21- Coartada

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Pasé cada segundo desde que abrí los ojos aquella mañana diciéndome lo mismo, una y otra vez.

“Concéntrate, recuerda por qué has venido”

Aquel sería mi nuevo mantra, no es que no me gustara Dante, porque aunque odiara que así fuera, la verdad era que siempre me había gustado, incluso de niños, ahora la atracción era demasiado inevitable. Por eso, había decidido mantenerme lo más alejada posible de él, sabía que no duraría mucho y que a él no le gustaría mi nueva forma de relacionarme, pero tenía que hacerse, yo no tenía planeado quedarme en L’Aquila, o en Italia, había venido por una única razón y me largaría después de terminar mi internado en poco menos de un año. Aún no había decidido bien dónde ir, pero tenía algunas ideas, unas que había descubierto por mera coincidencia, serían destinos perfectos, imposibles de rastrear, incluso para la influencia de mi madre, o el poder de Pappa y luego, de Dante.

Quería libertad, anhelaba libertad, era tanta la necesidad que cada vez que pensaba en la idea de seguir viviendo bajo el radar de alguno de ellos…

Sentía que me ahogaba.

Sé que sonaba como una mocosa malagradecida y tal vez lo era, pero eso no cambiaba el hecho de que no sería feliz en aquellas circunstancias.

Al llegar al comedor, ya casi era la hora de irme al hospital, por ende, no me extrañó ver a Pappa y Dante ya reunidos ahí, terminando su desayuno.

—Buenos días, princesa — Saludó Pappa sin levantar la vista del periódico.

—Buenos días. — Saludé sirviéndome un zumo de naranja sin sentarme.

—¿Los doctores no deberían ser puntuales? Estás a punto de llegar tarde. —señaló él.

Jodido. Dante.

Había decidido ignorarlo, pero una palabra suya bastaba para provocarme y hacerme enfurecer. Me obligué a no responder y morderme la lengua.

—Iré a buscar el coche…

—En realidad Pappa, hay algo que quiero pedirte. — Interrumpí a Dante, quién tenía la mirada clavada en mí, quemaba, ardía y me tomó todo mi esfuerzo no mirarlo de vuelta. Pappa levantó la mirada finalmente de su periódico, lo dobló tranquilamente y lo dejó sobre la mesa, su atención completa para mí. Como siempre había sido de pequeña. Se me retorció el pecho ante el recuerdo.

Aquí vamos…

—Quiero cambiar mi escolta personal, en realidad, de ahora en adelante preferiría que Rodrigo me acompañase fuera de casa. Me siento cómoda con él—La mirada de Dante ardía, estoy segura de que escuché sus dientes crujir. Me giré hacia el aludido que hacía guardia en la puerta del comedor — Si para ti no es un problema, claro.

Si el mafioso en cuestión se sorprendió o le molestó algo sobre mi requerimiento, no lo demostró, en realidad por eso era cómodo, Rodrigo nunca demostraba nada.

Pappa me dio una larga mirada antes de girarse hacia Rodrigo.

—¿Tienes alguna objeción? —Preguntó a Rodrigo.

—Cumpliré tus órdenes, Pappa — señaló en completa tranquilidad. —Iré por el coche.

Y así, sin más, se retiró del comedor.

—Pequeña Chiara …— El tono de Dante fue tan ronco y áspero que levantó cada vello de mi cuerpo, hora de huir.

—Gracias Pappa, nos vemos en tres días. — señalé y me puse de pie, tomando mi morral para echármela al hombro y salir apresuradamente de ahí.

La ronca risa de Pappa me siguió por el pasillo hasta salir por la puerta principal, donde Rodrigo ya esperaba con la puerta del copiloto abierta para mí.




El trayecto en silencio hasta el hospital fue una bendición, me ayudó a calmar la nueva ansiedad que había desbloqueado al ignorar a Dante.

Sabía que no se quedaría tranquilo e ignoraría mi desaire, Dante podía ser ambiguo y un pesado, pero incluso de niños, nunca me había dejado salirme con la mía. Siempre se encargaba de cuidar de mí y luego de haberlo meditado un buen rato durante la noche anterior…

Siempre había sido posesivo, no le gustaba que jugara con los otros niños, y tampoco le agradaba mucho cuando Anna se unía a nosotros, odiaba que me retrasara a nuestras reuniones de juegos y constantemente estaba pendiente de la gente que me rodeaba. No sé si era porque Pappa se lo había ordenado al cuidar de mí, o era algo que él hacía porque… Bueno porque así era él.

—La recogeré en tres días, entonces — Pestañee al darme cuenta de que habíamos llegado a la entrada del hospital. —Que tenga buen día, pequeña Chiara.

—Oh, si, claro, gracias Rodrigo, por todo — Dije al dedicarle una suave sonrisa, él solo asintió.

Me dirigí directamente al camerino de internos dónde ya varias de mis compañeras terminaban de cambiarse, pasando de la ropa común y civil, a nuestro uniforme quirúrgico. Nos saludamos mutuamente con un usual “¡Hola!” Y me dirigí directamente hasta mi casillero, ahí saqué mi uniforme y me apresuré a cambiarme, las rondas empezaban en cinco minutos y comenzaríamos por urgencia, ahí otro problema, ya no estaba segura de cómo enfrentar al doctor De Luca.

Jodido, estúpido, Dante.

¿Qué se supone que significaba su maldita declaración?

¿Éramos novios? ¿Era suya para la cama? ¿Teníamos una relación abierta? ¿Cerrada?

En fin, evitarlo parecía la mejor opción por el momento, al menos hasta que descubriera que hacer con la mano derecha de Pappa.

—¡Hey! —El lie llegó a mi lado con su particular energía y sus rizos cortos, sueltos e igualmente alegres —Quiero agradecerte por cubrirme el otro día en urgencias, gracias por cambiarme la jornada de prueba de solo, realmente me sentía fatal…

—¿Tus períodos siempre han sido igual? —Pregunté sinceramente preocupada, ella asintió resignada.

—En fin, gracias por cambiarme el turno — Dijo y con una sonrisa se dirigió a su casilla.

Por qué si, gracias al cambio de turno hecho con Ellie, ahora no tenía que hacer setenta y dos horas, cómo le había dicho a Dante y Pappa, solo cuarenta y ocho, tenía un día completo después de mi turno para averiguar por fin lo que había venido a hacer. Tenía la dirección del monasterio dónde mi madre había pasado el último periodo de su embarazo y había dado a luz.

Había descubierto aquello hace dos años, cuando buscaba un libro de medicina en la oficina de mi madre en casa, un viejo diario guardado en una de las repisas de la biblioteca.

Mamá narraba cómo se había escapado de mi supuesto padre biológico cuando estaba en el tercer trimestre de embarazo, no hablaba mucho sobre mi progenitor, solo de cómo había escapado, una mucama anciana la había ayudado, ella había decidido esconderse en aquel monasterio dónde la misma mucama la había llevado.

Mamma hablaba de cómo, a “él”, ósea mi padre, jamás se le ocurriría buscarla en el monasterio, bajo sus propias narices, aún no estaba segura de que significaba eso, suponía que se refería a que mi padre vivía relativamente cerca de ahí, o tenía que ver con la administración del lugar.

En fin, ya lo averiguaría.

Había buscado en internet el nombre del monasterio y luego de un par de clics, di rápidamente con la dirección. Ahora solo tenía que aguantar las ansias.

Solo un turno, y luego podría averiguar la verdad.




Criada por la mafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora