5- Viaje

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Mi postulación fue aceptada, no tenía dudas de que así sería, pero aun así, me llenó de un profundo alivio cuando el correo llegó a mi bandeja de entrada, hice turnos dos semanas más en el hospital hasta que la fecha del viaje estuvo a solo cuarenta y ocho horas, las cosas en el hospital no habían estado mucho mejor, pero al menos, y estoy casi segura de que fue gracias a James, mis turnos no toparon en ningún momento con la doctora William, eso no significaba que el resto de los cirujanos de planta estuvieran muy feliz con mi presencia, aun así, ninguno fue tan estúpido como para hacer algo al respecto y mientras se limitaban a tratarme como a cualquier otro interno, no tenía problema en cumplir las órdenes de mis superiores, finalmente, la jerarquía médica existía por una razón y yo no tenía intenciones de derrocarla.

Ana me llamó la noche anterior a mi vuelo, iba a viajar en clase económica y ya había confirmado mi habitación en la residencia médica que, al parecer, estaba a solo un par de cuadras del hospital. No era que mi madre tuviera escasez financiera y que no pudiera alquilar un piso o que no pudiera viajar en primera clase, pero la idea era, "pasar desapercibida" y L´Aquila no era una ciudad grande, tampoco era un pueblo minúsculo, pero sin dudas, podría llamar la atención de algunas personas si llegase envuelta en lujo. Eso sería lo que se esperaría de la hija adoptada de Santiago Livierato. 

—¿Realmente irás de vuelta a L´Aquila? —Preguntó Anna, claramente escéptica.— Por favor dime que es una coartada y que te estás fugando a Cancún con algún latino. 

Anna… 

Mi extrovertida y descarada hermana siempre había sido igual, sin miedo a decir lo que piensa, brillante, simple, libre…

—Siento decepcionarte, pero sí, quiero ir de vuelta a L´Aquila, yo…— Suspiré. 

—Entiendo la mierda que debe ser vivir bajo el apellido y carrera de mamma, pero Chiara… ¿No había otro lugar donde terminar tu residencia? —Me interrumpió ella. 

—¿Qué tiene de malo L´Aquila? —Pregunté curiosa. 

—Es… Aburrido.— Dijo finalmente y casi pude ver el ceño fruncido en los hermosos rasgos de mi hermana. 

—No voy a hacer turismo, Anna, voy a completar mi residencia. —Repetí. 

—Lo sé, lo sé, pero ¿por qué ahí?, podrías haber ido a Paris, Latinoamérica, roma o… Oh… —aquel fue el segundo que lo entendió.— No serás tan… Chiara…

—¿Mmmm? —Me estaba costando un infierno decidir qué libros llevar, mientras ya había terminado la maleta, ahora llenaba una más pequeña con algunos útiles personales y varios libros. 

¿”Anatomía humana” o “Enfermedades del sistema inmunológico”?

—Siempre fuiste la más lista de las dos.— Dijo en un tono cargado de picardía.— ¿Sigues enamorada de Dante? ¿Vas a buscar a tu amor de la infancia? 

Ambos libros golpearon el suelo. 

—¡¿Qué?!… NO…— definitivamente me había exaltado más de lo que debía para quien aseguraba, no tenía ningún interés en el reencuentro con aquel recuerdo. —Estás loca…

—Aja… Vale, digamos que no es así, ¿Entonces…? 

Suspiré, no me gustaba mentirle a mi madre, pero era inaceptable mentirle a Anna. 

—Yo… Quiero saber…-mordí mi labio inferior. 

Un largo suspiró salió del otro lado. No necesitaba explicarme para que ella entendiera a qué me refería. 

—Chiara… No necesitamos saber, en lo que a mí respecta, nuestro único padre es Pappa, aunque sus obligaciones no le permitan estar con nosotras. —Zanjó ella, intransigente.

—O llamarnos, una videollamada, una visita corta, ¡un maldito email!— Solté frustrada. Anna no respondió del otro lado, mi vista quedó pegada en el baúl dentro del armario, ahora abierto de par en par, ahí, dentro, estaban todos los regalos enviados por Pappa, muchos ni siquiera los había abierto. Yo sabía por qué Anna no respondía, porque para ella, Pappa no había desaparecido, ella, luego de que se mudó a Moscú, cuando tuvo su primera presentación… Pappa estuvo ahí, él viajó a verla y desde entonces han mantenido el contacto. Conmigo fue diferente, yo sabía por qué, era obvio, por mi culpa, habíamos dejado Italia, la decepción en su mirada todavía me dolía, Pappa me odiaba. 

—A veces las cosas no son como uno piensa Chiara, tal vez deberías, ya que estas allá… 

—Ni siquiera te atrevas a sugerir lo que creo que piensas sugerir.— Advertí.— Tú puedes tener un padre Anna, y no te juzgo por eso, me alegra que al menos una de las dos tenga la oportunidad de eso. 

—Chiara… 

—Pero yo buscaré a mi propio padre.— Zanjé y corté la llamada antes de escuchar más al respecto.  

 




Odiaba viajar en clase turista, lástima que lo recordé demasiado tarde, los espacios entre asientos eran minúsculos y mis piernas terminaban sinceramente completamente acalambradas, la comida era horrenda y tuve que compartir fila con un enorme sujeto que roncaba y otro que sufría espasmos durante el sueño, finalmente cuando el avión aterrizó, me sentía tan cansada como si hubiera estado en un turno de cuarenta y ocho horas, aun así, al llegar a la sala de equipaje, me sentía… Libre

 Respiré profundamente y exhalé de manera lenta, era la primera vez en años que podía disfrutar del aire en mis pulmones, saqué el folleto de inducción para nuevos pasantes, ahora debía recoger mi equipaje y presentarme directamente al hostal asignado por el programa de intercambio, revisé nuevamente cada uno de los pasos que tenía que seguir y el horario que me habían asignado aquella primera semana de residencia, la emoción corría por mis venas, estaba eufórica por tener aquel nuevo comienzo y aunque aún no tenía un plan para averiguar el nombre o el paradero de mi padre biológico, tenía algunas pistas de donde comenzar. 

Sonó la alarma que avisaba el desembarque de las maletas y busqué la cinta corredera asignada a mi vuelo, las maletas comenzaron a salir y cuando divisé la mía, cuero negro con un fosforescente pompón rosa amarrado a la manilla, me apresuré a él, estaba tan metida en mis propias divagaciones que no me di cuenta de que una persona se acercaba por el costado, hasta que cuando estiré la mano hacía mi equipaje, mi costado chocó con una pared, haciéndome tambalearme hacía atrás, salvo que no era una pared, cuando levanté la vista después de recuperar el equilibrio, me encontré con la enorme presencia, debía medir sobre el metro ochenta, enormes brazos y hombros, piel ligeramente bronceada, un cabello castaño y una mandíbula cuadrada, el sujeto se giró hacia mí, hizo una leve inclinación de cabeza en forma de disculpa y cuando ligeramente unos mechones quedaron sobre sus gafas de sol, un recuerdo aclareció en mi mente. 

Dante… Sus mechones siempre caían de la misma forma sobre sus anteojos. Me tomó un segundo reaccionar. 

Criada por la mafiaOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz