39- Dante

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Pensé — Estúpidamente — que el viaje al puerto de Pescara, me ayudaría a distraer mi mente. No funcionó.

Los profundos ojos azules de Chiara Martini continuaron acechándome, día y noche, no importaba las putas que hubiera llevado a mi cama esos días, o la cantidad de trabajo en el puerto, tampoco la sangre que había derramado.

Que estaba derramando…

— ¡ Figlio di puttana! — Gritó el hombre de Russo que seguía amarrado a la silla, tenía un aspecto deplorable, se le caía el párpado del reciente corte que le había hecho, su rostro estaba casi desfigurado de los golpes, su abdomen sangraba y le faltaba un dedo del pie.

— Señor, va a morir desagradado en poco tiempo… — Dijo uno de mis hombres, mi camisa ya estaba hecha un desastre, afortunadamente, la sangre no se notaba en el negro, pero eso no quería decir, que la humedad caliente no incomodara, mis guantes también comenzaban a volverse molestos.

— No podemos permitirlo, Aún tengo algunas dudas que aclarar. — medité mientras me acercaba a la mesa de utensilios, comenzaba a hartarme, quería volver a casa. Aún tenía temas pendientes con Chiara. Sus palabras aún picaban mi ego, bendita mujer dura y cruel… Me fascinaba. — Ponle una bolsa de transfusión.

Un cuchillo curvo, sí, era suficiente, ya me había divertido bastante, admiraba la lealtad de los hombres de Russo, pero todos tienen un punto de quiebre.

Incluso yo.

Con el cuchillo en mano me acerqué al hombre en la silla y otro de los míos le abrió la camisa, me agaché, hincándome sobre mis talones para quedar a su altura y apoyar suavemente, el cuchillo en su abdomen, el miedo apareció al fin en sus facciones.

— Desquiciado…

— Exactamente, por eso soy el inquisidor de Pappa Santiago. — una leve presión en la piel, la perla carmesí brillo contra la hoja, el hombre se estremeció y el olor a orina llenó el ambiente. Ah… — Patético.

— Per favore, no sé nada más…

— No me hagas repetir las preguntas, ya estoy aburrido.

— Antonio fue… Él nos ordenó interceptar la mercadería de Santiago, toda… — Tragó con dificultad —… Toda la mercancía fue vendida a la Bratva.

Hijos de perra.

No dejé que sus palabras me afectarán exteriormente, no le daría esa satisfacción, incluso si tenía ganas de ir hasta el bastardo de Russo y cortarle la puta garganta, luego saldaría cuentas con su hijo.

— No sabía que Antonio tenía problemas de stock y logística. — señalé con sarcasmo.

— No los tiene. — Dijo y esperé a que continuara, no lo hizo. Dos centímetros más dentro de la carne, suave y fibrosa ante el tacto, tenía que ir despacio, si me dejaba llevar, podría perforarle algo y habría terminado demasiado rápido. El grito de dolor llenó la sala de la bodega — Dios … Por favor… Si te digo más, él… Matará a mi familia…

Nunca he entendido por qué, los hombres en esta situación piensan que aquello podría interesarme.

Metí la mitad de la navaja y esperé pacientemente a que dejara de gritar, el sudor corrió por su frente.

— Él quiere… — Tenía la boca seca, probablemente, le costaba hablar a estas alturas. — Quiere debilitar a Pappa…

— ¿Por qué?

— Piensa que si ataca esta zona, enviará más hombres aquí y …

— Habrá menos gente en L’aquila — Terminé por él, este asintió — Pero nuevamente, ¿Por qué? ¿Para qué? Realmente espero que no sea tan estúpido para tratar de tomar el control de la ciudad…

Criada por la mafiaWhere stories live. Discover now