repasaba con sus asquerosas manos …. Solo un poco más…. Me consolé a mí misma y mi dentadura chilló cuando su mano acunó mi sexo sobre la tela de los pantalones. Apretó un segundo antes de soltarme.

— Cerdo. — Escupí indignada, él solo rió levemente. Le hizo un gesto al hombre detrás de él y éste avanzó hacia el centro del pasillo del estacionamiento, le dio un golpe con la parte posterior de su arma en la nuca a Jenny que no había dejado de patalear y la pobre, cayó al suelo inconsciente.

Apreté los puños, sabiendo que no podía correr detrás de ella, le rogué a quien fuera que pudiera escuchar mis plegarias, que la mantuviera a salvo.

— Sube al auto. — Ordenó Flavio. Apretando los ojos con fuerza unos segundos. — Ahora. Chiara.

Obligué a mis pies a moverse hasta el asiento trasero del vehículo y finalmente, entre. Flavio se subió a mi lado por el otro costado y el extraño hombre tomó el asiento del conductor.

— A la bodega. — Ordenó Flavio y el coche se puso en movimiento.

Pude ver cuando pasamos por fuera del hospital, a algunos hombres de Pappa, apoyados contra el capo de un Jeep, montando guardia como siempre, pasamos delante de ellos y ni siquiera miraron en nuestra dirección. ¿No habían recibido mi mensaje? ¿El chip de rastreo había dejado de funcionar?

Dios….

Enterré mi mano bajo mis muslos para que Flavio, que no había dejado de mirarme desde su lugar, no pudiera verlas temblar. Las garras del pánico casi me hicieron gemir, voltee mi mirada hacia la venta y cerré los ojos, apoyando la frente en el vidrio templado y polarizado, buscando desesperadamente que el sudor helado que me recorría por la espalda, se calmara con el frío del cristal. Por favor… Por favor…

No funcionó.

Criada por la mafiaWhere stories live. Discover now