32- Famélica.

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Luego de aquella… Estremecedora declaración, Dante tomó su taza de café y sólo señaló que tenía algunas cosas que hacer, que volvería en treinta minutos.

— Desayuna, toma una ducha, ponte algo de ropa deportiva — señaló, no, ordenó. Si hubiera estado un poco menos que impactada, y un poco aterrada, probablemente habría objetado, pero me fue realmente imposible unir dos palabras en una sola oración coherente. — Saldremos cuando vuelva.

Odiaba que tuviera ese maldito efecto en mí, que pudiera dejarme pasmada, o completamente nerviosa, con unas pocas palabras. Jamás un chico me había perturbado hasta ese estado, había tenido variadas relaciones, con muchos hombres distintos, distintos cuerpos y profesiones, ninguna duraba más de un año. Ninguno de ellos fue el problema, de hecho la mayoría fue realmente dulce, —Por supuesto existió más de un imbécil — Pero la gran mayoría de ellos, se veía sumamente decepcionado cuando cortaba con cada uno. El problema siempre fui yo, algo en ellos, simplemente, me aburría. Nada lograba hacerme sentir más de lo que me hacía sentir la sangre tibia de una cabidad abdominal.

Sé cómo suena eso… Deprimente y perturbador. Pero era la verdad, siempre, algún aspecto de ellos, por extraño que fuera, me aburría, no lograban provocarme, tal vez eran demasiado complacientes, no estoy segura. Nunca lo evalué durante, o después de la ruptura, simplemente cortaba con ellos y ya.

Pero Dante …

Dios… Sabía que tenía que detener todo aquello, él quería una Donna, y yo necesitaba ser libre, una cosa no era compatible con la otra, debería darle la oportunidad de buscar a alguien que si compartiera sus metas y …

Maldita sea que no quería.

Mi cuerpo se estremeció al reconocer la absoluta verdad en mis propios pensamientos. Apreté la mandíbula tan fuerte que la oí crujir.

Quería más, Dante me hacía sentir, me hacía pasar de cero a cien en cosas de segundos, me enfurecía, me enternecía y estremecía. En aquel punto estaba segura de que podía pasar, de querer arrancarle la garganta a rogarle que me diera aquella maravillosa liberación con sus talentosos dedos, dentro de los mismos diez minutos.

—¡Mierda! — Solté más que frustrada, de todos los malditos hombres del universo… No podía ser un jodido doctor sin fronteras. ¡No!. El bastardo tenía que ser la mano derecha de Pappa.

Completamente enojada conmigo mismo, me di cuenta de que había divagado casi veinte minutos y que seguía sobre el maldito mesón junto a las tostadas dónde, Dante, me había dejado antes de marcharse.

Definitivamente. Estaba. Completa y absolutamente. Jodida.

Me bajé de un pequeño brinco y me tomé mi vaso de zumo de una sola vez, a la mierda la fruta, había perdido el maldito apetito.

Eso no era cierto.

Simplemente, mi jodida desbordada hambre, tenía nombre y apellido. Y estaba absolutamente prohibida. Tenía que comenzar a ponerle freno. Dante no era un hombre para algo pasajero.

Era posesivo. Dominante.

Y para alguien que lo abandonaría en poco más de seis meses… Eso no estaba bien.

Más que decidida y completamente convencida de mi propia lógica, entré al cuarto de baño luego de haber tomado algunas prendas mías y otras prestadas del armario de Dante.

Pasé los quince minutos que estuve en la ducha, trazando una especie de estrategia para evitarlo como fuera posible. Tendría que volver a la casa de Pappa, bien, de igual forma, le debía una disculpa, elegiría a Rodrigo, bajo cualquier circunstancia que requiera salir de la casa, y el resto del tiempo, lo pasaría encerrada en mi habitación. Solo seis meses, luego tendría mi licencia y sería libre… solo un poco más. Podía hacerlo. Tenía que hacerlo.

Criada por la mafiaKde žijí příběhy. Začni objevovat