70- Lo dicho y NO dicho. Dante

70 2 0
                                    

Cuando finalmente llegamos al camino de tierra que nos indicaba la cercanía a las bodegas, yo ya había organizado el operativo por teléfono. Por ende, Mario esperaba con un traje militar negro en medio del camino, mis hombres junto a ellos, todos con el mismo atuendo, cascos, chalecos antibalas y armados hasta los dientes.

— Don. — Saludó cuando llegamos a su lado. No a Pappa, a mí. — Todo está listo, hemos sobrevolado el área con un drone, me entregó una pantalla de infrarrojo, dos cuerpos en medio de la bodega, hombres al rededor, dispersados por el interior. — Cerca de cuarenta hombres en total hay dentro, arriba,alrededor de Madam hay quince, el resto está en un espacio subterráneo. — Informó. — Están armados, hemos desplegado hombres alrededor de Russo, si salen de su propia zona les volaremos la cabeza, los hombres tienen libre orden.

— Perfecto. — Estaba cansado de jugar a ser pacífico, Russo había tenido la osadía de tomar lo único que jamás dejaría ir. Ahora, les volaría la cabeza a cada bastardo de esa maldita familia. Nos guió hasta unos jeeps más pequeños, abiertos, listos para ir.

— Iré en una de las camionetas. — Interrumpió de repente Stella. — No podré trabajar bien en esos jeeps, puedo usar la cajuela si tiro los asientos hacia delante, en caso de emergencia. — Explicó metódicamente la mujer. — Necesitaré a alguien rápido y frío que pueda asistirme. Lo dudo, pero… ¿Alguno de tus hombres tendrá conocimiento en primeros auxilios?

Mario sonrió hacia Stella.

— Todos, Donna. — La rubia pestañeó con claro asombro y sospecha, como si pensara que la estábamos jodiendo.

— Mi mujer fue secuestrada una vez ya. Cuando nos rescataron nadie sabía cómo atenderla. — Aclaré. — Ese jodido error no volvería a pasar bajo mi orden. — Aclaré. — Todos mis hombres tienen cursos avanzados de primeros auxilios. Los hace más eficientes y letales.

Stella asintió apretando los labios. Conforme, pero sin querer reconocerlo.

— Jose es enfermero a tiempo parcial, él la asistirá. — Mario le hizo una señal a uno de mis hombres, quien hizo un saludo de cabeza hacia mí antes de dirigirse hacia Stella. Ellos se fueron a elegir la camioneta que usarían y nos seguirían.

— Has aprendido de mis errores. — La voz dura de Pappa llamó mi atención.

— Por supuesto. — Señalé con aburrimiento. Él solo asintió. Mario volvió con nosotros. — Estamos listos, es momento, la situación dentro se está volviendo… Rara…

Le quité nuevamente la tablet de las manos para ver las figuras infrarrojas de un hombre sobre ella, estaban unidos por sus rostros…

— Hijo de las mil putas… — Pappa.

— Es mío. — Gruñí lanzándole la pantalla a Mario que la agarró desprevenidamente y me apresuré a nuestro Jeep, Rodrigo nos acompañó en silencio y mientras Mario explicaba cómo demonios íbamos a entrar, yo solo podía pensar en cómo iba a desmembrar a Flavio Russo por ponerle las manos encima…


Obviamente, la vida a veces podía ser una zorra y cuando vi la figura de Antonio sobre Chiara, la rabia y el asco fueron una bomba que amenazaba con volverme un maldito desquiciado, era su jodido tío y no quería pensar hasta qué punto había tocado a Chiara. El solo recordar la maldita imagen me ardía, pero ahora, luego de poder entrar, todo se había detenido. Había podido notar que algo no andaba bien con ella, se había palpado el estómago después de vomitar un charco de sangre, había visto los golpes de Antonio, pero sabía que no eran suficientes para provocar algo así, por otro lado… Ella había tragado un maldito chip. Chiara tenía una herida interna y no estaba bien, podía verlo, la conocía mejor que nadie, “solo un poco más”, “resiste un poco más”, rogué. Estaba a punto de ser intercambiada por Pappa, no iba a decir que me dolía aquella situación, habría entregado a cualquier persona con tal de recuperarla, pero cuando vi sus ojos…

La determinación los llenó mientras ella observaba a su padre y el frío congelado del pánico comenzó a correr por mis venas, supe lo que iba a hacer solo una fracción de segundo después de que ella probablemente lo decidiera, pero aun así…

Fue muy tarde.

Corrí adelante vaciando mi cartucho en balas que reventaron el pecho de Antonio, pero aun así…

El escarlata cubrió su suéter rosa…

La sangré corrió por su barbilla pequeña, sus parpados cayeron, sus labios me dieron todo lo que alguna vez había querido escuchar y su cuerpo, se desplomó.

— ¡¡Chiara!! — Grité, mis hombres estaban haciendo estragos alrededor, reduciendo al resto, yo solo podía pensar en ella, Pappa, cayó hacia delante con un disparo en el hombro, incluso así, había alcanzado a sujetar a su hija, Rodrigo lo ayudó a ponerse de pie y yo la tomé de sus brazos, se la quité, puse mis dedos en su cuello, necesitaba sentir, saber si... ¡Tenía latido!, era tan jodidamente lento que me costó más de lo que debería poder encontrarlo, pero ahí estaba, me apresuré a la salida, Mario y el resto de mis hombres cerraron detrás de nuestras espaldas mientras salimos de la bodega. Apreté su cuerpo flácido, quieto contra mi pecho, me temblaban las manos, me apresuré al salir, directamente a la camioneta donde Stella abrió sus ojos vidriosos al verme con su hija, su mentón tembló y se estremeció con violencia, aun así, cerró sus ojos unos segundos mientras llegábamos a su lado, una inspiración profunda mientras un par de lágrimas se derramaba por su rostro, pero cuando volvió a abrir los ojos y mirarme. La férrea determinación estaba en ellos.

— Ponla aquí. — Ordenó y señaló la cajuela, había acomodado una frazada y tenía varias cosas dispuestas alrededor, con cuidado la deposité y tomé su mano. — Muévete, necesito espacio.

Su orden tenía una autoridad que no había escuchado en ella antes. Con un gruñido me alejé, del otro lado del asiento, estaba Jose mirando los movimientos de Stella.

— Ella tragó un chip y creo que pudo haberle…

Stella rajó la blusa y el brasier de Chiara sin vacilar. Un enorme moretón estaba bajo sus pechos, en medio de su abdomen.

— Rasgado el esófago. Probablemente la parte superior del abdomen. Anestesia, sangre, y antibióticos de alto espectro. — Ordenó. Jose se movió diligentemente ante sus órdenes, Stella se puso guantes y tomó un jodido bisturí, miró la espalda de Chiara y asintió. — La bala salió. Esto no estará nada bien, no pueden interrumpirme. — Dijo y levantó la mirada, sus ojos entre Pappa y yo. — Si me detienen, los apuñalaré por imbéciles. Si me detengo, ella se muere.

— Solo… Sálvala. — Gruñí con los dientes apretados. No estaba acostumbrado a sentirme frustrado, imponente, e inútil, y en aquel minuto, no había nada que pudiera hacer por Chiara. El pánico que me provocaban los posibles resultados de lo que fuera a hacer Stella, me tenían al borde de las náuseas. La madre de mi prometida se puso de rodillas sobre el cuerpo de ella sin tocarla y bajando el bisturí, abrió la carne. — Mierda…

Criada por la mafiaOnde histórias criam vida. Descubra agora