15- Dante.

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De todas las maneras en las que me había imaginado recuperando el tiempo perdido con Chiara, definitivamente, las cosas no iban como lo había previsto, tampoco era horrible, el simple hecho de tenerla ahí, ya era una maravilla, incluso si lo único que hacía era pelear conmigo, levantar una enorme pared a su alrededor llena de rencor y una rabia que no comprendía. Hacia mí, hacia Pappa.

Había cosas que no comprendía por más que las meditara, ¿Por qué Chiara pensaba que Pappa la había abandonado? Su madre debería de haber hablado con ella.

Constantemente trataba de irritarla, hacerla perder el control que tan estrictamente tenía arraigado, odiaba aquello, Chiara era una fuerza determinada, llena de pasión que arrasaba con todo, siempre había sido así, pero con los años, me di cuenta de que se había estado aprendido a contener a sí misma, como si buscará ahogar aquel fuego que corría por sus venas.

Mala suerte, no tenía intenciones de dejarla hacerlo. Incluso si tenía que irritarla mil veces y salía herido en el camino, o si me odiaba un poco al respecto. No importaba, porque sabía que ella me deseaba, lo veía en sus ojos, en su mirada, cada vez que creía que no me daba cuenta.

Y aquello era un enorme consuelo, al mismo tiempo era gasolina al enorme hambre que sentía por ella, a duras penas lograba mantenerme bajo control, una suave caricia, una leve cercanía, es todo lo que necesitaba para sentir que me explotaría la cabeza (Y las bolas), si no la hacía mía.

Aquel día fue igual, su reacción en el coche me había dejado sorprendido, no esperaba ver tal rabia fría en su mirada y cuando salió corriendo del coche, apenas pude controlarme antes de ir tras ella y ponerla sobre mi hombro para llevarla a mi habitación.

No, no podía hacer eso, Pappa me pondría una bala en la cabeza antes de siquiera subir el primer escalón, la mayoría de la gente no dimensionaba el nivel de posesividad que ejercía la cabeza de la familia, sobre la misma. Lo que era suyo, era suyo. Sin discusión.

Intocable.

Y mi futura Donna, era su hija, era suya… Por ahora.

Luego de las hirientes palabras de Chiara pasé la tarde en el gimnasio, necesitaba liberar energía, estaba demasiado frustrado y el hambre era una bestia que poco a poco se despertaba en mi interior, no estaba del todo seguro que ella pudiera lidiar con todo lo que quería, que necesitaba hacerle, cuando llegara el momento.

No importaba, Chiara jamás retrocedía, ella era fuego y yo hierba seca para ser consumido.

Cuando estube lo suficientemente cansado subí a mi habitación a darme una ducha de agua fría, muy fría, necesitaba bajar la erección que amenazaba constantemente con romper mis pantalones cada vez que estaba cerca de ella, pero al salir del baño no esperaba tener visitas. En mi cama.

—Buona notte, Dante…—Bianca. Me maldije internamente por no darle aviso a los guardias para que no la dejaran entrar más, había sido mi amante los últimos dos años, una buena follada, rubia, cabello corto, una figura de reloj de arena y unos enormes ojos castaños. Era una verdadera belleza, hija de uno de nuestros socios comerciales, no uno tan importante, pero lo suficiente como para que los guardias la dejasen entrar al señalar que estaba saliendo conmigo. Había cortado con ella hace casi dos semanas. El sexo con ella era… Lo suficientemente bueno para perder tensión y poder descargar mi rabia cuando algo no iba bien, o las ganas de tomar un avión hasta Estados Unidos amenazaban con replantearme la lealtad hacia Pappa.

Pero ya no era suficiente, me había dado cuenta de que realmente ya no me interesaba, que mi ansiedad por la mujer que siempre había deseado ya me estaba consumiendo por completo, así que, corté la relación. Ella en aquel minuto se lo había tomado bien, o al menos eso creía, pero al verla ahí en mi cama, semidesnuda en lencería roja, me dejaba en claro que tal vez, no se lo había tomado tan bien como pensaba.

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